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Martes, 2 de diciembre de 2014

CINE › EL DIRECTOR FRANCéS RENé FéRET PRESENTA SU PELíCULA LA HERMANA DE MOZART

“Ella fue artísticamente decapitada”

Auténtico prodigio, gran cantante y clavicordista, Maria Anna Walburga Ignatia, apodada Nannerl, fue la hermana mayor de Wolfgang Amadeus Mozart, pero la sombra del genio la arrojó a un olvido del cual el film de Féret intenta rescatarla.

 Por Ezequiel Boetti

Se sabe que Wolfgang Amadeus Mozart fue un compositor y pianista cuya capacidad lo hizo trascender a su tiempo hasta convertirlo en uno de los nombres más influyentes y venerados de la música clásica. Lo que muchas veces se soslaya es que creció y germinó sus dotes junto a una niña con un talento tanto o más temprano que el suyo. Era un auténtico prodigio, una gran cantante y clavicordista que, sin embargo, no existe en la historia oficial. Esa niña no era otra que su hermana cinco años mayor, llamada Maria Anna Walburga Ignatia, más conocida como Nannerl. Su vida y una obra que nunca fue conforman el centro narrativo de La hermana de Mozart, cuyo estreno nacional se anuncia para este jueves. “Es la tragedia de alguien que fue artísticamente decapitado”, sintetiza el veterano director y guionista René Féret, entrevistado por Página/12 en la señorial sede de Unifrance en Montmartre.

El film comienza con el clan Mozart viajando a lo largo y ancho de Europa y los hermanos deslumbrando a la audiencia en cada una de sus presentaciones conjuntas. En uno de esos eventos, ella (Marie Féret, hija del realizador) conoce al heredero de Luis XV, quien la alienta para darle luz verde a su prosa. Claro que la sociedad del siglo XVIII era diametralmente opuesta a la contemporánea y difícilmente aceptara a una mujer compositora. El realizador recuerda: “Me encontré azarosamente con las cartas que Leopold, el padre, le escribía a un amigo de Salzburgo que le financió el recorrido. Era un material muy interesante porque daba cuenta de una vida itinerante y con un grado de afecto propio de una familia muy feliz. Aquí, y solamente aquí, es donde aparece la figura de Nannerl. El resto es pura ausencia”.

–Esa ausencia hace que prácticamente no haya registro de sus composiciones. ¿Cómo llenó ese vacío?

–Bueno, debo confesar que por lo general no me interesan mucho las bandas sonoras de mis películas, pero en este caso era fundamental porque ocupaba un rol esencial tan importante como el de los protagonistas de carne y hueso. Era necesario inventar todo aquello que Nannerl pudo haber escrito, así que recurrí a Gabriel Yared, que es fanático de Mozart y me presentó a la compositora MarieJeanne Séréro para que imaginara una obra.

–¿Llegó a entender la relación del padre con su hija?

–Comprendí la relación de esa época con las mujeres en general. Me imaginaba a Nannerl interpretando partituras en un violín o clavicordio y a su padre censurándola por considerar que no eran instrumentos apropiados para una señorita. Era una relación cargada de un autoritarismo que, desde un punto de vista estrictamente moderno, sería escandaloso, independientemente de la cuota de sensibilidad. Ella fue la primera hija en nacer viva después de cuatro o cinco que murieron antes.

–Usted habla de sensibilidad, pero también hay una dosis importante de menosprecio. ¿Coincide?

–Sí, es un desprecio generalizado por las mujeres, muy propio de una época en la que se desconocían completamente las capacidades de ellas. Por ejemplo, había una idea muy instalada que decía que no podían componer, lo que explica que si uno mira la historia de la música clásica no haya autoras. El padre le enseñó música a Nannerl desde que tuvo tres años, pero cuando nació Wolfgang ella empezó a sufrir por su condición de mujer y terminó encarnando la tragedia de alguien que fue artísticamente decapitado por su simple condición de género. Estaba muy claro que él iba a eclipsar todo su talento y sus posibilidades de trascender.

–Más allá de las cartas que usted menciona, ¿hubo alguna investigación rigurosa sobre el personaje o buscó hacer una interpretación libre de lo sucedido?

–Estudié bastante esa época a través de la bibliografía sobre la realeza francesa. Me dije que era interesante inventar ciertas relaciones con personajes que realmente vivieron en aquellos años, como por ejemplo las hijas de Luis XV. Y es ahí donde interviene la ficción, pero es una suerte de ficción posible.

–Nannerl vivió 78 años. ¿Por qué decidió abarcar solamente la primera etapa de su adolescencia?

–Porque siento que es cuando vivió feliz. Ella estaba enfrentándose al surgimiento de sus capacidades artísticas, la vida sentimental y las primeras situaciones propias de la adultez. Recién empezaba a disfrutar el placer de existir y de la plenitud de sus capacidades. Después hay una especie de vacío en su carrera y su vida se vuelve amarga. Hay una pátina muy desencantada a lo largo de toda la película. Evidentemente no es una historia muy alegre.

–La hermana de Mozart es la tercera película que filma con su hija Marie como protagonista. ¿Qué ve en ella como actriz?

–Cuando pensé en la película, inmediatamente vi a Marie en ese papel. También me pensé como padre y decidí que la relación entre padre e hija fuera el eje del proyecto. Me gusta mucho el trabajo en familia porque cuando uno inicia un proceso creativo común se forjan relaciones excepcionales que realzan los vínculos y generan simultáneamente un placer emocional y artístico. Para los hijos también puede ser una experiencia muy interesante que, enfocada desde un lado lúdico, les sirve para aprender. Aunque también es cierto que no espero que ella se dedique toda su vida a la actuación. Ella es muy chica (tenía quince años al momento del rodaje) y si el día de mañana decide cambiar de rumbo estaré contento y listo para apoyarla.

–Además de Marie, en el film está su hijo mayor como asistente de dirección, la menor en un papel actoral secundario y su mujer como montajista. ¿Es complicado el rol simultáneo de padre de familia y director?

–No, para nada. Es una dificultad que no conocemos porque cuando estamos trabajando nos concentramos en resolver los problemas del momento, y el resto de las cosas las dejamos para la cena familiar. La clave está en mantener esos ámbitos separados. En este caso nunca me dije “esto no lo hago porque es mi hija” ni nada de eso. Aunque debo reconocer que en la película que filmamos después (Madame Solario) ella también tuvo el papel principal y hay sí hubo problemas porque hubiera sido oportuno mostrar una sexualidad mucho más explícita y me resultó imposible. Hubo una lógica de cuidado que felizmente pudo imponerse. No hay que sobrepasar los límites emocionales.

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