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Domingo, 8 de noviembre de 2015

CINE › TERMINO LA 30ª EDICION DEL FESTIVAL DE MAR DEL PLATA

Con festejos latinoamericanos

El abrazo de la serpiente se llevó el Astor de Oro y el reparto final dio alegrías a varias películas del continente. El encuentro de este año mostró una interesante consolidación, con un nivel por demás interesante en todas las competencias.

 Por Horacio Bernades

Desde Mar del Plata

El cine latinoamericano resultó el gran ganador de la competencia principal del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, con la coproducción colombiana-venezolana-argentina El abrazo de la serpiente como Mejor Película, la chilena El Club llevándose dos premios (Mejor Guión y el elenco masculino compartiendo el de Mejor Actor) y la argentina Erica Rivas galardonada como Mejor Actriz por su protagónico en La luz incidente, de Ariel Rotter. La coproducción eslovaca-checa Koza fue la única película no latinoamericana premiada por el Jurado Oficial de la Competencia Internacional, con el reconocimiento a su director, Iván Ostrochovsky, como el mejor en su rubro. Tanto El abrazo de la serpiente como La luz incidente recibieron, además, premios de otros jurados (ver recuadro).

Tan discutible como cualquier otra, la premiación del cuerpo integrado por el consagrado director de fotografía Ricardo Aronovich, el escritor Elvio Gandolfo, el realizador Isaki Lacuesta, la agente de venta Fiorella Moretti y el director de festivales Marco Müller no tuvo nada de escandaloso. Según el criterio de quien escribe pudo haber sido mejor. Pero también peor. Mejor hubiera sido (siempre desde la subjetividad) premiar a la estadounidense Tangerine, la brasileña O futebol, la argentina Eva no duerme, o darle un lugar más relevante a La luz incidente. Peor, elevar al podio a la manipuladora Remember, de Atom Egoyan (favorita del público), la antigualla española La isla del viento o la pésima Mecánica popular, de Alejandro Agresti.

La trigésima edición del Ficmdp fue de consolidación. Consolidación en calidad de la programación, en el perfil, la convocatoria, la consideración y hasta el nivel de los invitados. Más allá de los públicos diversos a los que apuntan, nombres como los de Atom Egoyan, Arnaud Desplechin y, sobre todo, Johnnie To, que pasaron por aquí, son de primera para cualquier festival del mundo. Si a las de ellos se les suman películas de Tsai Ming-liang, Terence Davies, Apichatpong Weerasethakul, Jerzy Skolimowski, Hou Hsiao-hsien, Otar Iosseliani, Takeshi Kitano, Guy Maddin, Hong Sang-soo y demás grandes autores incluidos en el apartado correspondiente de la sección Panorama, se tiene un verdadero seleccionado, que justifica por sí solo la convocatoria anual. Pero como bien lo sabe el aficionado a cualquier deporte de grupo, los grandes nombres no bastan para armar un buen equipo. La cuestión es ponerles al lado jugadores que estén a la altura, y los programadores del 30ª Ficmdp se ocuparon de eso. No es nada demasiado distinto de lo que vienen haciendo desde hace más o menos un lustro. La única diferencia es que ahora ese trabajo empieza a reconocerse de modo más masivo.

El nivel de las competencias oficiales (la Internacional, la Argentina y la Latinoamericana) se va cohesionando, reduciendo lo impresentable a compromisos inevitables. Las casi cien películas argentinas presentadas en toda la grilla, así como el medio centenar de latinoamericanas, permitieron mantener el carácter de ventana para el cine local, y de encuentro del de la región, con los que este festival debe cumplir. Presentación del cine argentino recién producido y recirculación del que se hizo hace tiempo, y que siempre conviene (re)descubrir. Focos, retrospectivas y proyecciones dedicadas a realizadores como Pierre Chenal, Ralph Pappier, Carlos Borcosque, Hugo del Carril y varios más hicieron proliferar esa posibilidad de reconexión, así como las retrospectivas extranjeras brindaron la posibilidad de descubrir a cineastas como el ruso Marlen Khutsiev, desde fines de los 50 un autor menos conocido en Occidente de lo que merecería, o el filipino Kidlat Tahimik, realizador contemporáneo completamente ignorado hasta el momento.

Sería de desear que después del 10 de diciembre próximo no se interrumpa la construcción realizada hasta ahora por el Ficmdp, que para rematarla sigue llevando mucho público a las salas. También es deseable que el propio festival no dé pasos atrás en rubros tan prácticos como vitales como es la grilla diaria, que hasta bastante avanzado el evento fue artículo de lujo. O que progrese en otros, como es el de la calidad de proyección, que en algunas salas sigue dejando que desear.

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La película de Andrés Barrientos es una coproducción colombiana-venezolana-argentina.
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