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Jueves, 21 de marzo de 2013

CINE › ENTREVISTA AL NOTABLE DIRECTOR FRANCéS LAURENT CANTET, QUE PRESENTA AQUí SU FILM FOXFIRE

“Ellas están sometidas a una violencia múltiple”

El grupo de mujeres que lidera Legs sirve como vehículo para reflexiones que van más allá del protofeminismo que ellas encarnan.

 Por Oscar Ranzani

El prestigioso cineasta francés Laurent Cantet, director de películas que marcaron una huella como Recursos Humanos, El empleo del tiempo y Entre los muros, vino a Buenos Aires a presentar su más reciente film, Foxfire, que podrá verse hoy a las 22.30 en el Cinemark Palermo, como parte de la programación del ciclo Les Avant Premières (ver nota aparte). Rodado en Canadá y hablado en inglés, el largometraje narra la rebelión de un grupo de chicas adolescentes de clase trabajadora contra la sociedad machista y opresiva que imperaba en la Nueva York de los ’50. Foxfire es una adaptación de la novela Puro fuego. Confesiones de una banda de chicas, de la escritora estadounidense Joyce Carol Oates, que también mostraba la discriminación que sufrían las adolescentes por su condición social y de género. Guiadas por la líder Legs, las jóvenes Maddy, Lana Rita y Goldie tratan de hacer justicia por mano propia contra la humillación que han padecido. Primero se rebelan en conjunto como una manera de autodefenderse, pero luego deciden crear una suerte de sociedad secreta con sus propias reglas que derivará en el terreno de la ilegalidad, con consecuencias tan problemáticas como peligrosas.

Cantet señala que leyó el libro por casualidad y reconoce que el impacto que le causó hizo que no pudiera cerrarlo hasta terminar de leerlo. “Encontré temas que me gusta tratar como la adolescencia, con toda la violencia y la energía que esta etapa puede contener, cómo funciona un grupo, por qué se necesita formar parte de un grupo, cómo uno encuentra su lugar; la resistencia a toda la violencia que se ejerce sobre uno. Estas chicas están sometidas a una violencia múltiple porque son proletarias, luego porque son mujeres y, además, porque son jóvenes adolescentes y por eso mismo son un poco dejadas de lado, se las abandona un poco”, cuenta el cineasta en diálogo con Página/12. Todos estos temas le aportaron “una trama dramática que me gusta para mis películas”.

–¿El objetivo de estas chicas es reivindicar el papel de la mujer en la sociedad de los años ’50?

–Es el caso de mostrar cómo los oprimidos resisten. Los años ’50 son simplemente un marco, y espero que se puedan establecer puentes entre los años ’50 y hoy. Lamentablemente, la problemática no cambió mucho. El sexismo es muy fuerte, las mujeres todavía tienen que pelear para no estar negadas en cuanto a lo que son.

–¿No cambió porque el sistema es el mismo?

–Sí, creo que se va cada vez más lejos en la violencia que se ejerce sobre el individuo, y nunca se cuestionaron los grandes valores que están en la base de nuestras sociedades.

–¿La rebelión que ellas protagonizan se puede entender como un preludio de lo que posteriomente fue la liberación femenina en los ’60?

–Sí, creo que son las hermanas mayores de las feministas de los años ’60. El feminismo de ellas es muy intuitivo. Nunca oyeron la palabra “feminismo”. No saben lo que puede ser algo estructurado. Sólo necesitan defenderse frente a la violencia que se ejerce sobre ellas. La fuerza de Legs, en la película, es que precisamente va a lograr hacer de esta rebelión un acto político.

–¿Se podría decir que son justicieras contra los impunes?

–Hacen justicia, pero también cometen muchas injusticias. Uno de los partidos que toma la película es endosar el punto de vista de ellas hasta endosar la mala fe y sus errores. En todo caso, lo que me gusta es que, al principio, están animadas por una especie de idealismo con el que van a pelear para defenderse, que ya es algo muy fuerte. Y luego van a construir un modo de vida casi perfecto: ese momento de vida en común en la granja. Y ahí Legs tiene principios comunistas, cada una tiene sus medios, sus necesidades; cada una tiene derecho a esa parte de felicidad y no se molesta nadie. Soy un poco pesimista, pero tengo la sensación de que el idealismo choca contra una realidad que siempre es más fuerte que el idealismo.

–Y esa rebelión democrática se termina transformando en un sistema un tanto autoritario, ¿no?

–Creo que la película describe bastante bien el funcionamiento de la mayoría de los grupos, ya sean políticos, de amigos, donde cada vez hay una construcción que termina por ser piramidal, en la que alguien que es el más motivado, que tiene una personalidad más fuerte porque va más allá que los otros, y que es más rápido, toma una posesión de jefe que, a menudo, es inadmisible. En eso, el personaje de Legs me interesa, porque es idealista y, al mismo tiempo, la más autoritaria y la más inadmisible.

–¿Cree que se puede mejorar la sociedad viviendo al margen de ésta, como hace este grupo de chicas?

–Eso sería el idealismo. Es decir, se crea ese pequeño mundo perfecto en el que se va a ser feliz. Creo que nunca funciona, que siempre uno es recuperado por la sinergia social. No se puede escapar de eso.

–Foxfire se puede entender como pesimista por lo que describe, pero a la vez, como optimista por las ganas que tienen estas chicas de batallar contra la discriminación y la injusticia. ¿Usted cómo lo ve?

–Sí, es cierto que siempre estoy repartido entre el pesimismo y el optimismo. Creo que lo más optimista en la película es que aun si hay un desgaste del ideal, queda esta idea de esa llama encendida. El final, que podría ser muy triste, muestra de todas maneras que, aun Rita y Maddy, que se transformaron en lo que, de todas maneras, se habrían transformado, son un poco más fuertes de lo que hubieran sido, tienen más energía de la que hubieran tenido si no hubieran vivido esos momentos decisivos en sus vidas.

–A medida que el grupo se consolida, se incrementa la ilegalidad de sus acciones. ¿La situación se les va de las manos?

–Sí, se les va de las manos y creo que es un mecanismo bastante clásico. Uno pelea por algo, la sociedad reacciona de manera más violenta todavía de lo que uno lo hace y, entonces, hay una escalada. Cuanto más fuerte es la reacción, más violenta tiene que ser la revolución. En un momento, esto se va de las manos.

–Foxfire se relaciona con Entre los muros en que aborda cuestiones de la adolescencia. ¿Cree que es una etapa muy rica de la vida como para volver sobre ésta?

–En todo caso, es el momento en que todo se ubica. Se llegan a vivir las cosas sin necesariamente tener el concepto. Se va en una dirección, uno se rompe la cabeza y va para el otro lado, y lo que me llega de la adolescencia es que cuando se hace algo la sinceridad es total. Uno puede equivocarse, pero es sincero cuando se lo hace. No hay cálculos, hay búsqueda.

–¿Le interesa particularmente indagar en cómo los adolescentes entienden el mundo?

–Sí, porque están buscando su lugar en ese mundo. Están inventando el rol que van a poder mantener. Es cierto que también hay mucho idealismo a esa edad. Uno cree muy fuertemente en lo que propone. Es un momento en el que todo es posible.

–En ese sentido, ¿buscó, entonces, reflexionar sobre cómo se construye una personalidad en base a la experiencia antes que al dogmatismo?

–Es exactamente eso.

–¿El inconformismo frente a algo injusto que refleja Foxfire puede relacionarse con el inconformismo que había en Recursos Humanos?

–Sí, creo que en Recursos Humanos, el joven que llega con una sinceridad y una fe en lo que va a poder hacer se parece a los personajes de Foxfire. El también está dispuesto a tragarse el cielo, como se dice en un momento de la película.

–¿El hilo que une a casi todas sus películas es la necesidad de las personas de encontrar su lugar?

–Sí, para mí es esencial. En todas las películas hay alguien que busca su lugar en un grupo, o más ampliamente en el mundo. Es como una reacción o resistencia a un lugar que la profesión o el status social puede darle en el mundo. Y ese lugar atribuido está cuestionado por mis personajes.

–¿No se tentó de adaptar la historia a Francia?

–Intenté, pero hay muchas cosas que hicieron que eso no funcionara. Primeramente, yo había visto imágenes americanas cuando leí el libro y esas imágenes me faltaban cuando traté de trasponerlas a Francia. Y, además, hay muchos pequeños elementos que no funcionaban. La libertad enorme de que ellas gozan no habría sido posible. Los servicios sociales son mucho más fuertes, se encuadra mucho más a los adolescentes. Esta especie de ultraliberalismo en el que ellas viven que les permite ir con trescientos dólares a comprar un auto y que el auto se transforme en una herramienta de libertad formidable para ellas en Francia no era concebible. Y, además, estaba la idea de que, en aquella época, América representaba esa especie de euforia que se podía sentir frente al futuro. “El sueño americano” nació en esos años. Y mostrar lo que estaba al lado de este sueño americano me parecía interesante.

–¿Cómo es la actualidad del cine francés en este contexto de crisis económica en Europa?

–El cine sigue funcionando bien. Las cifras fueron excepcionales el año pasado porque hubo algunas películas que tuvieron mucho público y que hicieron subir las cifras globales de una manera un poco excepcional. La fuerza que todavía tenemos en Francia es que siempre hay una diversidad de producciones muy amplia. Espero que la conservemos porque es cierto que cada vez va a ser más difícil hacer películas. Hay problemas de dinero, la gente va menos al cine y cada vez elige más la película que va a ver. Y también hay films americanos de gran presupuesto, pero el cine francés sigue defendiendo bien sus posiciones. Hacemos todo para que siga así, realizando las películas que tenemos ganas de hacer.

* Foxfire también se proyectará el sábado a las 20, el martes 26 a las 14.30 y el miércoles 27 a las 17.

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“En todas las películas hay alguien que busca su lugar en un grupo, o más ampliamente en el mundo.”
 
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