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Viernes, 5 de febrero de 2010

CINE › ENTREVISTA A SANTIAGO LOZA, DIRECTOR DE ARTICO

Los sobrantes de un thriller

En su tercera película, el cineasta cordobés decidió trabajar rápido y con pocos recursos. El resultado es un film con un solo personaje, un empresario que debe pagar el rescate de su esposa, víctima de un secuestro.

 Por Oscar Ranzani

Entre Cuatro mujeres descalzas y La invención de la carne, el cineasta cordobés Santiago Loza realizó un experimento cinematográfico al que calificó como “un ejercicio libre”: debido a las dificultades para filmar un largometraje que tenía por aquel entonces, comulgó con la idea de Iván Fund de dirigir una película en muy pocos días y con escasos recursos. Gracias a la colaboración del Instituto Audiovisual de Entre Ríos (IADE) pudo ponerse a trabajar con una cámara. El resultado es Artico, que se proyecta los jueves y sábados de febrero en el Malba (Figueroa Alcorta 3415). La esencia del film nació en un curso de dramaturgia de Mauricio Kartun, al que asistían Loza y el protagonista de la película, Pablo Seijo. En una clase, Kartun explicó la metodología de un secuestro “y los viajes inútiles que deben hacerse para pagar el rescate”. “Inmediatamente pensé que lo que me gusta del cine es esta inutilidad de los desplazamientos, de los viajes, y vi que podía hacer una película con eso”, señala Loza en diálogo con Página/12.

Precisamente, Artico muestra el deambular de un hombre –único personaje del film– que debe pagar el rescate de su mujer y que se comunica con los captores por celular, atravesando lugares inhóspitos y verificando que no haya policías en el camino. Pero, lejos del thriller convencional, el film muestra a este hombre de unos 40 años en un largo peregrinar que lo llevará a un camino de decisión existencial. “Un género no es algo que me sea próximo. Entonces, pensé cómo sería un policial narrado desde mi percepción. Traté de permitirme eso y de trabajar sin un guión fijo. Había un tratamiento de quince o veinte páginas y sobre pautas bastante claras: lo que se buscaba era salir a la calle con un actor y que algo del orden de lo dramático sucediera”, explica Loza.

–Si uno imagina un secuestro, piensa enseguida en el tema del vértigo. ¿Por qué lo desestimó en este caso?

–No desestimo el género y me gusta mucho ver películas de género, las disfruto. Pero no tengo una proximidad. Mi forma de relatar no expresa un cine de género. Lo que podía hacer era tomar los desechos del género, lo residual: los tiempos en los que la información no está dada, los tiempos de espera. En un thriller clásico todo eso estaría eliminado. Artico sería los sobrantes de un thriller: uno puede seguir cierta huella de un thriller pero es como algo de desecho. También, la forma de Artico terminó decantando en el montaje.

–¿Lo pensó como un thriller no convencional?

–Desde el principio se pensó como una especie de thriller desarmado en el que el peso está en esos tiempos aparentemente muertos. Siento que hay una tensión en la película, pero corrida de lo que sería una tensión clásica, del tipo ¿qué va a pasar? Es un devenir. En el montaje quedó una especie de película física o hipnótica. Si no entrás en ese viaje y si la querés entender en términos de lógica de género, no vas a poder disfrutarla.

–¿Es por eso que el personaje es poco emotivo, más bien calculador? Parece que no sufre lo que le está sucediendo...

–Al principio es un personaje casi arquetípico: un empresario, casi un forastero que llega a esa zona. Sabemos muy poco de él y lo único que vamos percibiendo es como si el personaje se fuera disolviendo con el paisaje. Se va haciendo parte del paisaje. Y ambos tienen casi el mismo peso dramático. Es alguien que se entrega a ese entorno que, en principio, le es hostil. No creo que Artico sea una película psicológica: es una película sobre un flujo de movimiento y sobre un devenir.

–¿Y cuál era la idea de ese perderse en la inmensidad de los paisajes que atraviesa?

–Quería que el personaje fuese quitando capas hasta llegar a cierta levedad. Más allá de la trama policial, me interesaban esas decisiones involuntarias, o cómo algo te empuja a tomar decisiones existenciales.

–¿A qué remite el título?

–Tiene que ver con que el Artico es un paisaje del que uno tiene referencias pero al que es difícil llegar, que uno no conoce. Es como una zona casi imaginaria. Y para este personaje, el ámbito en el que se desplaza es tan lejano como el Artico para uno.

–¿Por qué prácticamente no hay diálogos?

–Estoy trabajando en teatro y hay algo del diálogo que experimento mucho allí. En mi film anterior, Cuatro mujeres descalzas, había trabajado con diálogos y me parecía que había tocado cierta zona peligrosa. También creo que uno intenta en cada película refutar lo que hizo antes. Además, la experiencia de Artico lo requería.

–¿Le resultó compleja la tensión dramática con un solo personaje?

–Hubo una colaboración con el actor. Pablo Seijo es muy conocido en teatro pero no había hecho un protagónico en cine. Y esa especie de galán un poco áspero me servía y me daban ganas de filmarlo. El colaboraba con esta cosa de “duro”. En el rodaje se lo empujó a que probara cosas. También algo de la tensión del personaje terminó de armarse en el montaje.

–¿Cómo se construye el misterio a través del silencio?

–Hay que administrar los indicios que se van dando. Hasta que está avazanda la película no se ve que hay un dinero que él lleva. En todo relato, el misterio tiene que ver con cómo uno administra la información. En Artico está la mínima información para seguir la historia. Se trata de que alguien se entregue al relato. El problema es si empezás a requerirle realismo al relato o información que generalmente suministra un cine más clásico, porque no vas a tener cómo satisfacerlo.

–¿Qué papel juega la soledad en la vida de este hombre?

–En casi todas mis películas hay personajes muy solitarios. En este caso, se trata de una soledad un poco forzada. Uno se va dando cuenta de que es alguien que no ha elegido la soledad sino que está totalmente entregado a ese deambular solitario pero porque está obligado a eso.

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Antes de Artico, Loza había filmado Cuatro mujeres descalzas y La invención de la carne.
Imagen: Martin Acosta
 
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