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Lunes, 12 de noviembre de 2007

MUSICA › HILDA LIZARAZU EN EL TEATRO OPERA

Radiografía de cuerpo entero

 Por Carlos Bevilacqua

Una de las muchas prendas que Hilda Lizarazu lució anteayer durante la presentación de su segundo disco solista fue un traje negro que desde los pies hasta el cuello mostraba los principales huesos humanos pintados en blanco. Esa especie de radiografía de cuerpo entero era una buena metáfora de su personalidad transparente. Tan fresca y optimista como la que se había manifestado en las canciones de Man Ray y que tiene continuidad en esta etapa solista.

Como aperitivo, la joven cantante Guadalupe sirvió un agradable set de cinco canciones en una línea emparentada con la estética pop-rock de la gran dama de la noche. Casi una hora y media después de lo previsto, Hilda sorprendió al entrar cantando por un pasillo del auditorio con un traje rojo lleno de pequeñas luces alrededor de su tórax, que remedaban las alas de un ángel. Despojada de esa parafernalia, empezó a desgranar las canciones de su flamante CD Hormonal. Acompañada por un sólido grupo de guitarra eléctrica, bajo, teclado y batería, interpretó primero “La calma”, “Transmisión” (en la que asomó un sonido rockero recurrente en buena parte del disco) y “Hormonal”. La cantautora, más sosegada, volvió con “Niebla” (ya en compañía del primer invitado de la noche, el guitarrista Tito Losavio) y con “Palermo Hollywood”, ácida mirada sobre ese seudobarrio con una cita a Madonna. La armónica de David Lebon le puso luego un timbre diferencial a la versión de “Buscando un símbolo de paz”, que forma parte del disco. Para el final quedó una de las novedades más potentes: “Viaje fantástico” (casi una declaración de principios dentro del mundo idealista de Lizarazu). Pero hubo tres bises, entre los que figuró la lograda versión de “Hace frío ya” (clásico italiano de los ’70) y el corte de difusión “Dios” (el de más compromiso social, junto con “Amenazas”, ya más alusivo a los peligros de la violencia global).

En temas ajenos a Hormonal, dos invitados aportaron matices interesantes. Por un lado, Charly García acompañó a Hilda en otra versión entre umplugged y bizarra de “Buscando un símbolo de paz” (que incluyó una discusión entre ambos sobre la letra). Por otro, Lito Vitale aportó un fino acompañamiento de piano para que Hilda se luciera con la zamba “Alfonsina y el mar”. También hubo tiempo para revivir viejos éxitos: desde “Sola en los bares” hasta el más reciente “Amapola”, pasando por “Acuarela de los montes” donde Hilda impactó con su capacidad vocal.

A pesar del clima frío (afuera y adentro del teatro Opera), Hilda fue generosa no sólo en las dosis de música sino también en despliegue escénico. Ella también fue “muchas” gracias a cinco vestuarios diferentes, entre los que hubo uno de coneja bien naif. Un enorme corazón, con sus venas y arterias colgantes, fue el objeto que mostró en lo alto para despedirse, en otra metáfora de su buena voluntad.

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