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Viernes, 5 de enero de 2007

LITERATURA › WASHINGTON CUCURTO Y EL MUNDO SEGUN “EL CURANDERO DEL AMOR”

“El personaje hace cosas que Santiago Vega nunca haría”

Mujeriego, “peronista de raza”, incorrecto, machista, incorregible: el personaje creado por el fundador de Eloísa Cartonera ya generó todo un universo propio y ambiguo. “Mis personajes dicen barbaridades como las que escuchás en la calle”, señala el autor.

 Por Silvina Friera

La madre de Santiago Vega, más conocido en el mundillo literario como Washington Cucurto, estaba paseando por el sho-pping del Abasto y de pronto vio la portada de un libro que le llamó la atención. “Se parece a mi hijo”, dijo asombrada. Se acercó a la vidriera y comprobó que el muchacho de la foto, caracterizado como un pai brasileño o un maestro espiritual centroamericano, era ese quilmeño morrudo que ella tuvo hace 34 años. La señora entró a la librería, fue a buscar el libro, la novela El curandero del amor (Emecé), y le dijo al librero: “Soy la madre del autor”. Qué hubiera dicho la señora si hubiera leído en la portada que su hijo, parafernalia de marketing mediante, es considerado como “el hecho maldito de la literatura argentina, un auténtico cross a la mandíbula de la cultura biempensante”. Difícil saberlo porque la anécdota –que podría transcurrir perfectamente en una de las ficciones de Cucurto, bajo la estética que él define como “realismo atolondrado”–, contada por el escritor en un bar de Almagro, concluye con las palabras del vendedor: “La felicito, señora”.

Cucurto revela que ese juego de ser otra persona, que decidió jugar hace tiempo en la literatura argentina, donde la regla es la desfachatez, la liviandad, la autorreferencia –su gusto por la cumbia, su trabajo como repositor de supermercado, su lugar de nacimiento o su mujer paraguaya, entre otros detalles–, ha generado una serie de equívocos. El más importante de todos es confundir las historias del personaje Cucurto –un cumbiantero desaforado de la noche de Once, Constitución y adyacencias, mujeriego, “peronista de raza”, incorrecto, machista, incorregible– con la vida del autor. Nada más alejado de esa imagen desmesurada del marginal que vive en un mundo de excesos que verlo en ese bar de Almagro, con su hija Morena, de siete meses, tomando una gaseosa. “¿Se parece a mí?”, pregunta Cucurto, y Morena, como si lo entendiera, balbucea, a veces se ríe o trata de agarrar las servilletas de la mesa. Sí: es grandota, como el padre. “Esta va a bailar cumbia”, pronostica el escritor en la entrevista con Página/12.

Cucurto acaba de pegar ese gran salto que suele ser incómodo y molesto para aquellos autores que están acostumbrados a publicar en pequeñas editoriales porque las sienten como un espacio más acorde con sus naturalezas. Y aún más para él, que es el fundador de la editorial Eloísa Cartonera, un proyecto artístico, social y comunitario sin fines de lucro, donde cartoneros se mezclan con artistas y escritores. Cucurto ascendió a la primera división, pero el pase, parece, no sería definitivo. Su última novela, El curandero del amor, acaba de ser publicada por Emecé, pero al mismo tiempo también se reeditó quizá su libro más emblemático y querido, Cosa de negros (Interzona). “Megabardera, ultratrola, imparable, por eso la quiero tanto, por eso amo a mi ti-cki cumbiantera, lo mejor que me pasó en la vida”. Así empieza la nueva novela de Cucurto. La ti- cki de esta historia no es dominicana ni paraguaya. “Es un personaje nuevo dentro de los que vengo escribiendo”, admite el escritor. “Está inspirada en gente que conocí, que milita en agrupaciones políticas marxistas. Es una joven estudiante muy politizada, ninguno de mis otros personajes hablaban de política como ella, y si lo hacían era de una manera muy empobrecida, desde lo que dice la gente como al pasar. Mis personajes dicen barbaridades, como las que escuchás en la calle.”

–¿Qué cosas cambiaron ahora que publica en una editorial grande?

–Me llaman de todos lados, en un mes hice más reportajes que los que me hicieron desde que escribo. Es demasiada visibilidad, el libro está en todos lados. Me da mucha timidez tanta exposición. Es un cambio muy grande; me sorprendió mucho y me di cuenta de que no estoy preparado para algo así. Antes estaba más tranquilo, ahora me cuesta mucho conversar con los periodistas porque no me leyeron ni me conocen y vienen sólo por la editorial, y cuando me doy cuenta de eso no tengo ganas de hablar.

–¿Siente miedo de que se le escape de las manos el personaje que inventó, con tanta exposición?

–No, la verdad es que al personaje no lo controlé nunca completamente; es un personaje de aventuras, como un Tom Sawyer de Twain. Lo único que hice fue poner la cara, por eso a veces la gente se confunde y cree que ese personaje soy yo. Me gusta usar lo real hasta el fondo y lo imaginario también, no tengo límites. No sé qué tiene más peso, si lo real o lo imaginario, pero en la literatura todo es posible. Lo real no es lo que soy yo sino lo que el libro o lo que la historia hace real. Como siempre pongo la cara en la tapa de los libros y adopté ese nombre, entonces la gente lo relaciona inmediatamente, pero eso ya es un problema del lector y no del autor. Yo soy más tranquilo, hablo poco y no bailo cumbia.

Y creer o reventar, por la ventana del bar se asoma Julián, un amigo, saluda y sigue caminando por la calle Perón. Julián es, basta con ver el librito que acompaña la edición de la novela con las fotos de los personajes de El curandero..., Juliancito, el portero, el “luzzer” número uno de Almagro, celular y franela en mano y admirador del Turco Asís.

–En una de las escenas de la novela, Cucurto está en un telo y va recibiendo a distintos personajes, entre ellos al curandero, que le pide que lo ponga en las historias que escribe. ¿Le piden eso?

–Sí, todo el tiempo mis amigos me dicen: “Che, ¿escribiste algo sobre mí?”... También quieren que mencione los bares o casas de comidas peruanas, pero si no me acuerdo, ¿qué hago? (Risas.)

–¿Y por qué cree que quieren aparecer en los libros como si fuera estar en la televisión?

–No sé, la verdad es que es medio raro. Incluso los escritores también me piden aparecer.

–¿Se puede saber quiénes?

–Uy, no no...

–¿Serán los que están mencionados hacia el final de El curandero..., como Juan Terranova, Fabián Casas, Pedro Mairal o Manuel Alemian?

–Sí, soy muy amigo de ellos y a veces, cuando se da la situación, los menciono.

–En lo que no hay diferencias entre el autor y Cucurto es en el hecho de definirse como “peronista de raza”. En la novela, Kirchner aparece mencionado como “un seudofarsante” y “seudoperonista”. ¿Lo decepcionó el presidente?

–No, no es lo que pienso, es lo que se escucha en la calle o lo que se lee en los diarios o en Internet. Los políticos siempre defraudan, veremos qué pasa con Kirchner... Pero a mí no me decepciona ningún político porque básicamente no creo mucho en ellos. Sí creo en Evo Morales por lo que es y por lo que hizo; me siento identificado con él. Con Chávez también, por supuesto.

En la novela, el personaje Cucurto dice sobre el presidente de Bolivia: “Evito es un ídolo, un gran Indio, un caballero. Los sacó cagando a los de Petrobras y en Brasil lo odian, y fue con los tanques a romperles las computadoras a las petroleras y devolvérselas al pueblo. Y fue un pastor de cabras quien tuvo que hacerlo y a eso yo lo llamo venganza de la tierra. Y ahora el gas vale un toco para Argentina y Brasil y bien hecho, Evito. Argentinos y brasileños viven del hambre de Bolivia de toda la vida y ¿ahora se quejan porque les suben dos pesos el gas? ¡Ahora lloran por dos pesos el gas, cuando toda la vida lo tuvieron gratis! ¡Déjense de joder!”.

“El personaje Cucurto refleja cómo somos los argentinos: hablamos mucho, pero después no actuamos. Como es un personaje muy despolitizado, se corta individualmente con sus gustos”, señala el escritor. “Pero vuelvo a aclarar que muchas de las cosas que él dice no son las que pienso. En un reportaje reciente señalan que critiqué a las Madres de Plaza de Mayo en este libro, como si lo que escribí en la novela fuera lo que pienso. Y mucha gente se quejó porque supuestamente había hablado mal de las Madres.”

–¿Recibió muchos cuestionamientos por publicar en Emecé?

–Sí, pero son las mismas críticas de siempre, que hago marketing, que soy un invento... son los mismos prejuicios de antes, ahora aumentados. Pero no fui a buscarlos, ellos me llamaron y no veo por qué no editar un libro ahí. Aparte me parece bien que quieran pagar un libro mío. Para mí la literatura es un entretenimiento, y si obviamente me entretengo y además puedo conseguir que una editorial me edite, me parece que está bien. No traiciono a nadie, como dicen por ahí. Soy un laburante, trabajo todos los días en una biblioteca y en la cartonería (la editorial Eloísa Cartonera), y no vivo de la literatura.

–Quizá lo que puede resultar molesto es que se refieran a usted como “el hecho maldito de la literatura argentina”.

–Sí, puede ser, pero no hay que hacerle caso al marketing, la gente tiene que saber que eso se hace para llamar la atención, para que se venda, y que es normal. No se puede juzgar a un escritor por el marketing, los libros están para que se los lea, no para fijarse sólo en la contratapa. Los escritores no están acostumbrados al marketing, pero a mí me gusta porque desconfío de las cosas serias, y si los escritores siguen manteniendo ese perfil tan serio, no llegan a la gente. Tampoco estoy diciendo que el marketing sea la mejor manera de llegar; es sólo una. Yo escribo cuentos, poemas, novelas... no soy el Beto Casella de la literatura, como dicen en los blogs.

–¿Le pegan mucho?

–Sí, pero también los mejores lectores y comentarios los tengo en los blogs. Lo que no me parece que esté bien es lo que se dice desde el prejuicio, y que confundan a Santiago Vega con Cucurto. No hay que equivocarse; es cierto que hago todo para que se confundan, pero un lector, un crítico no puede caer en esa pavada.

–¿Qué opina de la crítica que hizo Sarlo en su revista Punto de vista?

–Y está bueno que Sarlo hable de mí; ahora soy Cucurto (risas).

–¿Está de acuerdo, como señala Sarlo, en que su literatura sería un populismo posmoderno?

–¿Seré un poco populista? (se queda pensando). Lo importante de un escritor es comunicar, no si escribe bien o mal, porque si elaborás mucho la escritura, comunicás poco o nada.

–¿Alguna vez publicará un libro como Santiago Vega?

–No, no creo. Me divierto con Cucurto, con lo que él hace y cómo se mueve. Cucurto hace lo que nunca haría yo.

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“Los políticos siempre defraudan, pero a mí no me decepciona ningún político porque básicamente no creo mucho en ellos. “
Imagen: Rafael Yohai
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