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Domingo, 24 de octubre de 2010

LITERATURA › ENTREVISTA A GABRIEL IRIARTE, DIRECTOR DE LA EDITORIAL NORMA

“No le veo final al libro impreso”

El editor colombiano asegura que las editoriales son las que tienen que apoyar “de manera sostenida y persistente” la internacionalización de los escritores latinoamericanos.

 Por Silvina Friera

Encontrar un verdadero editor resulta tan difícil como hallar la aguja en el pajar de la conocida escena bíblica. Esa aguja en el pajar está en boca de un puñado de escritores latinoamericanos. Ellos dicen que se habla de literatura “post boom” gracias a él y le atribuyen la responsabilidad del surgimiento de una generación de escritores colombianos. El hombre en cuestión, Gabriel Iriarte, pegó el portazo en la editorial Planeta, el terreno donde esculpió su fama, después de 14 años de obstinada multiplicación del catálogo de autores colombianos, y aterrizó en la ciento por ciento colombiana Norma. Fue el pase del 2008 en el mundillo editorial. El avispero se agitó. El osado editor de “bigotes imperiales” pateó el tablero de los gigantes –que capitalizó ayer nomás– cuando logró que William Ospina abandonara su antigua casa, Alfaguara, y regresara a Norma. Como buen estratega de la internacionalización de autores, no dejó de golpear donde más les duele a los grandes grupos: que les birlen “las gallinas de los huevos de oro”. A sus conquistas sumó a Santiago Gamboa, que dejó Seix Barral; y a los chilenos Pablo Simonetti y Roberto Ampuero.

El escritor colombiano Fernando Quiroz no se cansa de proclamar que Iriarte es uno de los editores “más sagaces” del continente. “Ah, bueno... Eso es cosecha de Quiroz”, señala el aludido a Página/12, cabeceando como si buscara restarle importancia al elogio. Pero sus ojos rebozantes de orgullo enmarcan el módico comentario en una falsa modestia apenas disimulada. “En Planeta, más o menos durante 14 años, estuvimos dedicados a publicar a escritores colombianos; una política que extendimos a otros países”, recapitula Iriarte. “Logramos que el público colombiano comenzara a leer literatura nueva. Había cierto recelo hacia la literatura de los nuevos escritores del ‘post post boom’, hacia los autores que, dos generaciones después de García Márquez, tenían una distancia, en edad y en tiempo, que les permitía escribir sobre otros temas.”

Al director editorial de Norma le sobra olfato para reconocer a escritores en ciernes. Desde Planeta publicó a los entonces “tiernos” Mario Mendoza, Enrique Serrano, Santiago Gamboa, Jorge Franco, Héctor Abad y Efraim Medina Reyes, entre otros. “Nos abrimos a todas las temáticas, apostamos por muchos escritores y los empezamos a sacar fuera del país. No a todos, pero sí a muchos de ellos. El esfuerzo fue importante, pero había una materia prima muy buena”, afirma.

–La internacionalización de los escritores latinoamericanos tropieza con varias dificultades, como el poco interés de los lectores de cada país por los autores de otros países. Desde su experiencia editorial, ¿se puede revertir esta tendencia?

–Creo que es el obstáculo más importante. Realmente no ha habido en la historia reciente de la literatura latinoamericana un intento serio y real de internacionalizar a los escritores latinoamericanos, de promocionar autores extranjeros latinoamericanos en nuestros países. Esto no se puede dar lógicamente por generación espontánea, ni siquiera por Internet; tiene que haber un motor detrás: las editoriales. Tiene que haber una fuerza que arriesgue por los escritores de una manera sostenida y persistente. Debe ser una política constante e inteligente, porque hay autores que son más internacionalizables que otros, por los temas o por los puntos de vista. Se puede iniciar ese proceso de internacionalización con un selecto grupo de escritores de cada país. William Ospina, por ejemplo, es un autor colombiano conocido en todos los países latinoamericanos. En España es dificilísimo que los autores latinoamericanos tengan aceptación. Cuando digo aceptación, me refiero a que vendan razonablemente bien.

–¿Sugiere que, por ser más pequeño, el mercado editorial latinoamericano es “más dinámico” que el español?

–Sí, claro, porque acá no hay tantas novedades y los medios no están tan saturados. No sé cuántas novedades salen al año en la Argentina, pero en Colombia serán unas 3 o 4 mil contra 85 mil de España, una verdadera jungla en donde hacerse notar es complicado.

–¿Cuáles son los escritores latinoamericanos “más internacionalizables”?

–Esa es una pregunta muy difícil de contestar y me pone en problemas si doy nombres (risas). Es más fácil internacionalizar autores colombianos en la Argentina o argentinos en Colombia que ya tengan obra, que hayan ganado quizá algún premio, que hayan estado en otros países latinoamericanos y que hayan tenido algo de prensa. Y que los temas de sus novelas no rayen en el costumbrismo local, sino en una temática interesante y un tratamiento o punto de vista universal. La clave principal es que vendan muy bien en su país de origen. Si tengo un autor colombiano que vende 500 ejemplares de su novela en las librerías colombianas, no puedo pretender internacionalizarlo. La condición sine qua non de internacionalización de un escritor es que en su país de origen venda bien. Y que sea bueno, por supuesto; no puedo internacionalizar literatura de tercera categoría.

–Como editor compite con gigantes como Random House y Planeta, “20 mil veces más grandes”. Suele decir que el éxito de Norma reside en utilizar ese músculo comercial para promocionar a los autores, que es en este aspecto donde puede hacerse fuerte...

–¡Es que no tenemos más alternativas! El mercado español del libro es más del doble de todo el mercado de América hispana. La vida de grupos como Planeta, Random House o Santillana está en sus mercados domésticos. En España, el autor latinoamericano es completamente secundario; en cambio, para nosotros es fundamental. Esta es una diferencia producto de una desventaja. No es que los españoles sean torpes; para ellos Arturo Pérez-Reverte, Rosa Montero o Carlos Ruiz Zafón hacen los números. Lo que podemos hacer no-sotros es promover a nuestros autores, algo que los grandes grupos no hacen.

–¿Qué estrategias adoptará Norma en torno del libro electrónico?

–Estamos trabajando en alianza con Publidisa, no sólo para digitalizar sino para producir libros electrónicos. Empezamos hace dos meses y medio. Nadie está corriendo; los que corren son los fabricantes del iPad o del Kindle, que no hacen más que anunciar el finaldel libro impreso. Claro que va a haber cambios, el libro no es inmutable. Pero a la inminencia del final del libro impreso yo no la veo.

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Iriarte abandonó Planeta en 2008 y varios escritores lo siguieron.
 
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