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Domingo, 23 de junio de 2013

LITERATURA › CARLOS ULANOVSKY Y SU PRIMERA NOVELA, NUNCA BAILES EN DOS BODAS A LA VEZ

“El ejercicio de escritura es uno solo”

Comedia de enredos cruzada por la cultura judía, la primera ficción de Ulanovsky atrae por su prosa amable y simpática, en una trama que tiene intriga hasta sus últimas páginas. “Los periodistas somos de bailar en dos lugares a la vez”, admite.

 Por Emanuel Respighi

Nunca es tarde para desenmascarar a quien engaña. Durante más de 50 años convenció a buena parte del medio y de los lectores de que su horizonte era la búsqueda de la verdad, pero recién ahora es posible comprobar que Carlos Ulanovsky era un gran mentiroso. Es que tras haber ejercido el periodismo durante décadas y luego de haber escrito una veintena de libros sobre la profesión, personalidades del espectáculo y crónicas, Ulanovsky publicó su primera novela. Nunca bailes en dos bodas a la vez (Ed. Emecé) es la primera ficción en la que el periodista deja de lado las fuentes, el material de archivo y las entrevistas para crear una historia de fantasía, plagada de enredos e ironías conjugadas con gran sentido del humor. Comedia de enredos cruzada por la cultura judía, Nunca bailes... atrae por su prosa amable y simpática, en una trama que no por ello resigna intriga hasta sus últimas páginas.

La historia de Nunca bailes... transcurre íntegramente durante la celebración del casamiento entre Mónica y Pablo, una joven pareja judía, en una fiesta en la que el rito religioso parecería funcionar a la perfección. En realidad, todo marcha maravillosamente bien, hasta que un hecho inesperado modifica lo programado: la novia desaparece con el director de la orquesta que ameniza la fiesta. A partir de esta fuga, tan sorpresiva como desconcertante, la incertidumbre y los rumores se apropian de los invitados y familiares en el salón, mientras todo tipo de operativos de búsqueda se ponen en marcha. ¿Por qué una novia se fugaría en su propia boda? ¿Cuál es la causa para tomar la decisión de “plantar” al novio a horas de dar el “sí”? ¿Acaso el director de la orquesta y la novia eran amantes y no habían podido contener el deseo –sexual, afectivo– de estar juntos? Interrogantes que la trama activará en el lector y que, paulatinamente, se irán develando con más gracias que pretensión detectivesca.

“Uno es periodista tiempo completo y el ejercicio de la escritura es uno solo, porque sirve para ordenar las ideas, para transmitir pensamientos e informaciones y para comunicar lo que uno tiene ganas de decir. Y también uno se pasa la vida escribiendo, y es bueno reconocerlo muchas veces, dos cosas, o más, a la vez. Mientras escribía esta novela, también trabajaba en radio y terminaba o empezaba otros libros (puedo probarlo). Los periodistas somos de bailar en dos lugares a la vez”, cuenta Ulanovsky ante la pregunta de Página/12 sobre las motivaciones que lo llevaron a escribir Nunca bailes... ¿Era la ficción una cuenta pendiente en su carrera? “Siempre –confiesa el periodista de Radio Nacional– tuve ganas de probar cómo era escribir ficción, como dicen los grandes de la especialidad, inventándoles la vida a los demás. Y se me dio la oportunidad. La historia la tenía desde antes en la cabeza, pero eran unas pocas líneas: en un casamiento judío el director de la orquesta cumple con su antigua fantasía de escaparse con la novia. Después vino lo más complejo: multiplicar esa situación, volverla increíble y, a la vez, creíble o posible o entendible.”

–¿Cómo le resultó la experiencia de escribir ficción?

–Muy grata. Este es mi libro número 21 y siempre pensé que los anteriores –que fueron investigaciones históricas sobre los medios, ensayos, biografías, crónicas– eran materias de una carrera universitaria, pendiente desde que mis viejos me la reclamaban, pero que nunca cursé. Ahora siento que haber terminado la primera novela es como haber iniciado otra carrera.

–Nunca bailes... es una novela tan insólita –por el contexto y el momento de la fuga– como divertida. ¿Siempre tuvo claro que quería contar la historia en ese tono?

–No, no siempre. No sé si les pasa a todos, pero a mí sí, eso de que en diferentes aspectos de la vida uno se fabrica prisiones de las que es difícil huir. Me pasa y lucho contra eso. En la elaboración de la novela me pasó que se me cruzaron alternativas que, en lugar de facilitarme el camino, me lo llenaban de obstáculos. En varias ocasiones me detuve un buen tiempo para preguntarme: ¿le tiene que pasar esto a Mónica, la protagonista? Esa clase de preguntas y poder respondérmelas con absoluta libertad son lo que me permitieron llegar al final.

–¿Considera a Nunca bailes... como una “novela de enredos”?

–Vi en el cine centenares de comedias que podrían definirse de esa manera. El enredo es lo que durante un buen rato no es posible desenredar. Y también leí muchas novelas de este tipo (Philip Roth, Erica Jong, Ronna Ja-ffe, James Kirkwood, el brasileño Lerner, el Negro Fontanarrosa, por mencionar algunos) que a mayor cantidad de enredos, mejores eran. De modo que admito, sin molestias, que el libro puede pertenecer a este género.

–El relato parece contener lo necesario para trasladarlo al cine. ¿Tuvo en cuenta esa posibilidad al momento de escribirlo?

–No, pero me encantaría. Ese sí que sería un gran enredo. Por supuesto, mi gran exigencia sería poder hacer un cameo.

–¿Por qué razón le imprimió a la historia el componente judío? ¿Cree que los enredos no hubieran sido tantos si la boda hubiese sido de otra religión?

–La novela se desarrolla en una boda en la que se casan chico y chica de la colectividad. Pero estoy seguro de que esto mismo hubiera podido pasar en un casamiento tano, gallego o armenio. Soy de origen judío, aunque no observante y del ídish conozco apenas unas palabras rutilantes, como tujes o varénikes. Por eso me dejé asesorar en el tema por mi amigo Hugo Mercer. Luego de la aparición del libro, una amiga de la infancia me explicó en detalle que el título era un conocido dicho en ídish y que, según ella, aludía a la secular costumbre masculina de pretender estar en varios lugares al mismo tiempo. Un periodista que me entrevistó en la radio dijo que ese título era pariente de otro de la cristiandad: No se puede estar al mismo tiempo en la misa y en la procesión. Me parece que tiene razón.

–A lo largo del relato se percibe cierta crítica a las imposiciones religiosas más ortodoxas.

–Tal vez lo que se percibe como crítica a las tradiciones sea lo que con humor, y hasta con piadosa ironía, pienso acerca del casamiento tradicional, de las convenciones religiosas demasiado estrictas o de la promesa de amor para toda la vida. Me vino bien ese personaje del tío (que a esa hora de la madrugada tiene sueño, que le cuesta entender el mundo actual y en especial aceptar las diferencias) para decir lo que pienso yo mismo acerca de la inexplicabilidad del amor. La argenmex Liliana Felipe tiene un tema llamado “A nadie”, que lo dice con mucha propiedad: “Pero qué cosa es el amor, medio pariente del dolor”. Mi mamá, que era una experta en hablar con refranes, le hubiera dicho al tío Medved que “no es lindo lo que es lindo, sino lo que a uno le gusta”. No esa misma noche, pero con el tiempo la novia reivindicará esa huida y le gustará haber protagonizado ese episodio con una clase de libertad que desconocía.

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“Siento que haber terminado la primera novela es como haber iniciado otra carrera.”
Imagen: Sandra Cartasso
 
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