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Viernes, 3 de diciembre de 2010

LITERATURA › CLAUDIA PIÑEIRO FUE PREMIADA CON EL SOR JUANA INES DE LA CRUZ EN GUADALAJARA

“Por años las mujeres fueron relegadas”

La autora de Las grietas de Jara celebró ayer el premio que otorga la Feria Internacional del Libro que se realiza en México, “porque es un premio para mujeres, en lengua española y para escritoras, tres cosas que me definen y que no cambiaría”.

 Por Silvina Friera

Desde Guadalajara

La pandilla aplaude y vitorea. Tal vez se pregunta, mientras golpean las palmas, cuál es el secreto de la sobria elegancia y popularidad de la escritora argentina que está por recibir el Premio Sor Juana Inés de la Cruz por Las grietas de Jara. Los aterciopelados ojos de Claudia Piñeiro recorren la sala principal de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). La mirada tiembla, pero la voz proyecta el tono sereno de quien cumple al pie de la letra un sueño. “Hace unos días Margo Glantz dijo que se sentía Julia Roberts, y yo me siento Margo Glantz, porque ella ya fue Sor Juana”, bromea Piñeiro, en alusión a la frase expresada por la escritora mexicana cuando el sábado pasado le concedieron el Premio de Literatura de Lenguas Romances, durante la inauguración de esta Feria, y nombró a la actriz estadounidense. La ilusión de ganar este reconocimiento siempre estuvo en su horizonte. “Por años y años en que las mujeres han sido relegadas en la literatura, es un honor recibir un premio que ofrece la posibilidad de estar en un lugar de exposición tan alta”, reconoce la ganadora, que se incorpora a la galería de autoras galardonadas como Glantz, Gioconda Belli, Laura Restrepo, Tununa Mercado y Sylvia Iparraguirre, entre otras.

La autora de Las viudas de los jueves agradece y celebra que el Sor Juana es un premio para mujeres, en lengua española y para escritoras. “Esas tres cosas me definen como persona y no cambiaría ninguna”, admite la ganadora de esta prestigiosa distinción, dotada de 10 mil dólares y creada en 1992. “La lengua española es el agua donde nado, donde me sumerjo para pescar las historias”, subraya Piñeiro ante los rectores de la Universidad de Guadalajara, Marco Antonio Cortes Guardado, y de la Universidad del Claustro de Sor Juana, Carmen López Portillo; la directora de la FIL, Nubia Macías, y Martha Cerda, una de las integrantes del jurado. La fantasía de ganar –lo ha dicho– estaba en ese futuro que ahora es presente. En el pasado, la persistencia de esa ilusión se deslizaba naturalmente sin saber cómo ni cuándo se concretaría. Claudia rebobina la película de su vida. No se remonta a la contadora que alguna vez se cansó de lidiar con los números y optó por la escritura como método de captura vital. Hace apenas un mes estaba en Trelew participando como jurado de otro premio, el Letra Sur, cuando recibió la noticia de boca de la directora de la FIL. En la habitación del hotel, no podía parar de saltar. “Ser escritor es ontológico; nosotros tenemos que escribir porque es lo que queremos hacer, más allá de las explicaciones que luego encontremos”, asegura.

En la cuerda de la memoria de la flamante “Sor Juana” los hechos ahora quiebran la linealidad y se conectan bajo la luz de otra lógica: la de un círculo que se cierra. “La literatura nos ofrece una sensación de movimiento y tiene vasos comunicantes”, afirma. Una anécdota refrenda esta certeza: el recuerdo del embrión de Las grietas de Jara. Claudia estaba en Madrid, en la entrega del Premio Alfaguara de Novela a Luis Leante, en 2007, del que también fue jurado. “Ibamos en un auto con Juan González, editor de esa editorial. Me dijo que le gustaban mucho las novelas urbanas que cuentan cómo son las ciudades y luego me habló del desarrollo urbano que tuvo Barcelona. A mí me gustaría escribir una novela sobre Buenos Aires y sus edificios, pensé. Y apareció Pablo Simó y lo veía dibujando en su tablero”, recuerda ese viaje en taxi donde nació la novela premiada.

Macías, esa especie de hormiga atómica que derrocha energía y simpatía por doquier, explica que el Sor Juana Inés de la Cruz es un reconocimiento, dedicado de manera exclusiva a las mujeres escritoras, que demuestra la fuerza creativa y narrativa de las autoras de Iberoamérica. “En pleno siglo XXI las mujeres seguimos en la retaguardia de la literatura, a pesar del talento que muchas de ellas tienen”, advierte la directora de la FIL. Dice, también, que este premio es la contribución que hace la Feria a la “utopía de la igualdad”. “Esta es nuestra búsqueda y mientras llegamos a esa meta, es un homenaje no sólo a Claudia, sino a todas las mujeres del mundo que dedican sus mentes y almas a contar historias. Las historias de nuestras hijas, madres, amigas, de los hombres y el mundo que los rodea.” La pandilla de muchachas del público, amigas de esta fiesta de la palabra, aplaude.

Una de las integrantes del jurado, Martha Cerda, esboza una breve reseña sobre la obra premiada. La define como “una novela urbana”, en la que la ciudad adquiere la categoría de personaje, con sus edificios emblemáticos y calles fijas típicas por donde deambulan “seres anodinos”, pero que van creciendo conforme avanza la novela hasta convertirse en “personajes sólidos, dotados de una fuerza y carácter”. Escrita con “una gran perspicacia e inteligencia”, Las grietas de Jara “se posesiona de nuestra atención y nos va llevando a un mundo de intriga y corrupción”. Desde el primer capítulo –cuenta Cerda– aparece un muerto: Nelson Jara, y con el enigma de esa muerte, el porqué lo mataron, comienza el suspenso. Del arquitecto que protagoniza la historia, Pablo Simó, afirma que se siente “un canalla” porque no hace lo que le dicta su conciencia y que tiene “un gran sentimiento de culpa”. Simó, en palabras de Cerda, es el “típico antihéroe posmoderno” que se encuentra atrapado en la telaraña de un matrimonio frustrante y la crisis de la mediana edad. La novela es ante todo “una denuncia social” que, con un final inesperado, “deja al lector literalmente boquiabierto”.

Los vasos comunicantes de la literatura y la vida regresan a escena. “A lo mejor hay alguien acá al que se le ocurre una novela que alguien va a premiar mañana”, augura Piñeiro. La ceremonia termina. Algunas mujeres se acercan con el ejemplar de Las grietas de Jara. Claudia firma, sonríe, acepta sacarse fotos, brinda con periodistas y amigos. Pero se cruza, a la velocidad de la luz, a otra sala. No se quiere perder el cálido homenaje que un puñado de periodistas de Guadalajara le hace al maestro, al hombre que los formó, Tomás Eloy Martínez, en el diario Siglo XXI que fundó acá en 1991. La fiesta continúa en la Mansión Magnolia, cerca del centro histórico de la ciudad. Claudia baila; es la única escritora que no para de mover pies, brazos y caderas al compás primero de la salsa; luego, de la música disco. A las tres de la mañana apagan las luces. Nadie se quiere ir. Muchos chiflan. Pero la música no vuelve. La pista, en cámara lenta, se desintegra por cansancio. “Verde embeleso de la vida humana/ loca esperanza,/ frenesí dorado,/ sueño de los despiertos intrincado.... Alguien recuerda los versos de Sor Juana Inés de la Cruz en la combi que reparte a los escritores y “bailarines” a sus respectivos hoteles. La noche, sin embargo, se estira. La Sor Juana argentina no quiere dormir. Sueña despierta.

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“Quizás hay alguien acá al que se le ocurre una novela que alguien va a premiar mañana”, dijo Piñeiro.
 
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