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Sábado, 24 de mayo de 2014

CINE › SERGIO “CUCHO” COSTANTINO PREESTRENA PROYECTO MARIPOSA EN EL HAROLDO CONTI

Historia de amor con trasfondo político

El director de documentales sobre Miguel Abuelo y Federico Moura decidió esta vez contar cómo se construyó la relación entre David Mazal y Catalina Garraza, quienes se conocieron por carta mientras estaban detenidos por la dictadura, se casaron apenas salieron y siguen juntos.

 Por Oscar Ranzani

David Mazal tenía 19 años cuando se produjo el golpe de Estado. Previamente había militado en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y luego fue miembro de la Juventud Peronista. Catalina Garraza también militaba y junto a su familia fue secuestrada por los represores. Ella era oriunda de San Luis. Cuando su padre conoció a David en la temible Unidad 9 de La Plata, le contó acerca de ella. Y David y Catalina –que estaba detenida en el Penal de Ezeiza– comenzaron a escribirse casi como un juego, pero con el correr del tiempo la relación epistolar fue cada vez más intensa y se enamoraron sin conocerse físicamente. Tenían un código con David para encabezar las cartas: “Llegó la mariposa”. Cuando salieron de prisión, diez días antes del retorno de la democracia, construyeron una pareja que hoy perdura. Sergio “Cucho” Costantino –realizador de Buen día, día, sobre el gran Miguel Abuelo, y de Imágenes paganas, sobre el recordado Federico Moura– escuchó hace unos años en una reunión política la historia de amor de David y Catalina. Y en cinco minutos, según confiesa, “la imaginación empezó a fluir”. “Pensé cómo podía ser que dos personas en un hueco de la más profunda oscuridad sacaran a flote tanto amor. Y eso ya me pareció que merecía una película.”

El resultado es Proyecto Mariposa, documental que narra aquella historia y que podrá verse este sábado y el próximo a las 18 en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (ex ESMA), en carácter de preestreno, con entrada gratuita y con la presencia del director y de los protagonistas. En el film, Costantino entrevista no sólo a David y Catalina sino también a sus familiares. Y también a viejos compañeros de ambos. Ellos cuentan desde cómo empezaron su militancia hasta cómo los secuestraron, pero sobre todo el film indaga en cómo se formó esa relación afectiva en medio de un país atravesado por el terrorismo de Estado. David y Catalina, a través del código mencionado y gracias a las transcripciones del padre de ella, establecieron esa relación epistolar. Entre poemas de Mario Benedetti, ambos sintieron lo mismo durante los ocho años de cautiverio. Y hoy ese sentimiento está intacto.

–¿Es una película política que cuenta una historia de amor o es un film sobre una historia de amor con trasfondo político?

–Es una historia de amor con trasfondo político. No quería faltarle el respeto a la historia de nuestro país: no quise ahondar en temas muy profundos que nos duelen mucho, como la dictadura. Entonces, preferí poner todo eso como un marco. Hay pocos documentales de historias de amor y me parecía interesante abordarlo casi sin recurrir a un archivo. Fue un desafío como cineasta, porque me especializo en hacer documentales de música. Cuando me preguntan: “¿Por qué no seguís con la música?”, digo que estoy en el tren de las películas de música, pero me bajé en una estación que se llama Amor, y esperé el otro tren... Y sigo, porque ahora estoy con una película de folklore. Así que sólo me detuve un año para hacer esta película de amor.

–Es un film sobre dos militantes pero, a la vez, también sobre una generación. ¿Es por eso que incorporó testimonios de viejos compañeros de David y Catalina?

–Sí, porque son el recuerdo de una generación que no debemos olvidar. Siempre está bueno tener la memoria presente. Por eso también me resultaba importante hacer este preestreno en el espacio de la memoria y viendo desde otro lugar lo que nos pasó. En este caso, puse mi mirada en un hecho muy aislado que tiene que ver con la dictadura, con esa época política, pero con las emociones de dos personas que pensaban cambiar el mundo con sus ideales y que, al final, cambiaron sus propios mundos.

–¿Por qué la historia de David y Catalina está más contada por sus familiares que por ellos mismos?

–La misma historia me fue llevando a que los familiares eran también protagonistas. Tanto la hermana de David como la mamá, y toda la familia de Lina (que también estuvo detenida) son partícipes de esta historia. Todos fueron cómplices de esta historia de amor. Digo cómplices en el mejor sentido de la palabra, de callarse la boca porque en la prisión nadie podía saber que ellos se escribían. Entonces, por medio del papá de Lina escribían las cartas y me parecía clave que estuvieran los familiares que participaron de todo esto y que ayudaron a que la relación fuera una realidad.

–¿Ese juego afectivo del intercambio epistolar les permitía soportar con esperanza una realidad opresiva?

–Sus cartas están cargadas de esperanza.

–¿Cómo fue el proceso de selección de tantas cartas que se leen en el documental?

–A veces, el documental es visto como el hermano menor de la ficción. Tiene otro carácter, incluso es visto así desde la industria y por el público. Y yo pienso todo lo contrario. Hacer un documental es una locura. Es un rompecabezas infinito porque, a veces, tenés doscientas horas de material y tenés que llegar a una. En este caso, me encontré con una caja que contenía cuatrocientas cartas con una letra ínfima que no entendía. Entonces, extracté frases y armé un relato propio porque las cartas que se cuentan en la película no son una detrás de la otra. Por ahí, una era de mayo del ’80 y la que le sigue era de octubre del ’81. Entonces, tuve que ir seleccionando, y ese trabajo fue casi japonés. Me llevó mucho tiempo, pero también me apasiona. Así que fue muy laborioso. Estuve casi dos años trabajando la película. Y uno escucha las palabras de esas cartas (que no están leídas por ellos sino por dos actores) y todas esas palabras llevaron horas, días y meses de trabajo personal.

–¿Por qué a David y Catalina no se los ve juntos, excepto cuando se toman de la mano al final?

–Si bien son dos individuos a quienes los une una familia y una historia de amor, preferí trabajar con cada uno particularmente para que no estuvieran sugestionados por la palabra del otro. Si entrevistaba a Lina antes de a David, podría haber un condicionamiento. Preferí que fueran libres en sus pensamientos. Esta es una historia que ellos vienen repitiendo hace treinta años. Hice un trabajo muy detenido con cada uno, inclusive no fue una sola entrevista sino varias. Encontraba los momentos en que Lina estaba libre y nos íbamos a un parque; también estuvimos en San Luis. Y separé momentos de la historia con cada uno. Cuando hacés un documental, tenés que encontrar el punto justo, la palabra exacta y profunda de lo que buscás, no lo que repiten siempre. Eso me llevó muchos encuentros, muchas comidas. Logré una amistad y una vez que estaba cada persona abierta me fui con cada uno. Y a cada uno le dije: “Hoy, vamos a hablar de tal tema. Mañana, tal otro tema”. Quedó así y, al final, me parece que está bien.

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“Hacer un documental es una locura, un rompecabezas infinito”, afirma Costantino.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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