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Martes, 13 de abril de 2010

CINE › COMPETENCIA INTERNACIONAL: LO QUE MáS QUIERO Y GO GET SOME ROSEMARY

Las chicas de Bariloche y el padre inadaptado

 Por Horacio Bernades

Filmada en los alrededores de Bariloche, casi no hay fotograma de Lo que más quiero –ópera prima de la graduada de la FUC Delfina Castagnino– que no tenga de fondo un lago, un bosque, una montaña. Opus 2 de los mellizos Joshua y Benny Safdie, Go Get Some Rosemary (Daddy Longlegs) es, en cambio, una película tan neoyorquina que en ella Abel Ferrara hace de ladrón callejero. Si algo tienen en común Lo que más quiero y Go Get Some Rosemary es que pueden ser vistas como comedias o dramas, según dónde se ponga el foco.

Ex asistente de Lisandro Alonso y Matías Piñeyro, no es raro que en su primera película Delfina Castagnino haga pensar en un cruce entre el cine de ambos, si algo así es concebible. Lo que más quiero narra los días que una chica porteña pasa en Bariloche, invitada por una amiga del lugar. La chica 1, estudiante de teatro, se está separando de su novio. Chica 2 (ninguna de ambas es nombrada a lo largo de la película), hija del dueño de un aserradero, afronta la reciente muerte de su padre, legado que le queda grande. Chica 1 flirtea un rato con un chico local, lo cual parece molestar a chica 2, de novia con un amigo de aquél. Pero Lo que más quiero no es una estudiantina, sino lo que podría llamarse una “ficción de observación”. Está filmada como una de Lisandro Alonso: con largos planos secuencia con cámara fija (algunas escenas duran cerca de diez minutos). Aquí y allá Castagnino intercala algún jueguito oral entre los personajes, del estilo de los que les gusta jugar a los protagonistas de las películas de Piñeyro (María Villar y Esteban Lamothe son parte del asunto). Una larga escena de diálogo entre ambos produce tanto placer como disgusto. El placer es producto de la soltura de los actores y de su excelente relación con la cámara. El disgusto, que el personaje de Lamothe esté pintado como un tonto de pueblo, suponiéndose que eso debería generar empatía en el espectador porteño.

Coescrita y coeditada por su protagonista, Ronnie Bronstein, Go Get Some Rosemary gira casi enteramente alrededor de un proyectorista de cine separado, que durante quince días debe hacerse cargo de su pequeño par de mellizos (se supone que GGSR es algo así como el retrato del padre de los realizadores). El tipo se comporta con los chicos como un compañero de juegos y no sólo llega tarde a buscarlo a la escuela, sino que en algún momento comete un descuido mayor y los mellizos se le quedan al borde del coma. Capaz de andar por pleno centro de Manhattan haciendo la vertical (con un hijo a cada lado), Lennie es un tipo encantador e irritante, y una de las virtudes de los Safdie (de quienes en el Bafici 2009 se había visto su ópera prima The Pleasure of Being Robbed) es derrochar generosamente ambas sensaciones. Filmada estilo cinéma vérité, con la cámara en moto perpetuo, esta exponente de la variante indie que se conoce como mumblecore desparrama energía cassavetiana.

Go Get Some Rosemary se verá por última vez hoy a las 16.15, en el Teatro 25 de Mayo. Lo que más quiero se proyecta hoy a las 18 y el domingo a las 21.45, en ambos casos en el Hoyts 9.

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