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Jueves, 17 de febrero de 2011

CINE › EL GANADOR, DEL ESTADOUNIDENSE DAVID O. RUSSELL

La influencia de Oscar

Durante su primera hora, el film protagonizado por Christian Bale y Mark Wahlberg resulta altamente disfrutable. Pero ahí es cuando entran en escena los lugares comunes de Hollywood.

 Por Horacio Bernades

El Oscar y sus reiteraciones. En 2008, un drama de lucha libre, El luchador –nominada en dos categorías– permitió reflotar sus carreras al realizador Darren Aronofsky (ver al lado) y la estrella Mickey Rourke. Ahora, David O. Russell –cineasta indie que con Tres reyes logró, hace más de una década, una visibilidad que antes y después nunca tuvo fácil– vuelve a las ligas mayores con un drama de boxeo que originalmente iba a dirigir Aronofsky. Llamada The Fighter, la distribución local le puso directamente El ganador, no sea cuestión de que el amable espectador tenga dudas de cómo termina la cosa. Con Mark Wahlberg y Christian Bale al frente de un elenco poderoso, El ganador aspira a siete Oscar, incluyendo los correspondientes a película, director, actor secundario y actrices secundarias (dos, a falta de una). En tren de apuestas, Bale manda en su categoría y Melissa Leo ranquea bien como actriz secundaria. Todo bien, pero, ¿es una buena película El ganador? En su primera mitad sí, muy buena incluso. La segunda es como un gran embudo, que lleva indefectiblemente a todos los clichés del mundo.

Como demuestran Secretos íntimos (Spanking the Monkey, 1994), la aquí inédita Flirting with disaster (1996) y I heart Huckabees (2004, lanzada aquí en DVD), la locura familiar es el tema de David O. Russell. Tras el dadaísmo dispendioso y dilapidador de la última de ellas, era tiempo de un comeback y Russell, copiando a Aronofsky, eligió hacerlo con El ganador, contando para ello con una ristra de fórmulas probadas: el ring como metáfora de la vida, un toque de boy meets girl, una pareja de hermanos boxeadores que funcionan como polos opuestos, alla Toro Salvaje, el hiperclásico hollywoodense de la fábula de superación personal. Basada en una historia real (otro clásico), El ganador comienza a mediados de los ’90, cuando la cadena HBO llega hasta el pueblito de Lowell, Massachusetts, para filmar un documental sobre el posible retorno al cuadrilátero del ex welter Dicky Eklund (Bale). Unos años atrás Dicky tuvo sus más de cinco minutos de fama, cuando logró tumbar al legendario Sugar Ray Leonard. Aunque algunos sostienen que Leonard patinó y se cayó. Después de eso, como el propio Russell, Eklund dilapidó su fama. Pero no con caprichos artísticos sino a puro crack.

Ahora, ese mono con navaja de Dicky entrena a su hermano menor, el serio, introvertido, opaco Micky Ward (el adecuado Wahlberg, veterano de Tres reyes y Huckabees). Compartiendo rincón con un policía que es pura sensatez, Dicky no es malo cuando se trata de técnica (distraer con golpes a la cara, pero definir al cuerpo, es su motto). Pero a la hora de conducir la carrera de su hermano sí lo es. Lo hace pelear con un tipo varias categorías más pesado, por ejemplo: una carnicería. Pero la que manda allí es Alice, mamá de Dicky & Micky (la aguerrida Melissa Leo, nominada en 2008 por Frozen River). Rubia platinada, siempre muy producida y llena de collares, además de cabeza visible de este verdadero clan white trash, Alice Ward maneja números, agenda y carrera de los hijos. A su alrededor se nuclean sus siete hijas. Tantas y tan peso pesado, que nunca parecen entrar del todo en el encuadre. Y que irán en masa, junto con mamá, a patotear a Charlene, nueva novia de Micky (Amy Adams compite contra Melissa Leo en la misma terna). Charlene osó sugerirle al muchacho la conveniencia de buscarse otra manager y otro entrenador. Y no se le ocurrió mejor idea que hacerlo en medio de una reunión familiar.

Indiferenciando siempre familia y trabajo, los ensamblados Eklund-Ward recuerdan, en su camaradería de aprietes, batallas campales y reconciliaciones a los gritos, a la soldadesca de los westerns de John Ford. A Russell siempre le encantó esa clase de locura (su ópera prima era... ¡una comedia de incesto madre/hijo!) y vuelve a sentirse como pez en el agua en medio de ese quilombo, transmitiendo un placer y una vitalidad infrecuentes. “Vos te callás”, le ordena Alice a su segundo marido, en medio de una discusión en el gimnasio, y el tipo, toda una mole (Jack McGee parece un clon del gran Charles Durning) mete el rabo entre las piernas, da media vuelta y se va. “¿Para qué me trajiste a ver esta película? Ni siquiera la vi, la leí...”, se queja Charlene. Es que Micky no tuvo mejor idea que llevarla a ver una película que él pronuncia Bel epecuá. Y que resulta ser Belle époque.

Para celebrar esa fiesta Russell cuenta con un plantel de campeones. Como en Ford, como en Hawks, como en toda comedia verdaderamente buena, en El ganador casi más que los protagonistas brillan los secundarios. Leo es una leona, Adams siempre magnética, imperdible cada una de las siete hermanas Ward, aunque el espectador no llegue a retener sus rostros, mucho menos sus nombres. Contrariamente, Bale, que se supone el más destacado del elenco, chirria un poco, de tanto exagerar el papel de perno flojo. En un momento, allá por la hora de metraje, Russell recuerda que ésta no es una película personal, sino una de Hollywood. Allí la cosa se pone seria, la comedia se vuelve drama, Dicky deja de ser un contagioso tiro al aire para convertirse en caso testigo de los estragos del crack, a Micky le toca encarnar el tesón, la redención y otros pecados capitales, llega hasta las puertas del título mundial... y a esa altura ya hace rato que El ganador se echó a perder para siempre, tentada por ese viejo santurrón del Tío Oscar.

6-EL GANADOR

(The Fighter, EE.UU., 2010)

Dirección: David O. Russell.

Guión: Scott Silver, Paul Tamasy y Eric Johnson.

Fotografía: Hoyte Van Hoytema.

Intérpretes: Mark Wahlberg, Christian Bale, Amy Adams, Melissa Leo, Mickey O’Keefe y Jack McGee.

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Los hermanos Dicky & Micky y el viejo truco del ring como una metáfora de la vida.
 
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