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Jueves, 5 de agosto de 2010

CINE › CINCO MINUTOS DE GLORIA, DIRIGIDA POR OLIVER HIRSCHBIEGEL

La reconciliación tiene precio

El director alemán de La caída echa mano de un episodio que tuvo lugar en la Irlanda ocupada de los años ’70 para transmitir al espectador el dolor de la muerte ajena, incitando a una reflexión más general sobre la violencia política.

 Por Horacio Bernades

¿Puede alcanzarse alguna forma de verdad cometiendo torpezas? Primera película anglohablante del realizador alemán Oliver Hirschbiegel (que con La caída logró uno de los grandes éxitos del cine global en los últimos años), Cinco minutos de gloria demuestra que se puede. Basada en personajes reales, la película de Hirschbiegel echa mano de un episodio de violencia política que tuvo lugar en la Irlanda ocupada de los años ’70, para postular que el costo de matar al semejante jamás es bajo. Haya o no argumentaciones políticas para hacerlo. Transmitir al espectador el dolor de la muerte ajena, incitando a una reflexión más general sobre la violencia política –aun a caballo de un dispositivo cinematográfico que en ocasiones cruje–, es prueba de que a la verdad no siempre se accede de modo bello, justo y elegante.

En octubre de 1975, en Irlanda del Norte, Alistair Little, protestante de 17 años, ejecutó a su vecino Jim Griffin, militante de base del IRA, como modo de pagar la “cuota de ingreso” a un grupo armado. Tras purgar doce años en prisión, Little se dedicó a viajar por el mundo entero, predicando una suerte de no violencia activa, sin rastros de ingenuidad política. Sobre esos hechos reales, el británico Guy Hibbert (autor de un par de guiones previos sobre el conflicto irlandés) imaginó qué podría haber pasado si Little y el único sobreviviente de la familia Griffin se hubieran encontrado algún día. A partir de esa premisa, Cinco minutos de gloria se organiza en tres movimientos y una coda. El primero es la ejecución de Griffin a manos de Little. El segundo, el intento de reunir a Little con Joe, hermano menor de la víctima, que treinta años más tarde lleva adelante la producción de un programa de televisión. Finalmente, el reencuentro entre ambos, sin televisión de por medio y a brazo desnudo.

Un mérito mayor de Cinco minutos de gloria es exponer la trampa que podría llamarse, con perdón por la rima, “frivolización de la reconciliación”. Opción que no por casualidad representa el programa de televisión, que pretende lavar en una hora de emisión las heridas de una guerra centenaria. A la hora de mostrar la cocina del programa, la película de Hirschbiegel no se permite la caricatura, algo casi de rigor cuando de televisión se trata. Esa abstención permite que la crítica al intento de espectacularizar el tema sea de fondo y no de forma. Un segundo mérito de la película pasa por el punto de vista, que se cuida muy bien de no demonizar ni idealizar a ninguna de las partes en conflicto. Dueño de un discurso articulado, Alistair Little (Liam Neeson, que en la realidad es católico) exhibe una suerte de arrepentimiento lúcido, que le permite diferenciar entre autocrítica y abjuración. En cambio, lo único que el tosco operario Joe Griffin (James Nesbitt, que es protestante) parece tener en mente es la venganza a cualquier precio. Sin embargo, por muy primario que parezca, por muy desbordado que se lo note, Griffin luce más creíble que Little, capaz de repetir tres veces para la cámara, sin repetir y sin soplar, el mismo y muy estudiado discurso.

Pero hay algo en lo que ambos coinciden, y es el rechazo activo por el lema de “verdad y reconciliación”, con el que la producción del programa se llena la boca. Little sabe que no hay reconciliación posible sin antes pagar un precio; Griffin está dispuesto a cobrarse ese precio. El verdadero enemigo es la banalización, podría pensarse. Hasta acá, todo bien en términos de planteo general. El problema es el tercer acto, que pretende reducir la compleja dialéctica de-sarrollada hasta entonces a un simple duelo de western, pagando tal vez el precio de una hollywoodización extemporánea. Hay otro problema y es de puesta en escena. Si La caída era cualquier cosa menos sofisticada, flashbacks y soliloquios injertados confirman aquí la escasa sutileza de Herr Hirschbiegel, que obliga al pobre Nesbitt a una gesticulación digna del Hitler de Bruno Ganz. Aun con esas rémoras, Cinco minutos de gloria logra darle altura infrecuente a temas –el odio, la violencia política, la vida del otro, el arrepentimiento y sus límites– que al cine le cuesta tratar sin trivializar.

7-CINCO MINUTOS DE GLORIA

Five Minutes of Heaven, Gran Bret./Irlanda, 2009

Dirección: Oliver Hirschbiegel.

Guión: Guy Hibbert.

Fotografía: Ruairi O’Brien.

Intérpretes: Liam Neeson, James Nesbitt, Mark David, Anamaria Marinca y Richard Dormer.

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La película se cuida muy bien de no demonizar ni idealizar a ninguna de las partes en conflicto.
 
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