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Jueves, 23 de abril de 2009

CINE › BATALLA EN EL CIELO, SEGUNDO LARGOMETRAJE DEL MEXICANO CARLOS REYGADAS

La tragedia de los abismos de clase

Cuatro años después del escándalo que provocó en el Festival de Cannes, llega finalmente a la cartelera porteña el controvertido film del autor de Japón y Luz silenciosa, con el que pretende incomodar, ir en contra de las expectativas del espectador.

 Por Horacio Bernades

Como a su maestro Robert Bresson, al mexicano Carlos Reygadas parecen fascinarle los mundos herméticos, tanto por lo (poco) que muestran como por lo que esconden. En su deslumbrante ópera prima, Japón (2002) y en la no menos imponente Luz silenciosa (vista en el Bafici 2008), las motivaciones de los personajes, el funcionamiento de las cosas, los enigmas del paisaje, tienden a quedar en el secreto. Pero el tamaño del encuadre y los grandes espacios abiertos impulsan en ellas a una intensa, sostenida forma de contemplación, tal vez en busca de revelación. Por el contrario, Batalla en el cielo –su película intermedia, de 2005, que hoy se estrena en Argentina en proyección DVD– transcurre en el abigarrado, superpoblado Distrito Federal mexicano, y allí no parece haber lugar en el encuadre para contemplar nada que no sea hacinamiento, insalvables abismos de clase, despersonalización y tragedia.

“Secuestramos a un bebé, y se nos murió sin querer hoy a la mañana”, le larga Marcos a Ana, con total impasibilidad, después de hacerle el amor. El impertérrito Marcos (el actor no profesional Marcos Hernández, a quien Reygadas conoció trabajando para su padre) se desempeña como chofer y personal de seguridad, al servicio de un general. La hija de éste, Ana (Anapola Mush-kadiz) encaja perfectamente en el prototipo de la lindita de clase media alta. Con una salvedad: trabaja como prostituta de alto rango. “Tú lo que quieres es cogerme”, frena a Marcos. Pero es ella la que lo apura. Nada más fuera del alcance de Marcos, sin embargo, que la fantasía del chofer sexy, joven y musculoso. Sin esperar a cambio dinero, sonrisas o caricias, Ana debe batallar, y no en el cielo, para arrancarle una módica erección a este hombre sin atributos. ¿Qué la lleva a hacerlo? Tal vez la respuesta esté en aquel famoso coito geriátrico de Japón, de motivaciones tan indiscernibles como aquí.

La lenta fellatio que Ana le practica al flácido Marcos, y que sin ahorrar ningún detalle abre y cierra la película, le dio a Batalla en el cielo un aura de escándalo, desde su presentación oficial en Cannes. Frente a eso, Reygadas señaló, con acierto, que teniendo en cuenta las relaciones de clase entre ambos contendientes, si había allí algún escándalo no era de orden sexual, sino social y político. Más que espantar al espectador, lo que busca Reygadas en Batalla en el cielo pasa más por incomodar, desorientar, ir en contra de las expectativas. Incomoda tanto la agudísima alarma de un reloj, que no deja de sonar durante una larga escena, como los extendidos planos fijos sobre rostros de expresión vacuna. Desorienta la utilización de la música: sacra durante la fellatio, barroca en una gigantesca estación de servicio. O brutalmente traspolada, como sucede con la versión de La saeta para banda callejera, o con esa insólita Blowing in the Wind de letra confesional, que se oye durante una misa.

Contraría toda expectativa caracterizar a un general como un ino-fensivo tipito en shorts, de voz de pito y hablar temblequeante. Pintar a una pareja de secuestradores de bebés como tiernos tortolitos. Hacer que un hombre asesine de modo en apariencia tan desmotivado, como los protagonistas del El extranjero o El temor del arquero ante el tiro penal. Si en sus otras películas Reygadas observa a sus criaturas desde una distancia no exenta de curiosidad, aquí la distancia se hace abismo, la curiosidad parecería dar paso a la repulsión. Hay un par de ocasiones en las que el abismo se tiende de modo literal. En ellas, la cámara –operada una vez más, como en Japón, por el argentino Diego Martínez Vignatti– observa desde las alturas, como el biólogo sus hormigueros y ratas de laboratorio. Si no, mira fijo y de frente, de un modo que recuerda a la foto de prontuario.

Reducidas a una mecánica de la fornicación, las escenas de sexo parecen arrancadas de un libro de zoología. En una de ellas, la zoología se cruza con la catequesis, cuando el protagonista se queda mirando, intrigado, una estampita de martirologio. Más tarde esperará que la Virgen de Guadalupe lo salve de su condena, peregrinando de rodillas hasta la Catedral metropolitana. Capturadas a la manera de un documental, grandes procesiones religiosas y paradas militares abundan en Batalla en el cielo. Tanto como la bandera tricolor, desplegada una y otra vez en fantasmales desfiles de madrugada. México, sus rituales y criaturas, observados por un demiurgo a quien tal vez el asco haya vuelto implacable. Dos años más tarde, en Luz silenciosa asomará un Reygadas más sereno, como expurgado. Pero esa es otra historia, y hay que ver si se la verá por acá.

7-BATALLA EN EL CIELO

Francia/México/Bélgica/Alemania, 2005

Dirección y guión: Carlos Reygadas.

Fotografía: Diego Martínez Vignatti.

Música: John Tavener.

Intérpretes: Marcos Hernández, Anapola Mushkadiz, Bertha Ruiz, David Bornstein y Rosalinda Ramírez.

Estreno en proyección DVD, en los cines Arteplex (Centro, Belgrano y Caballito) y Arte Cinema (Salta 1620).

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Marcos Hernández y Anapola Mushkadiz, despersonalización y tragedia.
 
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