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Jueves, 5 de mayo de 2011

LITERATURA › HOY SE PRESENTA UNA CAJA SIN PIEL, FLOTANDO, DE LA ESLOVENA EVA PETRIC

La identidad y el pasado imborrable

En la novela, una mujer eslovena descubre que tiene un medio hermano argentino, que fue apropiado ilegalmente durante la dictadura. La autora dice que intentó imaginar las vivencias de algunos hijos cuando descubren que no son quienes creían que eran.

 Por Silvina Friera

Un artista plástico esloveno, Janez, tiene una obsesión: pinta infinitas versiones de una figura sin rostro. Su hija, la fotógrafa Laura Polanc, se pregunta si su padre será prisionero de esa imagen. “¡Esta es una casa fantasma, no un hogar! ¡Una casa embrujada!”, se queja la joven, que tal vez empieza a comprender por qué su madre dejó al pintor y se fue a vivir a Nueva York. La relación con el padre es tensa; Laura pierde los estribos con facilidad. Su padre no quiere hablar de su juventud en la Argentina, convencido de que puede borrar para siempre ese pasado. Pero a Laura le diagnostican una leucemia. No tiene hermanos que le puedan donar la médula ósea para un transplante. El pintor, desolado, llora. La figura sin rostro es el hermano o hermana que su hija cree que no tiene. No sabe mucho más. Debería tener 28 años y probablemente viva en la Argentina. Janez se fue de Buenos Aires en 1976. Su novia, militante de Montoneros, viajaría también hacia Eslovenia un tiempo después, cuando consiguiera todos los documentos. Pero no pudo: la secuestraron embarazada. Aunque sólo conoce a un joven argentino, Laura decide buscar a su “medio” hermano argentino. Una caja sin piel, flotando (Ediciones B), de Eva Petric, que se presenta hoy en la Feria del Libro, es una novela, ficción pura, aunque su autora, la escritora y fotógrafa también eslovena, explore el entramado de la compleja historia de amor que vivirá la protagonista mientras intenta encontrar a su hermano.

“La obra de Eva, en mi opinión, es muy femenina y muy propia de niños (no pueril; ¡hay una gran diferencia!)”, plantea Joshua Sinclair, el guionista, director de cine y autor del film Jump en el prólogo de Una caja sin piel, flotando. “Al leer su novela, uno a veces tiene la sensación de que ella está acurrucada junto al lector como para susurrarle una voz de aliento al oído, como un hada Campanita que se posa en el hombro del lector y le rocía un polvo de estrellas que lo lleva volando hasta la siguiente oración. Y el lector se parece mucho a Peter Pan, en el sentido de que no quiere crecer para no perder la capacidad de volar.” Petric nació en Kranj (Eslovenia) en 1983. Por su padre diplomático vivió en Etiopía, India, Nueva York, Washington y Viena, el lugar en el mundo que eligió para vivir. Al menos por ahora. En 2004 estuvo unos meses en Buenos Aires y se enamoró de un argentino justo cuando estaba empezando a escribir la novela. “Pareciera que los personajes principales no tienen nada en común, pero quería imaginar los posibles vínculos o conexiones entre lo que pasó durante la dictadura argentina con una joven fotógrafa eslovena. Quise que fuera una metáfora de lo pequeño que puede ser el mundo”, subraya Petric a Página/12.

La escritora aclara que intentó trazar desde la ficción una genealogía de las emociones y las probables vivencias de algunos hijos cuando descubren que no son quienes creían que eran. “Me interesaba comprender si quieren enfrentar esos sentimientos o más bien dejarlos en una caja cerrada. Quizás opté por narrar como si lo estuviera haciendo desde la perspectiva de un pájaro, porque soy extranjera y no tengo derecho a juzgar.” En 2007, Petric regresó al país. Necesitaba emprender “un viaje por las huellas del libro”. Quería comprobar si había dado o no en la tecla de la cuestión. Se entrevistó con la presidenta de Abuelas, Estela de Carlotto, y la nieta restituida Victoria Montenegro, entre otros. “Uno de los personajes de la novela, un joven apropiado que se entrevista con Laura, lamenta mucho haber averiguado su verdadera identidad. Tenía ciertos temores –confiesa–. No sabía si era una decisión acertada mostrar a alguien que reaccionara de esa manera. Cuando me entrevisté con Montenegro, me di cuenta de que era una opción muy verosímil, por más dolorosa que sea para las Abuelas y los familiares biológicos.”

Sobre la apropiación de menores durante la dictadura, Petric admite que fue “muy fuerte” para ella descubrir que muchos intentaron encerrarla en una caja para taparla y silenciarla. “Si no se habla del tema, como se sugiere en mi novela, las consecuencias pueden ser fatales. La crisis de los hijos que averiguan su verdadera identidad es muy compleja; tienen que reconstruir sus mundos y toda su historia cuando se enteran de que los padres que amaron, que supuestamente eran sus verdaderos padres, no fueron sus padres. Y hasta quizá tengan que mudar la piel de sus sentimientos y odiar a esos padres, porque pudieron estar involucrados en la muerte de sus padres biológicos.” Insiste Petric en apuntalar la “perspectiva del pájaro”, la mirada “desde afuera”. “Si viviera aquí, probablemente estaría mucho más sumergida en el día a día y tal vez no tendría el ‘permiso’ o me costaría hacer ficción con la apropiación de menores.”

* Una caja sin piel, flotando se presenta a las 14.30 en la sala Roberto Arlt con su traductora, Raquel Albornoz.

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Petric estuvo en Buenos Aires en 2004 y se enamoró de un argentino cuando empezaba a escribir la novela.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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