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Jueves, 3 de marzo de 2011

CINE › ENTREVISTA A CECILIA PRIEGO, QUE EL SáBADO ESTRENA SU FILM FAMILIA TIPO EN EL MALBA

“Se quiere dejar afuera lo que no encaja”

La directora explica por qué cuestiona, a través de su película, la idea de “perfección familiar”. En su documental eligió reconstruir la historia de su padre español para reflexionar sobre la desmemoria histórica y el peso de los secretos y las mentiras.

 Por Mariana Mactas

Se ha escuchado alguna vez alguna historia parecida. Del que llevaba una vida paralela, otra familia, oculta hasta su muerte. De aquel que descubrió ya adulto que tenía un hermano acerca del cual nunca le habían hablado. O supo de casualidad que sus padres biológicos no eran estos señores a los que llamaba mamá y papá. También se pudieron ver estas historias ficcionalizadas en el cine, la literatura y los culebrones de la tarde. Cuentan momentos de quiebre en los que, para el protagonista que descubre la verdad escondida, se desmorona un modelo de familia que, quizá, le habían vendido como sólido y sin fisuras.

La directora Cecilia Priego vivió una ocasión así cuando, en 1991, una llamada internacional trajo a su casa de clase media impecable, “religiosa y conservadora”, formada por sus padres, ella y su hermano, la voz de Belén. Fue ahí que su papá, español, no tuvo más remedio que hablarles de esa otra hija que se había colado, después de mucho tiempo, en su amorosa rutina familiar porteña. Tuvo que contarles acerca de una historia que había enterrado bajo capas y capas de olvido voluntario. Su vida antes de esta vida. La que había sido, en fin, antes de viajar a la Argentina en 1962, a sus 28, y conocer a la mujer con la que lleva más de tres décadas casado, la madre de estos dos hijos.

Pero Cecilia, por esas cosas de los chicos, intuía desde niña que aquel padre cariñoso tenía un halo de misterio. No entendió, a los 7 años, por qué guardaba en una caja fuerte una foto de ella, como en secreto. Hasta que supo que ésa no era ella. La Cecilia adulta y egresada de la Universidad del Cine recogió durante quince años las piezas de ese castillo de naipes desvanecido en que se le había transformado la familia. Con ellas hizo Familia tipo, film en el que construye, a través de la historia de ese padre, la memoria que ella no tenía. Por eso ahora, a punto de estrenar el film en el Malba (pasado mañana), después de su paso por festivales y una proyección en la muestra Doc Bs As, Priego dice que hacerla y mostrarla fue y sigue siendo difícil. “Partiendo de la base de que el documentalista siempre tiene un poco de culpa –aclara–. Porque siente que manipuló a los demás, porque mientras haya una mínima edición, un encuadre, un lugar al que se quiere llegar, una manipulación, aunque sea mínima, hay. Y más con mis seres más cercanos y con un tema que siempre fue complicado abordar con ellos.”

Familia tipo tiene una estructura narrativa clásica, con un desarrollo a ritmo de road movie, una introducción cargada de intriga y tensión y un desenlace a la altura. Priego juega con las palabras a través de textos sobre la imagen. Una de esas primeras frases es contundente: “Esto sería más fácil si mis padres no estuvieran vivos”. Dice Priego: “Es fácil reconstruir la vida del otro cuando no está para reclamarte ni preguntarte nada. Y para mí era importante por la historia, me preguntaba: ¿voy a hacer lo mismo que ellos, esperar a que ya no estén para hablar de todo esto? En los textos, debía ser económica y transmitir con poco. Esa frase transmite tanto la culpa como la idea de que la gente a la que uno quiere no desea que se sepa. Luego, cada decisión de la película evoca esa sensación de que están ahí, de que vendrán el domingo a cenar a casa. De todas formas, los vínculos con los padres están siempre, aunque ya no vivan. Pero la muerte petrifica todo, lo que no se dijo o no se preguntó. Cuánta gente tuvo una relación con sus padres de una forma y necesitó que no estuvieran más para manejarse de otra, para ser libre. Gente que es gay, o que no quiere ser deportista, o que no quiere estudiar medicina. Gente que no puede ser ella misma frente al modelo que se le impone. Quizás, si lo hubieran intentado cuando estaban vivos, hubieran tenido otra relación, porque uno petrifica los vínculos también en vida, cuando no enfrenta las cosas, no intenta cambiarlas. Pero son mis padres las verdaderas víctimas del modelo, no ya nosotros. Algunas cosas, por suerte, están cambiando para bien”.

¿Qué pasó con la familia Priego cuando vio la película? Cayó una pequeña bomba, claro: se habló del tema, el padre viajó a España y se encontró no sólo con Belén sino con toda su familia.

–Tiene que hacer la segunda parte...

–¡No, basta! De todas formas, si fue traumático y difícil hacerla, logró que el tema estuviera, que se enfrentara y que mi padre se reencontrara con su historia. El salió fortalecido. Creo que por más que cuesten ciertas cosas, sirve que sucedan. Parece una obviedad, pero la mentira no es la mejor base para las relaciones. Y si por otro lado todos tenemos derecho a ocultar algo que no deseamos enfrentar, si cada cual hace con su vida lo que quiere, es probable que cuando uno tiene hijos adquiera cierta responsabilidad en la transmisión oral de la historia: que los hijos sepan quién es el padre, de dónde viene, cuál es el origen de la familia. Tu vida es un ejemplo para tus hijos y si construiste una ficción de tu vida, no sos justo, no estás jugando con la verdad. Familia tipo gira en torno a un tema que me obsesiona y que estoy trabajando en la nueva película que preparo, que son los modelos, de ahí su título. Hablo del ocultamiento para sostener un modelo, una idea de perfección, un tipo de familia, dejando afuera lo que no encaja. El doble discurso me enoja. Pensar que uno puede hacer con su vida lo que quiere es complejo, tiene que ver con la moral. Somos derechos y humanos: si todo lo que no me gusta lo borro y lo desaparezco, ¿cómo me pongo frente al otro?, ¿le dejo al otro todo lo malo, el saber que es imperfecto?

En España, Priego encontró una cantidad de material fílmico que documentaba momentos de la infancia de su padre en el seno de una familia de buena posición, que podía permitirse filmar a los chicos con una cámara de 16 milímetros en los años cuarenta. Pero hay un trabajo a la vez más sutil y arriesgado donde Priego muestra su estilo como cineasta, lo que llama “resemantizar las imágenes”. Cuando, por ejemplo, cuenta un verano en Gesell en 1978 a través de las imágenes de una nena saliendo del mar que son en blanco y negro, en alguna playa del Mediterráneo y con una niña que es su tía. “Por supuesto que hay algo mío en ella. Es la forma que veo de reconstruir las historias. Que la anécdota sea tan fuerte que siempre supera a los fragmentos y hace que todo se vea como una continuidad. Porque cuando lo estás viendo, sabés que esa imagen vieja no puede ser de Gesell del ’78, pero lo leés como un todo. Esa es la magia de la narración, tiene tanto peso la historia que los fragmentos fluyen, en esa arquitectura milimétrica hecha de textos insertados, montaje, mezcla de imágenes y sonido. No soy innovadora ni creativa ni supermoderna a nivel de imagen, de hecho, la película es muy clásica en la forma de contar. Pero pude trabajar ciertas cosas de una manera en la que hay algo mío.”

Otro factor que contribuye a trascender la anécdota de Cecilia y su padre es el contexto: los lazos de sangre entre España y Argentina. Aunque la recuperación de la memoria histórica impulsada por Zapatero es un proceso de estos últimos años, posterior a la realización del film, el marco político está. Quizás, en países como éste los descendientes de inmigrantes están familiarizados con la idea de que los abuelos o bisabuelos tuvieron otra vida, lejos de acá. “A mucha gente le interesa porque tuvieron historias parecidas –acuerda Priego–. Hay tres chicos que en distintas universidades usaron la película para escribir la tesis. Sin duda, hay algo que nos es más familiar. Cuando le película se vio en España, ellos se sorprendieron al revés, por cómo América heredaba sus historias. Es curioso: mi relación con España era más cercana antes de la película. Luego viajé, conocí, hice todo el recorrido de mi abuelo como miembro del Ejército del Ebro, conocí a toda mi familia. Y hoy me son súper ajenos, en muchos sentidos. Es muy raro lo que nos pasa con la identidad. Durante mucho tiempo busqué esas historias de mi sangre, investigué mucho. Ahora las conozco, pero no tengo mucho que ver con ellas. No me parezco ni en educación, ni en costumbres, ni en moral, ni en política. Este es mi continente, con esta realidad que no tiene nada que ver, con cosas que para mí valen un montón. Nos parece que culturalmente España está acá nomás, pero no, está muy lejos. No somos como ellos, creo que ni unos ni otros nos sentimos tan familiares, compartimos rasgos, pero quizá sea un error pensar que nos unen tantas cosas.”

Su Familia tipo es también la narración de un proceso de construcción artificial, de una memoria que no existía. Aparecen sus abuelos, con una historia de amor trágica marcada por la guerra civil que dividió a su familia, como a tantas en España, entre franquistas y republicanos. Aparece su padre como un niño melancólico criado por parientes y formado en los rigores del Escorial como alumno pupilo. “Quise darle imágenes, palabras y relatos a algo que no estaba, como el mecanismo que hacemos en la cabeza, de collage, cuando recordamos algo. Hay imágenes en blanco y negro, en movimiento, fijas, palabras, voces, mezcla de fragmentos que nada que ver, como pasa en la cabeza cuando recordamos.”

La película se ordena en capítulos separados por definiciones de diccionario sobre el significado de la palabra familia. Son todas textuales, tomadas de la enciclopedia. Y alguna como “grupo de personas que guarda secretos y mentiras” no figura entre ellas. “Me cuesta pensar que uno no pueda manejarse con la sinceridad de decir lo que siente, de salirse del molde, de esa cosa estructurada de querer ser perfecto, que te destruye la vida –dice Priego–. Sin cargar con las expectativas, las exigencias sobre lo que tiene que ser, cómo ser buen hijo, cuándo se es buen padre. Desde el colegio nos hacen pelota con eso. ¿O creés acaso que nuestros hijos son sinceros en la escuela? Pero avanzamos: tenemos el casamiento igualitario. Y gente que se casa después de haber tenido dos hijos, porque quiere, porque sí. De ciertas cosas, por suerte, no hay vuelta atrás.”

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“El documentalista siempre tiene un poco de culpa, porque siente que manipuló a los demás.”
Imagen: Sandra Cartasso
 
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