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Jueves, 25 de septiembre de 2014

CINE › DOS DISPAROS Y JAUJA EN HORIZONTES LATINOS DEL FESTIVAL DE SAN SEBASTIAN

Del drama al humor y la abstracción

La película de Martín Rejtman comienza con un intento de suicidio, pero se confunde “con elementos de comedia”, según el propio director. La de Lisandro Alonso, protagonizada por Viggo Mortensen, transcurre en un espacio y un tiempo enrarecidos.

 Por Horacio Bernades

Desde San Sebastián

Un chico encuentra una pistola en casa de su madre y se pega dos tiros. Ambos fallan. “No estoy ansioso ni deprimido”, aclara más tarde Mariano, y eso es todo lo que Dos disparos tiene para decir sobre su doble intento fallido de suicidio. Eso, y que una de las balas queda alojada en su vientre. De modo que de allí en más, cada vez que Mariano toque la flauta (lo hace en un cuarteto) su soplido será incómodamente doble, producto del casquillo. “La idea era empezar por algo muy dramático y que de allí en más el drama se fuera diluyendo, confundiéndose con los elementos de comedia”, reconoció Martín Rejtman en el coloquio posterior a la proyección de su opus 4 en el cine de ficción, que tras presentarse en Locarno y Toronto lo hace ahora en San Sebastián, en la sección Horizontes Latinos.

“Mis películas anteriores iban cada vez más hacia la comedia, así que esta vez me propuse filmar una película más seria –confesó el realizador de Rapado–. Pero la comedia es lo que más divierte escribir y filmar, por lo cual la película fue yendo para ese lado. Igual, la idea es que esos dos disparos queden flotando sobre la historia, que el espectador nunca deje de tener presente eso que sucedió al comienzo.” Más en detalle se explayará Rejtman la semana próxima en Página/12 (y Página/12 sobre Rejtman), ya que el estreno de Dos disparos se anuncia para el jueves 9 en Argentina y allí habrá ocasión de dedicarle más tinta.

No desbordó entusiasmo el público local en las proyecciones iniciales de Aire libre, de Anahí Berneri, único film argentino en Competencia Oficial. Pero la conferencia de prensa se animó cuando una periodista acusó lisa y llanamente el film de machista. Berneri sostuvo que no, que su film no da la razón al personaje de Leonardo Sbaraglia, y que por el contrario la progresiva corrosión del matrimonio de ficción que compone con Celeste Cid es de responsabilidad compartida. Pero no logró convencer a la tozuda reportera local.

“Ver gente sentada hasta en la primera fila no es algo que me pase todos los días”, bromeó (o no tanto) Lisandro Alonso en la presentación de Jauja, que tras ganar el premio Fipresci en Cannes llegó hasta aquí, también como parte de Horizontes Latinos. ¿Sala llena en San Sebastián, para una película del realizador de Liverpool? En Cannes, donde ostenta el record de haber estrenado todas sus películas sin excepción (cinco largos, a la fecha), Alonso es poco menos que Dios. Aquí, hasta hace unos días no era nadie, y se entiende: su cine es demasiado hermético, demasiado desinteresado por la narración clásica para los estándares donostiarras. Jauja no es la excepción, por lo cual es posible que en días más Alonso vuelva a ser nadie en tierra vasca. Pero esta vez hay una diferencia, y esa diferencia lo explica todo.

El opus 5 de Alonso es el primero que incluye a una estrella internacional. Y esa estrella, Viggo Mortensen, no sólo habla castellano con fluidez sino que supo protagonizar Alatriste. Por lo cual aquí poco menos que lo adoptaron. Tanto, que el presentador lo anunció como “forofo” del Madrid. Aunque todos sabemos que es “reforofo” del equipo del Papa. Para Viggo hubo alfombra roja, amuchamientos, pedidos de autógrafos y grititos femeninos, antes y después de las proyecciones de Jauja. Proyecciones en las que el más famoso hincha azulgrana se hizo presente, junto a Alonso y la vasta troupe de coproductores internacionales de su nueva película. Tantos son los coproductores de Jauja (de Francia, de Dinamarca, de Alemania, de Argentina, de Holanda) que ocuparon casi por completo el ancho escenario del Kursaal 2.

Hablada en danés y castellano, terminada en formato de cuadro pequeño (como el del cine mudo) y exquisitamente fotografiada por Timo Salminen (DF titular de Aki Kaurismäki), en Jauja, Viggo –que en verdad tiene sangre nórdica– hace de un militar de ese origen que por algún motivo vino a parar a la Patagonia, a fines del siglo XIX. O donde sea que transcurra la película. Y en el tiempo en que transcurra. Sobre el final, un doble salto temporal (y también espacial, en la coda) hacen de Jauja un ovni esquivo. Si algo hacen en su transcurso Alonso y el coautor del guión, el novelista Fabián Casas, es abstraer, enrarecer, disparatar las cosas.

Hay unos aborígenes a los que los militares llaman “cabeza de coco” (ya se sabe que ese fruto muy patagónico no es), y unos militares que se proponen “matar a todos”, como burgueses porteños hablando de cabecitas negras. Hay un oligarca que habla en francés, un oficial que como el coronel Kurtz de Apocalypse Now! cortó amarras y andaría ejecutando gente en el desierto (¡vestido con ropas de mujer!) y milicos con nombres como “Birrita”, “Corto” y hasta “Milkibar” (sic). Hay una hija adolescente que se fuga con un colimba, obligando al capitán Dinesen (Mortensen) a salir a la intemperie. Eso es lo que importa: en la intemperie Dinesen se pierde, se extravía, tal vez se vuelva loco. La película también.

“Son más importantes las preguntas que una película te mueve a hacerte que las posibles respuestas”, le dijo el célebre hincha del Ciclón (que en cuanto encontró a otro que había entre el público manoteó la bandera azul y roja sobre el escenario, en celebración de la obtención de la Libertadores) a una dama que tras la proyección dijo poco menos que no había entendido nada. “Ni yo mismo sé muy bien lo que pasa en la película”, coqueteó un poco Alonso, que montó sobre el escenario un show casi como de animador de la RAI. “Si lo supiera tampoco lo diría, qué gracia tiene saber qué es lo que yo pienso de la película”, cerró después con toda lógica, dejando al público local a años luz de la tierra de Jauja.

Junto con Aire libre, la otra película latinoamericana en Competencia Oficial es La voz en off, del chileno Cristian Jiménez, de quien en festivales argentinos se conocieron las previas Ilusiones ópticas y Bonsái. Film de relaciones familiares en el que las mujeres mandan, La voz en off presenta a cuatro generaciones de naturales de Valdivia, gente de buen pasar y no tan buen llevarse. Hay una madre (Paulina García, consagrada por su fabuloso protagónico de Gloria, 2013), una abuela, dos hijas y una nieta. Además de un padre en fuga al que su esposa trata reiteradamente de “pelotudo”, un chico al que su hermana se divierte torturando un poco, un yerno francés, un ex que funge de monje hinduista y algún posible candidato por ahí. Tan veloz y chispeante como sus mujeres, la película de Jiménez tiene una gran dinámica dramática y visual. Pero abusa un poco del chisporroteo verbal, dejando la sensación de querer ganarse a toda costa el favoritismo del espectador.

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El adolescente de Dos disparos, que falla en su intento de suicidio pero dispara en cambio el humor.
 
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