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Martes, 12 de febrero de 2008

MUSICA › LA ULTIMA JORNADA DEL COSQUIN ROCK CONVOCO A 30 MIL PERSONAS

Gieco llevó sus ángeles a Córdoba

El santafesino fue uno de los principales protagonistas de la fecha de cierre del festival, que tuvo lugar para un escenario reggae, el blues de Miguel Botafogo, el rock valvular de Viticus y un extenso y caliente cierre a cargo de Los Piojos.

 Por Cristian Vitale
desde Comuna San Roque

“Dejamos ir a un ángel / y nos queda esta mierda / que nos mata sin importarle de dónde venimos, qué hacemos, qué pensamos.” Una imagen y su efecto no deja de provocar cierta expectación: dos policías sexo femenino y tres masculino patrullan de a pie una de las calles embarradas que enlazan adentro y afuera, y se detienen ante esa frase acompañada por un leve, pegadizo, ritmo de cumbia. Los ojos de Pocho Lepratti, que reproduce la pantalla a través del clip, claramente parecen los de un ángel. Ellas, las policías, no pueden contener cierta emoción. Ensayan un bailecito tenue, pero la mirada es cuidadosa: urge disimular. Ellos, no. Se mantienen estoicos y puede que piensen “algo habrá hecho ese pibe”, o algo así. Raúl Alberto Antonio Gieco, lejos de la secuencia y cerca de la gente, ignora el detalle pero seguramente lo intuye. “Pocho Lepratti. Lo mató la policía en el 2001... la Justicia que mira y no ve”, dice. “El ángel de la bicicleta” sigue su curso y desemboca en uno de los aplausos más cerrados del día tres, el epílogo de la octava edición del Cosquín Rock. El León de la gente, una vez más, revalida su prosapia popular.

Al ángel lo preceden aquellas canciones de los setenta con las que Gieco, apoyado por su solvente séquito de trinchera (Dragón Moglia, Aníbal Forcada, Marcelo García, Luis Gurevich y Kubero Díaz), abre todos los sets desde la presentación de Por favor, perdón y gracias para acá: “Hombres de hierro”, “El fantasma de Canterville”, “Todos los caballos blancos” (en versión speed-country) y “La mamá de Jimmy”. El giro al pasado se corta en “De igual a igual” (jamás dejará de conmover ese “yo pido que tu empresa se vaya de mi país”) y el nexo deviene en una suma breve pero intensa de la nueva era: “Bandidos rurales”, poderosa; “Idolo de los quemados”, con fuck you incluido en la parte de Alsogaray y solo impresionante de Kuberito; “Pensar en nada”, inoxidable; “Yo soy Juan”, necesaria; “Cinco siglos igual”, a capela, dedicada al rey de España “por tratar mal a Chávez”, y un cierre con “Sólo le pido a Dios”, en clave de huayno, con Panchito Ibáñez, músico “estrella” de Mundo Alas, ejecutando la armónica.

Treinta mil personas agradecidas y el resto, tal vez siete mil, en el planeta reggae. Detrás, al pie de la montaña, Resistencia Suburbana, Dancing Mood y Nonpalidece le bajan un cambio a la noche. Unos, con cierta mirada nacida en los barrios bajos; otros, con la reafirmación de una realidad y Nonpalidece, apostando a la claridad de la ejecución por sobre cualquier tipo de efectismo superfluo. Al lado, Viticus cierra el escenario del medio (el más chico) con su fiel troupe de seguidores y un rock valvular, parejo y rendidor. Antes, Miguel Botafogo le pone un distinguido toque de blues al festival, aunque con ciertos tropiezos: el Bota debe lidiar con algunos problemas de sonido, una cuerda que se rompe en medio del penetrante solo de “Blues en la radio” y la voz de Fidel Nadal, que interrumpe el clímax desde el más allá. “Radiador” es la canción clave. “Una vez viajábamos en auto con Pappo y Juanse por una ruta de Córdoba, y yo andaba en eso de experimentar nuevos métodos para componer; entonces le dije a Pappo que me sugiriera una palabra, la primera que se le cruzara. Me miró por el retrovisor y dijo ‘Radiador’. Claro, hablaba de su motor, pero yo le cambié el sentido: Pappo era un tipo que irradiaba y hacía brillar a los que estaban a su alrededor”, es la anécdota y el tema, claro, suena aceroso, contundente, como un homenaje a medida.

Otro guiño al dios humano de viejas paredes porteñas: en medio del larguísimo show de Los Piojos –el último del evento– aparece Vitico en escena y la banda de Andrés Ciro atraviesa uno de los momentos felices de su noche: “El viejo”, desempolvado de aquel Pappo’s Blues Volumen I, es otro tributo a medida. “Ruleta” y “Fantasma” –dos buenas elecciones–, y la tarea, siempre sólida, de Chucky De Ipola en teclados... sobre todo su intervención con pinceladas de jazz en “El Farolito”, completan los flashes felices de la banda de El Palomar. No habrá muchos más.

Bonus I: del Mono comenzando el show de Kapanga. “Kapanga está orgulloso de ser parte de los 34 millones de argentinos que no fueron a ver a Soda Stereo”. Bonus II: la presentación ante una inmensidad de gente de la banda de Panchito Ibáñez, intervención de Germán Daffunchio incluida. Conclusión: donde hay Gieco, hay lucha, frontalidad y compromiso... pero también –y sobre todo– amor. Así se curan las heridas.

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El show de León consiguió hacer bailar hasta a dos mujeres policía que estaban en el predio.
Imagen: Gonzalo Martinez
 
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