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Lunes, 20 de febrero de 2006

LITERATURA › CECILIA SZPERLING Y SU NOVELA “SELECCION NATURAL”

Una “road movie” al límite

 Por Silvina Friera

Selección natural es una road movie trágica y disparatada de seis jóvenes de clase media alta que luchan por sobrevivir y adaptarse en la gran ciudad. Aunque viajaron para esquivar la sordidez de sus pueblos, terminan enredándose en la telaraña, menos visible, de la sordidez urbana: el dinero es un bien escaso –aunque vivan en Barrio Norte– y las drogas resultan la mejor estrategia, o la más a mano, para soportar lo cotidiano. En la novela de Cecilia Szperling (publicada por Adriana Hidalgo), los personajes viven su propio Trainspotting, pero también parecen “siete locos” arltianos posmodernos –las hermanas Ernestina y Emma, Fedra, Cosme, Gabriel, Beppo y Anita K– que, a pesar de que se están hundiendo en la oscuridad, no pueden dejar de cantar el estribillo de una canción de moda: “Sos como una ciudad vista desde un avión”. Lo extraño de esta letra es que saltó de la ficción a la realidad. “Ahora lo peor es que el tema existe, lo hizo Diego Frenkel, que es amigo mío –bromea Szperling en la entrevista con Página/12–. Me jugué tanto en la ficción que los personajes están, parecen reales, y sin embargo son inventados.” El título de la novela, comenta la escritora, se relaciona con el proceso de escritura del libro. “Cuando tuve que decidir sobre los personajes que permanecerían, estaba haciendo una selección natural; tenía que elegir a aquellos con los que tuviera el suficiente appealing y a los que le interesaría al lector”, plantea Szperling. “Sentí que esos personajes estaban haciendo el esfuerzo por sobrevivir y por tratar de conciliar sus deseos con la realidad.”

–Respecto de esta conciliación, Cosme dice que no quiere ser artista sino llevar una vida artística. ¿Cómo explica esta diferencia?

–Como está en contra del sistema, le parece que tener una carrera artística es formar parte del establishment, y él quiere ver hasta dónde sobrevive de otro modo. El impulso más fuerte es no tener una vida común, que el arte no sea un objeto de consumo. Pero el desafío es cómo se vive una vida artística fuera del sistema de consumo, siendo un artista. Esa es una pregunta que se hace el personaje, a los 20 años, en ese momento crítico en que te planteás: ¿qué hago con mi vida?

–¿Y usted se hizo esta pregunta?

–Sí. Hubo un momento que compartí mi vida con unos amigos, que hoy son artistas exitosos, y estaba muy deslumbrada porque eran un poco más grandes que yo y había una propuesta de producción anónima. Esta experimentación tenía su lado de perversión, que fue lo que me terminó saturando, pero reconozco también que había algo de fascinación en esa idea de no representar, cuando el arte es representación. Buscar esa paradoja y jugarla de un modo muy extremo fue nutritivo, un poco utópico, anárquico y angustiante. Había momentos de esplendor y otros de caídas.

–¿Cuáles son las razones por las que eligió un lenguaje y un modo de construir la novela tan cinematográfico?

–La narrativa la aprendí más del cine que de la literatura. Una influencia de esta novela es Pulp Fiction, pero una amiga que leyó el libro me dijo que le parecía que era un Trainspotting femenino. Excepto la novela clásica del siglo XIX, mucha literatura actual no tiene personajes tan creíbles y apasionantes como Anna Karenina o Madame Bovary. Es cierto que a esta literatura le faltaba un poco de humor y liviandad, algo que le sobra a ese cine que se anima a jugar con el melodrama o con las pasiones. El cine te permite amar a los personajes, el relato tiene un enigma, un misterio que te mantiene siempre en estado de alerta.

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