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Viernes, 10 de marzo de 2006

CINE › “FIREWALL”, DE RICHARD LONCRAINE

Indiana Jones, pero a los 63 años

Harrison Ford es aquí un experto en seguridad informática, pero para salvar a su familia termina siendo un héroe.

 Por Luciano Monteagudo

6

FIREWALL
Estados Unidos, 2006


Dirección: Richard Loncraine.

Guión: Joe Forte.

Fotografía: Marco Pontecorvo.

Música: Alexandre Desplat.

Intérpretes: Harrison Ford, Paul Bettany, Virginia Madsen, Mary Lynn Rajskub, Robert Patrick, Robert Forster, Alan Arkin, Carly Schroeder, Jimmy Bennett.

Primer acto: una familia feliz (padre, madre, dos hijos, perro lanudo) disfruta de la vida en su magnífica casa, con vista al mar, que parece salida de un aviso de pensiones de retiro.

Segundo acto: el padre (Harrison Ford, por caso) propone una visita guiada por su trabajo. Se dice experto de seguridad informática de un importante banco de Seattle y en unas pocas tomas el espectador se entera de lo importante que es –participa de las reuniones de directorio en las que se habla de una fusión– y de lo invulnerable que debería ser el sistema de la entidad a la que le ha dedicado 20 años de su esfuerzo.

Tercer acto: algo, sin embargo, funciona mal. Sorpresivamente, Jack (¿por qué a Harrison Ford los guionistas siempre lo llaman “Jack”?) descubre que le han robado su identidad electrónica y que, sin haber apostado un dólar en toda su vida, tiene una enorme deuda de juego. El sistema muestra sus fallas...

Cuarto acto: cuando Jack está dispuesto, esa misma noche, a tener un apacible pizza party con su familia frente a la TV, un grupo de villanos irrumpe en su casa y toma de rehén a toda su familia, con la intención de extorsionarlo. O transfiere 200 millones de dólares de las cuentas del banco que confía en él todos sus secretos o su familia (perro lanudo incluido) será pasada a degüello.

Han transcurrido apenas quince minutos y todavía falta todo el quinto acto: de cómo el bueno de Jack –no por nada es Harrison Ford– se las ingenia para liberar a su familia y desbaratar el plan de los miserables.

Así contado, el argumento de Firewall puede parecer trillado, obvio y banal... Y sin duda lo es. Pero entre el profesionalismo de Ford, el magnífico villano que compone el actor inglés Paul Bettany y una dirección módica pero ajustada de Richard Loncraine esta película que en otra época –cuando no se gastaba tanta plata en cine– se hubiera considerado una “clase B” se deja ver incluso hasta con cierta nostalgia.

El motivo central –la familia norteamericana tipo en peligro– es un cliché desde Horas desesperadas (1955), donde el convicto Humphrey Bogart amenazaba al gerente de banco Fredric March. Aquí el cliché vuelve, una vez más, pero con la ventaja de que los malos de la película ya no son marginales, perros de la calle que amenazan el statu quo del orden social sino también –por qué no– clase media ilustrada, al menos tecnológicamente. No hay equipo electrónico de vigilancia que no tengan y usen.

Acostumbrado a salvar a su esposa, a un avión, a su país o a su imperio, Harrison Ford –a los 63 años– parece dispuesto a jubilarse sin renegar de su trono de héroe de acción. Es verdad que la película de Richard Loncraine –un inasible realizador inglés, que hizo terror psicológico en los ’70 (Posesión diabólica, con Mia Farrow) y luego una ambiciosa versión retro-future de Ricardo III, de Shakespeare– le pide por momentos, sobre todo hacia el final, un despliegue físico que ya parece improbable para el ex Indiana Jones. Pero aun así uno está acostumbrado a verlo dando trompadas y rodando por el suelo. Más incómodo, mucho más inverosímil, luce, en cambio, lidiando con laptops, iPods, chips, wi-fi y flash drives a la manera de un titán high-tech. Lo suyo, en todo caso, siguen siendo los puños. Y sí, por si quedaba alguna duda, el perro lanudo también se salva.

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El profesionalismo de Ford hace de Firewall un producto respetable.
 
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