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Jueves, 24 de septiembre de 2009

CINE › CUESTIóN DE PRINCIPIOS, DE RODRIGO GRANDE, CON FEDERICO LUPPI Y NORMA ALEANDRO

Una pulseada entre la ética y el pragmatismo

 Por Horacio Bernades

Un hombre en inferioridad de condiciones resiste a cualquier precio, decidido a mantener su dignidad, que es lo último que le queda. Teniendo siempre a una corporación desalmada por antagonista, esa fábula, que el cine estadounidense ha narrado reiteradamente –de Capra a Los secretos del poder, para dar un brusco pantallazo–, encontró campo fértil en el cine argentino de las últimas décadas. De Tiempo de revancha para acá, en formato de thriller, drama o comedia dramática, películas como Perdido por perdido, El dedo en la llaga y Luna de Avellaneda se inscribieron en esa serie. Basada en el cuento homónimo de Fontanarrosa, y coescrita por él, en Cuestión de principios el protagonismo de Federico Luppi hace más visible esa continuidad. Y las insalvables diferencias, claro.

Entre la más tradicional comedia costumbrista y la épica individual se ubica esta segunda película de Rodrigo Grande (Rosario, 1974), quien ya en su debut, Rosarigasinos (2001), había reunido a Luppi con Ulises Dumont. Empleado en una compañía constructora, Castilla (Luppi) es una suerte de gentilhombre, descendiente lejano de aristócratas españoles y con un padre que supo ser presidente del Comité de Etica del Jockey Club. Siempre con su mujer Sarita dispuesta a atenderlo (Norma Aleandro, reunida con Luppi luego de Sol de otoño), su rechazo por toda forma de modernidad se hace manifiesto en presencia de jóvenes, ya sean los bullangueros e incultos compañeros de trabajo como su hijo adoptivo, Rolito, versión criolla de Beavis & Butthead. Esa distancia no le impide a Castilla mirar con cariño a Inés (María Carámbula), que, en medio de la bestialidad de sus compañeros, se siente comprensiblemente tocada por la caballerosidad del dinosaurio.

Pero en la oficina acaba de asumir un nuevo jefe, Silva (Pablo Echarri), yuppie recién llegado de España, que viene dispuesto a “modernizar” la empresa a fondo. Ya se sabe lo que esto quiere decir en esta clase de historias: el tipo es la encarnación misma del demonio. De manera que el enfrentamiento que sobrevendrá polarice las cosas, bien en blanco y negro. Como se trata de una comedia dramática, el conflicto consiste en algo ridículamente ínfimo: Silva colecciona una vieja revista de espectáculos, le falta un número y Castilla lo tiene. Pero no está dispuesto a regalarlo, mucho menos a venderlo: en ese número hay una foto de su padre, en compañía del príncipe Humberto de Saboya, y eso tiene para él un carácter que no hay dinero que pueda comprar.

De allí en más es una pulseada entre la ética y el pragmatismo, entre los valores “de antes” y los “de ahora”. Pulseada que deberá confirmar, por supuesto, que todo tiempo pasado fue mejor. Es una historia vista mil veces, contada con la mayor falta de matices del mundo y con el desenlace que cabe esperar. Lo curioso es que –tal vez por aquello de que en un thriller lo más importante es el villano– antes que un Luppi repetido y una Aleandro tratada con máxima misoginia, el que vuelve a lucirse es Echarri, que compone con enorme precisión y carisma a su despreciable monstruo moderno.

5-CUESTION DE PRINCIPIOS

Argentina, 2009.

Dirección: Rodrigo Grande.

Guión: R. Grande y Roberto Fontanarrosa, sobre cuento homónimo de este último.

Intérpretes: Federico Luppi, Norma Aleandro, Pablo Echarri, Pepe Novoa y María Carámbula.

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Luppi y Aleandro, el reencuentro.
 
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