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Miércoles, 24 de diciembre de 2008

CINE › ENTREVISTA A ROLF DE HEER, DIRECTOR DE EL RASTRO

“Muchos australianos desconocen esto”

Para el director holandés, el film que se estrena mañana en Buenos Aires es una forma de tender un puente sobre un importante agujero en la historia de Australia: el genocidio aborigen llevado a cabo en la década del 20.

Situada temporalmente en 1922 en escenarios naturales de la tierra de los canguros, El Rastro (The Tracker) –que se estrena mañana– es un western australiano dirigido por el realizador de origen holandés Rolf de Heer (asentado en Australia desde hace tiempo), quien concibió esta película hace diez años: “Había escrito un borrador cuando estaba realizando una investigación para otro proyecto”, señala De Heer por correo electrónico, mientras recalca que la historia la escribió en tan solo un día: tres hombres blancos utilizan a un aborigen (David Gulpilil) para rastrear a otro aborigen fugitivo que supuestamente mató a una mujer blanca y, en el medio del periplo, se topan con distintas tribus. Es una historia cargada de violencia, dueña de una complejidad narrativa, ya que el director decidió utilizar pinturas que ilustran esos momentos de violencia racial; por otro lado, la música no funciona sólo como acompañamiento, sino que hay canciones que relatan acciones y características de los personajes.

–Si bien es una ficción, ¿se propuso desnudar la discriminación, torturas y vejaciones de las que fueron objeto los aborígenes de Australia?

–Había leído sobre las relaciones entre los aborígenes y los colonizadores blancos y me di cuenta de que una parte de la historia de Australia no había sido contada por el cine hasta ese momento. Decidí incluir a los aborígenes al momento de contar la historia y la respuesta de ellos al momento de filmar fue: “Hagan lo que sea necesario porque queremos que esta historia sea contada”. Lo duro fue que los extras fueron encadenados juntos por sus cuellos, como se acostumbraba en esos días: esto era un triste recordatorio de cómo solíamos hacer las cosas, aun durante mi época. Creo que los extras nos comprendieron y permanecieron pacientes, cautivos en sus cadenas. Elegí situarlo en 1922 porque es previo a los ‘30, en los que comienza una etapa de cambio. Además, es el año que mi padre nació y, por muchos años, no se habló de este tema. Sobre todo después de los ‘50 se tendió a olvidar. Aunque El Rastro es una historia de ficción, intenta mostrar las prácticas y actitudes de la época en la historia australiana. Se mataron entre 4 y 5 mil aborígenes con los rifles Martini. Muchos australianos no saben de esta historia; ni pensar en el desconociemto a nivel mundial de esta matanza.

–¿Buscó plantear una reflexión crítica sobre el colonizado y el colonizador, explorando una situación de tensión racial y violencia latente?

–Mi proyecto era poner sobre el tapete que había muerto mucha gente y que su cultura fue destruida. No se trató de destruir directamente la cultura, pero a través de su asesinato se lo hizo.

–¿Cómo fue la elección del actor aborigen David Gulpilil?

–David Gulpilil nació en el norte de Australia. Creció en un estilo de vida tribal en la zona del parquet Kakadu. Yo nunca había visto a David y ahora estoy convencido de que es realmente el mejor actor con el que pude haber hecho el film. Lo hizo fantásticamente. Había escuchado de él, pero no lo conocía. Fue muy difícil nuestro encuentro porque yo no podía entender su inglés. Y pensé: “Yo no puedo filmar con esta persona, será imposible”. Tuvimos una primera entrevista luego del casting y no nos entendíamos adecuadamente. Yo sentía que no compartíamos nada de la cultura. Pero afortunadamente él me dijo: “Tienes que venir y conocer mi país”, porque vive en un espacio tan remoto y alejado que es verdaderamente otro país. Estuvimos juntos una semana y compartimos muchas cosas, nos hicimos muy amigos. Aprendimos a entendernos y él me enseñó muchas cosas. Varias de ellas fueron utilizadas para el film. El tiene todos los elementos que la historia necesita. Es realmente un rastreador.

–¿Por qué decidió incorporar pinturas de Peter Coad combinadas con las escenas?

–Las escenas de masacre me preocuparon durante la preproducción. Estaba cada vez más preocupado por la naturaleza de la violencia en la pantalla y lo que eso nos hace. Por ello consideré alternativas para representar la violencia. Hasta que el reconocido paisajista australiano Peter Coad se encontró conmigo. Miré a Peter y pensé: “Ahora sí. Esto es lo que haremos: tratar la violencia con pinturas”. Le encargué realizar catorce escenas en grandes lienzos de proporciones anamórficas para que pudieran ser filmadas y editadas dentro de la película. La mayoría de las pinturas son figurativas y representan la violencia infligida a los aborígenes. Otras muestran el paisaje y las armas. Es la primera vez que se incluyen ilustraciones originales en una película australiana.

–Otra de las características es que la música no funciona simplemente como acompañamiento. ¿Por qué incorporó esta modalidad de lenguaje?

–Imaginarme haciendo una película con canciones fue bastante extraño, pero me pareció bien. Tenía que ver con el contenido: con aligerarlo y subvertirlo. Hablé con mi antiguo amigo, el compositor Graham Tardif, que escribió la música y la melodía para diez canciones. Desde el comienzo pensé que teníamos que establecer el nexo entre la oscuridad del tema y la acción del film. Quería mostrar temas originales y siento que la voz del cantante le pone voz al alma del rastreador. La música cumplía una doble función: ser banda de sonido de una película (como música de cine) y la que le permite expresar el carácter del rastreador. Porque, además, el músico aborigen Archie Roach fue elegido para dar voz a estas canciones y esto fue fundamental. A partir de las canciones se crea un mundo, la melodía conduce por un camino y yo me encargué de crear algunas líneas, que fueron más de tres meses de trabajo: significó para mí un trabajo de herrero con las palabras. Fue bastante difícil. Había que encontrar los sonidos, las melodías y sobre ellas las palabras que expresaran estas ideas. Quería describir algo del alma australiana a través de la voz.

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De Heer apeló a una serie de canciones y pinturas originales como recursos narrativos.
 
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