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Miércoles, 22 de octubre de 2008

CINE › CARLOS ECHEVERRíA Y QUERIDA MARA, CARTAS DE UN VIAJE POR LA PATAGONIA

“Poco cambió desde el ’46”

El director habla del documental que presenta hoy en la sala Lugones, dentro del DocBsAs: un retrato de la difícil situación de los peones golondrina dedicados a la esquila, atados al designio de los dueños de estancias.

 Por Oscar Ranzani

Durante su infancia, el documentalista barilochense Carlos Echeverría idealizaba la vida en el campo, producto de que iba seguido a la zona rural porque tenía familiares allí y su abuelo era encargado de campos en Río Negro y Neuquén. Pero una conversación que tuvo a los ocho años con su madre lo bajó a tierra al describirle la situación real en los campos patagónicos que funcionaban prácticamente como un sistema feudal: el niño se enteró de que los peones no eran considerados personas. Esa conversación le quedó grabada y Echeverría siempre tuvo la intención de hacer una película que denunciara la situación en los campos patagónicos, incluso antes de tener la certeza de que iba a estudiar cine.

Esa idea se convirtió en realidad y hoy a las 19.30 presentará Querida Mara, cartas de un viaje por la Patagonia en la Sala Lugones del Teatro San Martín (Corrientes 1530), como parte de la programación del DocBsAs/08. Con un brillante trabajo de fotografía, el film refiere las pésimas condiciones de los trabajadores golondrina que tienen que emigrar de sus provincias (en el caso del film, la mayoría de Corrientes) hacia el sur patagónico para esquilar ovejas, a 35 centavos por animal. Querida Mara... está narrado a través de la voz en off de alguien que viaja junto a los peones y le “escribe” a una mujer que no existe, contándole sus sensaciones. El film se conecta también con la historia, ya que el recorrido que realiza el colectivo que transporta a los trabajadores es el mismo que en 1922 efectuó una columna del Ejército para reprimir y fusilar a los peones en huelga que reclamaban mejores condiciones laborales. Antes que periodístico, el tono de la voz en off es poético y se mezcla con la cruda realidad de los esquiladores, quienes dejan a sus familias durante meses, se llevan unas pocas prendas (las más baratas porque se destruyen con el trabajo) y algunos artículos de higiene. Querida Mara... no es un documental de entrevistas sino una road movie social, donde la cámara funciona como un testigo de situaciones, excepto en el caso del correntino José Luis que comenta algunos padecimientos.

Echeverría, director de Juan como si nada hubiera sucedido (una de las mejores películas sobre las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura), y de Pacto de silencio, sostiene que tanto el tema de la explotación de la lana como de la esquila “es una excusa para no quedarme en un solo campo, una sola estancia, sino ir por cinco provincias patagónicas. Es una denuncia de las condiciones del trabajador golondrina de la esquila, pero, a su vez, también permite entrar a los campos y ver la situación del peón ‘estable’”. Por otro lado, el realizador sostiene que lo que denuncia su film “no es una historia de una vez sino algo cíclico: las estructuras siguen así, porque la gente que es dueña o maneja estancias, salvo raras excepciones, tiene esa ideología”.

–Teniendo en cuenta que se trata de un trabajo muy antiguo, ¿las condiciones son las mismas o cambiaron?

–Hay dos cosas fundamentales para tener en cuenta. Hubo pocos cambios en cien años. Hay un cambio fundamental en el ’46 que fue la creación del Estatuto del Peón, del justicialismo. Tiene mucho que ver con la relación de Perón y los peones de campo en Camarones, en Chubut. La parte que él pasó entre infancia y adolescencia, o de visita a la madre, tuvo contacto con los peones. Antes del ’46 los peones no tenían un lugar donde vivir: taperas, una carpa, alguna cosa improvisada donde dormían. No había condiciones de hábitat para los peones. En el ‘46 los estancieros pueden tener un pabellón, habitaciones, condiciones más dignas para los peones de campo, y la Gendarmería controla si hay mejoras. Después de eso no se hizo más nada. Esto es con respecto a los peones estables. Lo que la película denuncia es que más allá de las condiciones que tengan los peones estables, para los esquiladores no hay condiciones.

–¿Por qué?

–Porque cada estanciero dice: “Si solamente vienen tres, cuatro o cinco semanas al año, no voy a construir un lugar especial, no voy a poner baño”. Se tienen que arreglar como puedan. Va variando: hay estancias que tienen algo, un lugarcito para bañarse que, en algunos casos, está en el mismo galpón de esquila, en una parte superior. Pero hay lugares en Neuquén que tienen un lugar muy chiquito para cocinar, el agua es estancada, sin baño, nada. Y se trata de gente que para sí misma y para turistas tiene habitaciones, piletas de natación, canchas de tenis...

–¿Cuáles son los principales problemas del trabajador golondrina?

–Primero, la desocupación en su lugar de origen. Y la inseguridad que eso les produce. Finalmente, siempre vuelven a recurrir a la esquila. En general, todos los años están pensando: “Para el año que viene voy a tratar de conseguirme otra cosa”. Abrir un kiosco, tener un remise, algo para estar cerca de la familia y en el lugar donde viven, y no dejar a los chicos solos. Pero la cuestión económica se les hace cuesta arriba: no consiguen trabajo, salvo changas. La esquila les da cierta seguridad, en el sentido de que se van a dedicar únicamente a trabajar, van a tener una determinada cantidad de plata si trabajan como se les exige. Tienen la comida asegurada y saben que pueden ir enviando dinero a la familia.

–¿Lo que hacen en la temporada les alcanza hasta la próxima?

–Ahí está el tema de por qué muchos vuelven. Aquellos que consiguieron cobrar una parte importante de la esquila tratan de estirarlo hasta la próxima temporada. En el medio pueden encontrar alguna changa, algún trabajo de ocasión en su origen que puede pasar por cualquier otro oficio: pintura, albañilería. También están los que consiguen otro tipo de trabajo: por ejemplo, en la zona del Alto Valle algunos participan de la zafra de alguna fruta. Pero lo cierto es que la mayoría empieza a endeudarse. Cuando empieza la temporada de esquila, no les queda otra que ir allí y, además, ya arrancan endeudados. Entonces, lo que hacen es pedir un adelanto al contratista y empezar a tapar las deudas.

–Antes que entrevistas, el documental registra situaciones. ¿Esto fue pensado como una manera de generar intimidad o fue una elección narrativa?

–En realidad, lo tengo yo como una elección narrativa ideal que no siempre practico, porque estoy condicionado por la historia o la temática. La idea inicial era subirse al micro y registrar las situaciones, como esa discusión salarial entre el contratista y uno de los esquiladores.

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“Por la desocupación en su lugar de origen, todos vuelven a recurrir a la esquila”, explica el director.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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