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Domingo, 4 de noviembre de 2007

MUSICA › OTRA MUERTE SACUDE LA TRAYECTORIA DE LOS RAMONES

Historia trágica sin final

Linda Stein, comanager del grupo, fue encontrada sin vida y con múltiples golpes en cabeza y cuello, sumándose a una seguidilla de enfermedades, violencia y desgracias en el grupo.

 Por Xavi Sancho *

La muerte de Linda Stein, comanager de la banda neoyorquina Ramones, es el penúltimo eslabón en la trágica cadena de acontecimientos que persigue al grupo desde que, en 1996, decidieron separarse definitivamente. Linda fue esposa de Seymour Stein –una de las figuras más relevantes de la industria norteamericana del disco, creador del sello Sire y la lista Billboard de los cien discos más vendidos–, y la encargada de los asuntos del grupo durante la década del ’70. Con la llegada de los ’80 se dedicó a ser agente inmobiliaria: aprovechando los contactos que tenía en la industria del disco, Stein consiguió crear una cartera de clientes en la que se encontraban nombres como Billy Joel, Elton John y Sting. En el film Wall Street (1987) aparece un personaje, una modelo que trata de vender un departamento de lujo al joven yuppie interpretado por Charlie Sheen. Ese personaje está inspirado en Linda, encontrada muerta la madrugada del viernes pasado en su departamento de la Quinta Avenida con múltiples golpes en cabeza y cuello.

Los vecinos insisten en que la seguridad era total. La policía todavía no realizó ninguna detención. La tragedia se quedó en los Ramones y además siempre coincidió con celebraciones del legado de la banda, provocando momentos de casi insoportable ironía dramática. Así, hace menos de un mes, se editaba un DVD en directo del grupo con el título de It’s alive (“Está vivo”). La banda que inventó el punk antes de que el movimiento tuviera nombre fue uno de los catalizadores de la escena musical neoyorquina de los setenta, estructurada alrededor del tristemente desaparecido CBGB, local en el que actuaron grupos como Television, Blondie y Talking Heads y en cuya esquina se encuentra el “Joey Ramone Place”, perfectamente señalizado con una placa con el famoso logo del grupo. Meses antes de su disolución, en 1996, al larguirucho cantante le diagnosticaron un cáncer linfático. Ni el yoga, ni la vida sana, ni siquiera la sustitución del rock por la especulación financiera lograron mantenerlo vivo. Murió el 19 de mayo de 2001, que tiempo después el Congreso norteamericano decretó “Día de Joey Ramone”. Durante sus últimas horas escuchó una vez y otra el tema “In a little while” de U2 (de All that you can’t leave behind), y pocos meses antes había terminado con tres años de ardua grabación de un disco, Don’t worry about me, que se editó de manera póstuma.

Un año después, la banda entraba en el Rock and Roll Hall of Fame, una suerte de cementerio de elefantes roqueros que en realidad funciona como gran ceremonia de adoración de egos y atracción turística para fans del rock algo despistados. A los pocos meses, Dee Dee (el bajista) fallecía de sobredosis de heroína. Johnny, el guitarrista, que había bendecido a la administración Bush durante la ceremonia de entrada en el Hall of Fame, moría el 15 de septiembre de 2005, el mismo día en que se estrenaba End of the century, el primer documental sobre la carrera de los creadores de “I wanna be sedated”. El título del documental coincide con el del álbum que el mítico Phil Spector produjo para la banda en los ’80, durante cuyas tormentosas sesiones de grabación el creador de “Be my baby” llegó a perseguir a la banda con una pistola. Pero aún hay más: ese mismo 15 de septiembre se inauguraba en Berlín el único museo dedicado a la vida, canciones y milagros del cuarteto de Forest Hills, Queens.

El único miembro de la formación que grabó el disco debut del grupo (Ramones, 1976) que sigue con vida es Tommy Ramone, que pasó de manager a baterista del grupo. En la actualidad, se dedica a girar por el circuito de bares de Nueva York y Connecticut con su banda de bluegrass. Antes, en los ’80, produjo álbumes para clásicos del nuevo rock americano como The Replacements. Parece que goza de buena salud. Lo mismo que Marky Ramone, su sustituto en la batería en 1978 y quien más descaradamente sigue aprovechando el legado de la banda de las canciones de tres minutos e inconfundible grito de guerra hey ho let’s go!, que sigue girando con sus Ramones de juguete, haciendo de DJ y conduciendo un programa de radio en su Nueva York natal. CJ, el último bajista del combo –se unió a la banda tras desertar de los Marines– también sigue vivo. Como rezaba el cartel promocional del film Highlander: sólo puede quedar uno.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Los Ramones fueron un catalizador de la escena musical desde los años ’70.
 
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