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Viernes, 22 de noviembre de 2013

CINE › ENTREVISTA AL CINEASTA COREANO BONG JOON-HO, PRESIDENTE DEL JURADO OFICIAL DEL FESTIVAL

“Me interesan los personajes alocados”

El gran director de The Host, un éxito internacional de público que también invita a la reflexión política y social, se pregunta: “¿Cuál es la relación entre los marginales y el resto de la sociedad? ¿Qué hace el Estado con ellos? ¿Cómo los protege?”

 Por Ezequiel Boetti

Desde Mar del Plata

Bong Joon-ho es todo aquello que nueve de cada diez directores desearían ser. Esto es, un tipo lúcido, conocedor de las herramientas cinematográficas, reconocido mundialmente, autor de exitazos de taquilla y poseedor de un talento tan grande como para encontrar la fórmula mágica de popularidad y sofisticación formal, además de la inteligencia suficiente para mantener una coherencia temática a lo largo de su filmografía. Coherencia que lo constituye no como uno de esos autores orientales empecinados en hacer siempre la misma película, sino como un notable narrador que invita a la reflexión social, política y cultural a través del goce primario de una historia bien contada en una pantalla grande. Y vaya si el público le responde: The Host fue, hasta el año pasado, la película más vista en la historia del cine coreano, con la espeluznante cifra de trece millones de espectadores. Nada mal para un país con 50 millones de habitantes. Consciente de esa envergadura, el Festival de Mar del Plata le cedió la presidencia del Jurado de la Competencia Internacional y programó una retro “casi” completa de su obra (la ausente con aviso es Snowpiercer, de la que se hablará líneas abajo) y una charla con el público. Ocasión más que ideal, entonces, para interiorizarse en los pormenores del trabajo de uno de los cineastas con ojos rasgados fundamentales del cine contemporáneo. “Me interesan los individuos alocados, controvertidos y revueltos en sí mismos”, asegura ante Página/12.

Reconocido amante de los policiales norteamericanos y franceses de los ’70, Bong dejó sonar durante varios años el llamado de la vocación mientras estudiaba sociología. O al menos eso intentaba. “Pasaba la mayor parte del tiempo en el cineclub de la universidad. Recién me decidí a ser director cuando estaba en el segundo o tercer año de la carrera”, recordó durante la charla. En 1994, ingresó en la Academia de Cine de Corea, de donde se iría cinco años después con un título, la experiencia de una serie de trabajos ganapanes (“filmaba casamientos porque tenía que comer”) y un primer largo en vías de desarrollo. Se trataba de Barking Dogs Never Bite, una comedia negra coral que, aún hoy, el surcoreano considera como su película más personal: “Refleja muchos elementos míos y de mi vida privada. Además, por haber sido el primer largo, tenía esa obsesión por mantener el espíritu original de mis cortos”.

La película recorrió algunos festivales –entre ellos el Bafici–, pero pasó por la cartelera oriental con más pena que gloria. La revancha llegaría tres años después, cuando su productor decidió darle otra oportunidad. “Me dijo que si a la primera le había ido mal, tenía que hacer una nueva película y, esta vez sí, tenía que estar buena”, afirma. Y vaya si lo estuvo. Memorias de un asesino no sólo es un policial insoslayable, sino también la confirmación de que Bong podía construir un entretenimiento gozosamente disfrutable en cuyas hendijas asomaran distintas facetas de la contracara de la Corea moderna, encarnada en la obsesión de un policía por una serie de crímenes aún hoy irresueltos ocurridos durante la dictadura de Chun Doo-hwan en los ’80. “Varios directores de camadas anteriores me dijeron que las escenas del sótano de Barking... eran muy buenas, y que quizá mi camino estuviera en películas de asesinos. Entonces me dije: ‘Bueno, hagamos una película sobre eso’. Entonces recordé un caso que había ocurrido durante mi adolescencia. Hay que tener en cuenta el impacto de un asesino en serie en Corea del Sur, un país con una sociedad que no estaba preparada para eso. Entonces la película narra justamente eso, la incapacidad de ambos para hacerle frente a este problema”, razona.

En ese momento podría haber hecho la plancha y disfrutar de las bondades de la mundialización de su nombre. Pero fue por más. Nacida de su fanatismo por el monstruo del lago Ness, The Host es, otra vez, un reloj narrativo perfecto, en este caso sobre un monstruo que aparece repentinamente en el río Han. Aunque en realidad lo monstruoso es apenas una excusa para volver a tematizar la realidad de los marginados del sistema, corporizados ahora por una familia que combate a la misteriosa criatura: “Durante la escritura del guión incorporé a esos personajes como elementos centrales. La mayor fortuna fue que no pensé en hacer una película sobre un monstruo, sino sobre una familia loca y marginada que se iba a enfrentar a él”.

La taquilla local arrasada y el creciente reconocimiento generaron en Bong la misma pregunta que el programador Marcelo Alderete le hizo durante la charla: ¿cómo seguir después de batir todos los records habidos y por haber? La respuesta fue dar vuelta la página y construir un relato intimista que “se enfocara en un punto muy chiquito”, tal como la define el cineasta a Mother. “En The Host el espectro es muy amplio y da mucha tela para cortar. Acá quería algo más chico”, asegura. Lo que sigue es historia conocida: su regreso al cine de género con Snowpiercer, la incorporación de actores angloparlantes (Chris Evans, Tilda Swinton, Jamie Bell), otro exitazo de taquilla (9,5 millones de entradas) y el actual tira y afloje con el distribuidor Harvey Weinstein por la reducción o no del corte original para el estreno estadounidense. Tira y afloje que, según afirma el director, se encamina a una resolución: “Antes de llegar aquí estuve dos semanas en Nueva York para resolver ese conflicto. La buena noticia es que, más allá de tantas especulaciones sobre los veinte minutos menos que iba a tener la película, hemos hablado sobre mantener el corte original, así que tengan fe. Ya tenemos distribuidora para el Cono Sur y ojalá todos los acuerdos vayan en esa dirección”.

–En The Host y Mother tematiza la disfuncionalidad familiar. ¿Eso proviene de algún interés particular?

–Mi intención en The Host era describir de una forma bastante graciosa a la familia, pero no en un contexto político particular, sino más bien en uno más general en donde ese grupo de personas no tuviera el apoyo de la sociedad general ni del gobierno. Son personajes muy vulnerables que los contiene una estructura o una sociedad.

–El rol de la autoridad estatal es otra constante de su cine.

–No busco deliberadamente una exploración del autoritarismo o la vulnerabilidad, pero cuando escribo sale naturalmente. Lo que ocurre en ese aspecto no es un problema particular de Corea, sino de todo el mundo: ¿cuál es la relación entre los marginales y el resto de la sociedad? ¿Qué hace el Estado con ellos? ¿Cómo los protege? Igualmente, creo que hay algo mucho más terrible y catastrófico, que es cuando estos personajes vulnerables y marginales se confrontan entre sí, algo que se ve en Mother.

–Todos sus universos tienen un contexto social y político concreto y definido. ¿Cómo amalgama eso a lo artístico?

–Cuando concibo mis películas no las proyecto con una idea explícita o un mensaje social. Pero es extraño, porque es verdad que lo social se acentúa a medida que profundizo el proceso creativo. A mí me interesan más los individuos alocados, controvertidos y revueltos en sí mismos, pero al tratar con estos individuos no puedo evitar mostrar sus conflictos con el resto de la sociedad. Tal vez esto se dé por el precario nivel de individualización de las personas dentro de la sociedad.

–Usted habla de su interés por los individuos y es bastante recurrente que en sus películas haya algún personaje marginal y con deficiencias mentales. ¿Qué busca significar con ellos?

–Creo que ciertos dramas y situaciones que me interesan puedo reflejarlas sólo con estos personajes. Uno ve más claramente la situación dramática a través de esos hechos. Si uno lo define en pocas palabras, mis películas abordan situaciones dramáticas de personajes vulnerables y marginales enfrentando situaciones sobredimensionadas, casi misiones imposibles.

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Bong Joon-ho es un reconocido amante de los policiales norteamericanos y franceses de los ’70.
 
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