Miércoles, 12 de abril de 2006 | Hoy
CINE › JONAS MEKAS DA SU RECETA PARA LA JUVENTUD DE ESPIRITU
El legendario cineasta, miembro fundador del New American Cinema, compinche de Warhol y Ginsberg, presenta A Letter from Greenpoint, otro ejercicio de “celebración de la vida”.
Nació en 1922, si se puede decir que quienes viven el presente en toda su intensidad nacen una sola vez. Tal vez sea más acertado decir que llegó al mundo en Lituania, y que ese día las musas del cine deben haber hecho una celebración, cuando se dieron cuenta de que el bebé que escrutaba todo con ojos azules y siempre llenos de lágrimas iba a ser protagonista de uno de los fenómenos culturales ineludibles del siglo que comenzaba. Ochenta y cuatro años después de aquel llanto inaugural, Jonas Mekas llegó para participar del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente con toda la experiencia que ha adquirido desde entonces. Miembro fundador del New American Cinema –esa respuesta de los independientes que hizo temer a Hollywood–, Mekas ha sabido hacer de la autobiografía cinematográfica una marca registrada: el niño añejo conversó con Página/12 a horas de presentar en nuestro país su película A Letter from Greenpoint y justo antes de ultimar detalles para una performance que presentará hoy en el Centro Cultural Recoleta (ver aparte).
Alguna vez compartió noches de copas y otras sustancias con Andy Warhol y Allen Ginsberg. Y aunque eso fue hace mucho, no se puede decir que Mekas sea un abuelo. O si lo es, no es el tipo de abuelo que uno dejaría tomando el té con su novia. A medida que se acerca, queda claro que ni el cuerpo ni el talento de Mekas han perdido vitalidad. “Sigo filmando porque todavía encuentro que algunas cosas son más hermosas e intensas que otras”, arranca mientras se acomoda para sacar de un bolsito la cámara Mini DV con la que anda cosechando imágenes por todo Buenos Aires. “Aún me atrae encontrar cosas bellas y compartir eso con los demás. Grabar –asegura, mientras mira hacia abajo para controlar que el aparato ya esté encendido– me permite dedicarme a buscar celebraciones de la vida y entregar a otros lo que voy encontrando, para que los que miran puedan ser, a su vez, más felices y más bellos.”
–Como artista independiente, ¿tiene referentes en el campo político?
–Los políticos que yo sigo en mi vida no son los usualmente reconocidos como tales: soy un militante de John Cage, de la generación beat, de todas esas personas que influyeron en el mundo a través de una propuesta vinculada al comportamiento de las personas. Esos cambios de comportamiento son los que pueden introducir las verdaderas modificaciones positivas en el mundo.
–Sin embargo sus realizaciones no son productos de consumo masivo. ¿Acaso trabajar fuera del mainstream significa establecer una selectividad en el público, dejando afuera a las mayorías?
–Las películas narrativas de formato clásico están destinadas a un público más numeroso que el de mis films. En mi caso sucede como en la literatura. Las novelas se publican de a millones, y en cambio las ediciones de la mejor poesía suelen editarse en forma mucho menos masiva. Por eso no me preocupo. Simplemente sé que mis películas nunca van a ser masivas, porque no todas las personas necesitan de las mismas cosas.
Nuevo chequeo de cámara. Anda. La lente se agranda y se achica, y el paisaje dentro del visor digital alterna formas y colores como si se esforzara por tirarle al entrevistado el próximo tema (con los minutos se sabrá que el entrevistado ya tiene definido sobre qué va a conversar, y es difícil convencer a un beatnik de 84 años de que no haga lo que se le antoja). Por lo pronto, Mekas se deja invitar por la pantallita y el tema que llega a la conversación es, precisamente, las modificaciones físicas y mentales que se viven durante toda migración. Eso no significa que deje de hacer foco en la gente, obligando a los que están alrededor a disimular su incomodidad.
–Usted nació en Europa pero hace más de medio siglo que vive en Estados Unidos. ¿Siente que su origen europeo ha influido en lo que produce?
–A esta altura, haber nacido en Lituania es casi como pertenecer a un signo astrológico; es algo que trasciende el tema meramente cultural o fronterizo. Es una cosa que afecta tu modo de ser y hacer. Por otra parte,abrazo todas las culturas... ¡aun la de mis compatriotas lituanos, a los que en general no les gustan mis películas! (risas).
–¿Se siente, entonces, un cineasta estadounidense?
–Soy neoyorquino, que no es lo mismo. Me he asentado ahí desde 1958 y es donde me siento cómodo. Y cuidado, que ser de Nueva York no es lo mismo que ser estadounidense.
Otra vez los ojos toman a su cargo toda la expresión de la cara para mostrar que no todas las imágenes invocadas por la memoria del señor de sombrero Panamá son felices: aunque antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial Mekas ya se destacaba en el mundo literario de su tierra natal, la llegada del ejército alemán a Europa del Este le significó una larga estadía en un campo de trabajo forzado. Allí permaneció casi hasta el final de la pesadilla nazi. Quizá por eso ahora evoca con cariño su llegada a la Gran Manzana: “Cuando llegué a Nueva York estaba destruido en mil partes, así como la cultura europea se estaba cayendo en pedazos”, rememora. “Esa ciudad salvó mi vida, porque me permitió reunir todas mis partes y empezar a hacer lo que me gustaba.”
Después vinieron más de cuarenta films de distintas duraciones. Casi todos son relatos autobiográficos, registros de los lugares donde el director estuvo y trabajó, con momentos dedicados a la gente que conoció, a la soledad siempre acechante y a las noches de insomnio. También hay meditaciones solitarias y retazos de una intimidad llena de lirismo.
–En la película que está presentando en el Bafici se hace evidente su necesidad de hacer cine contra las angustias. Pero usted no sólo sobrevive sino que se mantiene juvenil. ¿Cuál es el secreto?
–Empecé A Letter from Greenpoint cuando me fui de la casa en la que había vivido durante veinticinco años. Todo el mundo me preguntaba “cómo se siente”, e hice la película porque estaba cansado de tener que contarles a todos lo que me pasaba. Y me hizo muy bien escribir esa “carta”. ¿La juventud? El secreto es vino, canciones y mujeres. Eso es todo.
(A Letter from Greenpoint se ve el viernes a las 22 en el Malba y el domingo 16 a las 14.15 en el Hoyts.)
Informe: Facundo García.
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