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Martes, 9 de marzo de 2010

CINE › NICOLáS SCHMERKIN, EL OTRO GANADOR ARGENTINO EN LOS ANGELES

“Es la recompensa máxima”

El productor argentino asentado en París ganó el Oscar al Mejor corto de animación con Logorama, notable película en la que cada personaje está representado por un logo famoso. Sus padres se exiliaron en Francia en 1977, huyendo de la dictadura.

 Por Mariano Blejman

“Si juega Francia contra Argentina, mi corazón está con Argentina”, dice el productor Nicolás Schmerkin en exclusiva a Página/12, como para que no queden dudas sobre sus sentimientos, quien en la madrugada de la entrega de los Oscar se hizo mundialmente famoso por haber ganado el premio al “mejor corto de animación” con Logorama. El film de origen francés muestra una ciudad de Los Angeles totalmente invadida por marcas publicitarias, donde cada uno de los personajes y edificios es personificado por un logo. En sus segundos como orador, Schmerkin agradeció a “los tres carteles no oficiales que aparecieron en la película” y aseguró que “ninguno de los logos fue maltratado durante la filmación”. El corto, que ya había sido premiado, adelanta un posible cataclismo en Los Angeles. La historia fue realizada por François Alaux, Hervé de Crecy y Ludovic Houplain. Logorama se impuso frente a otro film francés, French Roast, de Fabrice O. Joubert, y el español La dama y la muerte, producido por Antonio Banderas. Schmerkin dejó el país en 1977, con cuatro años de edad, ya que sus padres tuvieron que exiliarse durante la dictadura militar. Con su productora, Schmerkin produjo 25 cortos, se escribieron dos largos y ahora espera que el Oscar “nos ayude a ir más rápido y mejor a donde queremos ir y que ayude a que la animación en Francia sea considerada más que dibujos animados para chicos y que se cree un César para el corto de animación”, pide.

–¿Cómo llegó a recibir la estatuilla más codiciada en el mundo del cine?

–Nací en 1973, y me fui de Argentina en el ’77. Siempre me interesó el cine. Creé mi compañía Autour de Minuit en 2001. En 2004 me contactaron los directores de este proyecto, que querían hacer un trabajo con logos de marcas comerciales. Tenían el guión y el storyboard, que podía ser para filmar con actores o con una técnica neutra. Pero cuando vi el concepto y la historia dije “esto es un golazo”. Empezamos a desarrollar el proyecto, haciendo un casting de logos para hacer corresponder cada personaje y objeto del decorado con una marca. Hicimos una búsqueda de unos 30 mil logos, tuvimos un trabajo de segunda escritura, para que se encontrara un logo para cada personaje. Nos costó encontrar uno para un personaje femenino, por ejemplo, y sacamos algunos personajes –como un surfer– porque no encontramos marca para él. Eso duró un año y medio. Conseguimos financiamiento de una compañía que se llama Mikros y ahí se hizo la animación: en abril y mayo de 2009. El corto fue seleccionado en La Semana de la Crítica de Cannes y después hizo un recorrido bastante fenomenal. Tuvimos 25 premios en festivales internacionales, como el Sundance, Clermont-Ferrand (donde Schmerkin ganó el premio al mejor productor), y luego entró en los Oscar, finalmente fue nominada y ayer ganamos. Era una película típica que podía tener un recorrido fantástico.

–¿Cómo fue el momento de la entrega del premio?

–Fue espectacular. El Oscar es la recompensa máxima, más que Cannes, sobre todo en Los Angeles donde me miran con el Oscar, todo el mundo me felicita, sonríe... y si uno lo guarda se vuelve una persona cualquiera. Sobre todo aquí donde todos quieren hacer cine. Estuve estresado durante un mes, pero ayer estaba como relajado. Cuando me llevaron detrás del escenario me giraba la cabeza, pasaba por laberintos, escenarios, sacaban fotos, aparecían pantallas, y yo aparezco en fotos muy estúpidas porque todos te llaman, te piden hacer cosas, tirar el Oscar. Pero después volví a la sala, festejamos con muchas estrellas.

–¿Encontró una porción de realidad?

–En la fiesta posterior se ve gente que se pelea para llegar hasta el bar por una copa de champagne. Lo ves a Quentin Tarantino que no puede tomar un trago y adelante está Matt Damon y a él le pasa porque más adelante está Morgan Freeman y se están peleando para llegar al trago. Es sólo gente como cualquier otra tratando de agarrar una copa. Pero ahí son todas estrellas, están todos al mismo nivel, no les pasaría en ningún otro lugar. La verdad, fuimos a una cena oficial con orquesta y todo, fue un poco aburrido, además nos tocó una mesa de abogados de la Academia. Era medio irónico, porque hicimos una película que tiene 3000 logos usados digamos ilegalmente, y nos pusieron en una mesa de abogados de la Academia que dio un Oscar a una película un poco subversiva e ilegal. Hubiésemos preferido comer con una estrella.

–¿Por qué ilegal?

–No le pedimos a nadie la participación. Si no, no hubiéramos hecho la película, y ahora que tenemos el Oscar supongo que nadie va a molestarnos. Además, hasta ahora recibimos correos de empresas contentas con su participación.

–¿Cómo es su relación con la Argentina?

–Nací ahí, me fui de chiquito. Pero la mayoría de mi familia está en Buenos Aires. Trato de ir cada dos o tres años, me gustaría un día filmar una película ahí, trabajar un poco con Argentina, reencontrarme con las raíces. Estoy en contacto con algunos argentinos, pero tampoco cultivo el argentinismo. Soy amigo de Gaspar Noé, que a mí me encanta, tengo una revista que se llama Reperages, cuya traducción es algo así como scouting de nuevos talentos, y la idea es mostrar los nuevos directores, las nuevas películas. Me alegro de que éste sea un Oscar un poquito argentino, además del oficial de Campanella. Porque cuando hay un partido de fútbol Argentina-Francia hincho sólo por Argentina.

–¿Se siente un poco exiliado, todavía?

–Mi cultura es bastante francesa. Pero compartí la escuela, con algo de cultura de mis viejos. Cuando era más chico me pude sentir un “ni ni”, ni francés ni argentino. Además en Francia nadie me creía que era argentino y en Argentina nadie creía que era francés. Además, Francia no reconoce la nacionalidad argentina, entonces tendría que haber hecho la colimba en los dos países. No la hice: saqué número bajo en Argentina y en Francia... tampoco.

–¿Sigue políticamente lo que ocurre en el país?

–Hace unos años que no sigo más de manera precisa la cuestión cotidiana política, pero con un amigo colega, Martín, estuvimos preparando un documental sobre el 2001 durante dos años y al final Pino Solanas sacó su película con mismo tipo de estructura. No valía la pena con ese mismo tema sacar el film, así que tenemos toneladas de material que nunca utilizamos. Ahora estoy trabajando con una historia de un escritor francés que se va un mes y medio a la Argentina. Es un policial que se desarrolla entre la dictadura y la actualidad.

–¿Y podría decirme, entonces, por qué se fue del país?

–Por la dictadura. No me fui solo, porque quería. Mi vieja tuvo que huir del país, mi viejo fue preso político y yo me fui en el ’77. Tengo tres recuerdos, uno haciendo cola para ir a visitar a mi padre en la cárcel, otro despertando a mi abuelo porque yo hacía de “Hombre biónico” y uno más donde me caía en un tobogán en una plaza. Debería poder recordar la ida en el Aeropuerto de Ezeiza, pero no la recuerdo.

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“Trato de ir cada dos o tres años, me gustaría un día filmar una película ahí, trabajar un poco con Argentina.”
 
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