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Jueves, 31 de julio de 2008

CINE › LA MOMIA: LA TUMBA DEL EMPERADOR DRAGóN, CON BRENDAN FRASER

Tercera parte made in China

La nueva entrega de la vieja saga rebosa de debilidades estructurales, pero luce lo suficientemente bien, y corre lo suficientemente rápido, como para resultar disfrutable. Lo cual, en tiempos de cosechas pobres, no es para andar despreciando.

 Por Horacio Bernades

Advirtiendo los síntomas de desgaste que carcomían la entrega anterior, y en sintonía con lo que desde hace años vienen haciendo las corporaciones amigas, para la tercera parte de La momia la Universal Pictures le dice adiós al Egipto de los faraones y abre sucursal en China. Junto con el traslado, la franquicia recibe como refuerzo a las superestrellas asiáticas Jet Li y Michelle Yeoh, al tiempo que la coprotagonista Rachel Weisz se baja del proyecto, siendo reemplazada por la nunca demasiado expresiva María Bello. Apostando por la sumatoria, la acumulación y el gran espectáculo a como dé lugar, La momia: La tumba del Emperador Dragón rebosa de debilidades estructurales. Pero luce lo suficientemente bien, y corre lo suficientemente rápido, como para resultar disfrutable. Lo cual, en tiempos de cosechas pobres, no es para andar despreciando.

En el siglo III antes de Cristo y luego de construir la Gran Muralla, el inescrupuloso emperador Han (Jet Li) manipula primero y asesina después a su jefe militar, el general Ming, y a la amante de éste, la hechicera Zi Yuan (sin bisturíes de por medio, Michelle Yeoh parece haber bebido de la misma Fuente de la Vida Eterna que su personaje custodia). Antes de pasar a mejor vida, Zi Yuan convierte en arcilla al emperador y su ejército, condenándolos a la muerte eterna. Bah, no tan eterna, porque si no no habría película. Han es la momia de ocasión, lista para despertar si es que cierto sortilegio tiene lugar. Tendrá lugar, obvio, devolviendo a la vida a Han y sus diez mil bravos. Como la hechicera había hecho lo propio, reviviendo a Ming y los suyos, termina habiendo más muertos resucitados en La tumba del Emperador Dragón que en toda la serie de living dead de George Romero.

Confirmando que el cine de aventuras actual tiene afición por las familias (ver el desfile de hijos, abuelos y sobrinos que se pasea por la última Indiana Jones, La leyenda del tesoro perdido 2 y Viaje al centro de la Tierra), Alex, hijo de Rick (Brendan Fraser) y Evelyn O’Connell (Bello, morocha para la ocasión) se presenta aquí crecidito, y con tantas ganas de suceder a papá como el vástago de Harrison Ford en El reino de la calavera de cristal. No es una buena noticia: comparado con el debutante Luke Ford, Hayden Christensen debería haber ganado un Oscar al Mejor Actor en Star Wars: Episodio 2, señaló alguien con justeza. Junto a Alex, una hermosa chinita (la cantante pop Isabella Leong), hija a su vez de la hechicera. Completa esta especie de Campanelli asiático-sajones el hermano de Evelyn, cuñado de Rick y tío de Alex, Jonathan (John Hannah). Que vuelve a cumplir, en cuentagotas, el cada vez más burocratizado papel de descanso cómico.

Haciendo honor a sus antecedentes, el realizador Rob Cohen (Rápido y furioso, XxX) trata a los personajes como elementos de utilería, consecuencia de lo cual al habitualmente simpático Brendan Fraser sólo parece importarle que llegue de una vez el día de cobro. Pero la desfachatada política acumulativa que rige el guión le da a la película el aire de simpatía que Fraser retacea. Los guionistas se apropian, sin pagar royalties, de personajes y acontecimientos históricos (el emperador Han, la Gran Muralla), así como de lugares míticos, levantando al vuelo viejas leyendas que puedan ser de utilidad. Si la última parte de la película transcurre en el Himalaya, ¿por qué no entrarle a saco al clásico Horizontes perdidos, trayendo de allí el reino fantástico de Shangri-La? ¿Cómo no incorporar a la trama ese típico habitante de la zona que es el Yeti? ¿Y por qué un solo Yeti, si hay presupuesto para tres? “¿Sabe hablar en Yeti?”, pregunta alguien cuando una chica le dice algo al trío albino, en uno de los no muy abundantes buenos chistes de La tumba...

Aun con esta tendencia al mamarracheo estructural, La tumba... luce homogénea, tanto en términos visuales como por su dirección de arte, supervisada por la francesa Isabelle Guay (Ojos de serpiente, 300, Las crónicas de Spiderwick). Ese rubro se luce tanto en palacios chinos como exteriores nevados, haciendo gran uso de batallas rociadas por copos de nieve. Batallas que homenajean el cine asiático de artes marciales, con lluvia de acrobacias, espadeo y patadas voladoras. Como por otra parte Mr. Cohen mantiene la máquina permanentemente encendida, con menos descansos que los convenientes pero sin ceder a la histeria visual de anteriores actioners, la cosa mantiene ritmo, espectacularidad e interés. Por más que, por culpa de una defectuosa digitalización, tanto la momia como los yetis exhiban una singular disfuncionalidad virtual. Desde ya que en cuanto los bonitos títulos de cierre llegan a su fin, en la memoria del espectador todo se desmaterializa con tanta velocidad como la piel de Han, que se cae a pedazos durante toda la película. Pero nadie va a ver esta clase de espectáculos con la esperanza de recordarlos para siempre.

6-LA MOMIA: LA TUMBA DEL EMPERADOR DRAGON

(The Mummy: Tomb of the Dragon Emperor, EE.UU., 2008)

Dirección: Rob Cohen.

Guión: Alfred Gough y Miles Millar.

Intérpretes: Brendan Fraser, Jet Li, María Bello, John Hannah, Luke Ford, Michelle Yeoh e Isabella Leong.

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A Brendan Fraser sólo parece importarle que llegue el día de cobro.
 
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