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Lunes, 25 de agosto de 2008

LITERATURA › ROSA MONTERO HABLA DE INSTRUCCIONES PARA SALVAR EL MUNDO

“Una fábula de la modernidad”

La escritora española propone en su nueva novela una tragicomedia sobre el caos y la angustia apocalíptica. Dice, sin embargo, que su libro “tiene la modesta ambición de ser como esa bolsa de plástico que te dan en urgencias para respirar dentro”.

 Por Silvina Friera

El narrador interpela en la primera página al lector, pero también, implícitamente, a los personajes. “¿Has sentido alguna vez el terror de las noches, el ahogo de las pesadillas, la oscuridad susurrándote en la nuca con su aliento frío que, aunque no sepas el tiempo que te queda, no eres otra cosa que un condenado a muerte? Y, sin embargo, a la mañana siguiente vuelve a estallar la vida con su alegre mentira de eternidad.” Instrucciones para salvar el mundo (Alfaguara), la nueva novela de Rosa Montero, es la historia de una larga noche que se prolonga durante varios meses; una tragicomedia sobre el caos y la angustia apocalíptica que hace que la vida actual se convierta en una especie de “campo minado”. Matías, un taxista viudo que no puede superar la muerte de su mujer, ruge su rabia y de-sesperanza por las calles; Daniel, un médico mediocre que integra el servicio de urgencias de un hospital público, arrastra un matrimonio en terapia intensiva y se hace adicto al Second Life, el más famoso mundo virtual de Internet, para “cambiar de vida” y ganarle al pronóstico de una muerte por puro desaliento; Cerebro, una anciana que supo ser una brillante científica hasta que el franquismo le cortó las alas, deleita a sus interlocutores con “maravillosas” teorías científicas, y Fatma, una bella joven de Sierra Leona que, tras sufrir la violencia más brutal a manos de los guerrilleros de su país, trabaja como prostituta en las afueras de Madrid, preferirían dormir de día, como los vampiros. Estos cuatro personajes cruzarán sus destinos como si se tratara de una familia un poco triste de desarraigados y noctámbulos.

La lagartija que ilustra la portada de la novela tiene una especial significación para uno de los personajes, Fatma, pero también para Montero, que tiene una pequeña salamandra tatuada en el antebrazo, “símbolo de regeneración” y que es “como un Ave Fénix” para la escritora. “Yo soy más bien noctámbula, pero de todas formas la elección de la noche para esta novela fue estrictamente narrativa”, cuenta Montero a PáginaI12. Desde el irónico título de la novela queda claro que no hay instrucciones que puedan salvar el mundo. “Este libro tiene ingredientes fantásticos, y todo eso funciona mucho mejor de noche, que es el tiempo de lo indecible, de lo ingobernable, de los sueños y las pesadillas, de la magia y el prodigio. Además la noche es un territorio mágico y singular en el que todo es posible”, plantea la escritora cuya obra está traducida a una veintena de idiomas y que ha merecido premios tan importantes como el Grinzane Cavour por La loca de la casa.

–Hay una línea que atraviesa toda la narración y que podría calificarse como “la intensidad del odio” que mueve a algunos personajes. ¿Por qué en esta novela prevalece una mirada apocalíptica sobre el mundo, una constante sensación de asfixia y opresión?

–Bonita esa expresión de la “intensidad del odio”, poderosa imagen. Creo, sin embargo, que lo que triunfa en la novela, precisamente, es lo contrario. Parafraseándote, la intensidad del afecto, o de la generosidad, o de la empatía. Lo que hace el libro es reivindicar la empatía, la capacidad de ponerte en el lugar del otro, como la única vía para salvar no ya el mundo –eso no hay quien lo salve–, sino tu vida, tu pequeño mundo. En cuanto a la visión apocalíptica, esta novela es una fábula de la modernidad, y esa modernidad, es decir, la vida que vivimos cada día, tiene esos trazos así de apocalípticos. Vivimos sometidos a tremendas tensiones, a tremendos peligros, grandes e inmanejables: el calentamiento global (por cierto que ahora los científicos dicen que no nos vamos a cocer, sino a congelar), las amenazas del megaterrorismo, ¡incluso podemos salir a la calle y nos puede caer en la cabeza un satélite perdido de los norteamericanos! Por todos los santos, ¿qué más nos puede pasar? Esta novela intenta atrapar esa atmósfera agobiante y decir: calma, calma. Después de todo, no es tan terrible. Mi libro tiene la modesta ambición de ser como esa bolsa de plástico que te dan en urgencias para respirar dentro y no hiperventilarte, cuando acudes al hospital preso de un ataque de ansiedad. Tranquilo; pese a todo no es para tanto.

–Daniel, un tanto incapaz de cambiar su propia vida, queda fascinado con Second Life. ¿Ese mundo virtual podría ser visto como un “complemento” de lo que para algunos significa ser lector?

–Claro. Yo era usuaria de Second Life antes de escribir esta novela. Los humanos siempre hemos necesitado mundos virtuales. La vida, incluso la vida de un gran hombre o una gran mujer, siempre es más pequeña que nuestros sueños. De manera que necesitamos algo más. Y ese algo más son esas vidas virtuales que vivimos a través de las novelas, del teatro, de las películas. Las vidas virtuales de Internet son exactamente igual, solo que en otro soporte. No tienen por qué ser negativas. Depende de lo que hagas con ello.

–¿Qué encontró en el personaje de Cerebro y en los planteos científicos que hace?

–A mí me gusta mucho la ciencia, leo mucha divulgación científica. Tras terminar la novela me di cuenta de que Cerebro repite un personaje que suelo poner en mis novelas, de manera que debe de ser un personaje importante para mí, y es el de la mujer mayor que es medio maga, medio bruja, un ser lleno de sabiduría, como Nyneve de Historia del Rey Transparente. Esta Cerebro es una especie de hechicera y se pasa la novela contando historias prodigiosas que parecen mágicas. Pero lo que más me gusta del personaje es que todas esas historias son teorías o relatos científicos auténticos; todas son auténticas menos una, que me la he inventado, aunque está basada en teorías reales. Y es que hay más magia, más prodigio y más maravilla en la biología, en la zoología o en la astronomía, que en los cuentos de hadas y dragones.

–Fatma le dice a uno de sus clientes que hay hombres que sólo tienen ganas de hablar. ¿Por qué hay cada vez más gente que está sola?

–Creo que hay una soledad existencial que es inevitable, uno siempre está solo frente a la vida y al dolor y la muerte. Es verdad que ha habido a lo largo de la historia sociedades, culturas y civilizaciones más individualistas o más colectivistas. Por ejemplo, nuestra Edad Media fue una época enormemente promiscua, en donde el ser humano sin duda debía de sentirse menos solo. Menos animalmente solo, quiero decir, porque nunca estaba físicamente solo. Lo que pasa es que yo valoro mucho el individualismo. Nuestro concepto de individualismo, que comenzó en el siglo XVIII, ha traído la noción de los derechos humanos, el respeto a la diferencia y todos los valores en los que hoy se sustenta el sistema democrático. Así es que no querría volver hacia atrás de ninguna de las maneras. Hay que aprender a convivir con la soledad existencial, y luego hay que comprender que la vida no tiene sentido si no se vive con los demás.

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“La noche es un territorio mágico y singular en el que todo es posible”, plantea Montero.
Imagen: Daniel Jayo
 
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