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Domingo, 8 de mayo de 2016

CINE › REFLEJO NARCISA, DE SILVINA SZPERLING

Guerrillera de la vanguardia

En su primera película, Szperling se acerca a la figura de Narcisa Hirsch, auténtica pionera del cine experimental argentino, con la evidente intención de homenajearla pero, al mismo tiempo, intentar descubrir algún reflejo desconocido.

 Por Diego Brodersen

En ocasión del homenaje a Narcisa Hirsch que el prestigioso festival de cine de la ciudad de Viena le dedicó hace cuatro años, el periodista y crítico Diego Trerotola escribió sobre ella en el catálogo que “desde fines de los años 60, Hirsch ha venido construyendo una obra que posee un rango estético, conceptual y cinemático que pocos cineastas pudieron lograr”. Nacida en Berlín en 1928 pero afincada en la Argentina desde muy temprana edad, Hirsch es una auténtica pionera del cine experimental argentino, autora de un cine políticamente poético y poéticamente político, una guerrillera casi solitaria, en el ámbito local, del súper 8 y el 16mm como formatos ideales para transmitir ideas y sensaciones. Que Silvina Szperling, otra personalidad dedicada a un arte poco masivo como es la danza contemporánea, sea la encargada de encarar un perfil de Hirsch, suena no sólo lógico sino sensato. Dedicada a esos menesteres desde hace más de dos décadas, fundadora y directora asimismo del Festival de VideoDanza de Buenos Aires, en su primer largometraje Szperling se acerca a la retratada con la evidente intención de homenajearla pero, al mismo tiempo, intentar descubrir algún reflejo desconocido de la realizadora.

Reflejo Narcisa recorre una parte apenas ínfima de la vida y obra de Hirsch, y lo hace desde una mirada en escorzo, tratando de delimitar los límites del contorno antes que intentar un retrato completo y tridimensional. Al tiempo que la voz en off de Narcisa describe algunas fotografías de sus ancestros aquí y en Alemania, la pantalla muestra imágenes de otros períodos, creaciones no cinematográficas que demuestran que su talento recorrió otros derroteros antes de optar definitivamente por la cinta de celuloide en movimiento. En su casa de Bariloche, con una vista siempre cambiante del paisaje semidesértico, se leen algunos poemas bajo la forma de misivas, enviadas a destinatarios no necesariamente atentos a esos mensajes. En Buenos Aires, el ensayo de una puesta multimediática (música, danza y proyección de video) la tiene atareada en tiempo presente. Más tarde, sobre el final, una compilación de escenas de algunas de sus películas más conocidas (por una minoría silenciosa, pero extremadamente fiel) ilustra algunos de los conceptos vertidos con anterioridad y hace las veces de repaso de su filmografía.

La vida y la muerte, la sexualidad, el anhelo de trascendencia son algunos de los “temas” que el cine y, con posterioridad, los videos de Hirsch tocaron de manera siempre sensible. Szperling se sube a un auto con ella y recorre algunas rutas polvorientas, con cierta distancia impuesta por el respeto, pero, al mismo tiempo, la consciencia de estar ante un par, ante otro ser humano. A diferencia de Narcisa, de Daniela Muttis, otro documental reciente dedicado a su figura, Reflejo Narcisa no intenta explicar las intenciones de su obra sino ahondar un poco más en su misterio. Sin ser conscientes de ello, ambos films se complementan y permiten conocer un poco más a la directora de Taller, Testamento y vida interior y El mito de Narciso, quien alguna vez escribió que “no hay que entender nada, hay que dejarse fluir con las imágenes y con el sonido, y ya está. Si eso es afín a ustedes bien, si no bueno, es como la música”.

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Narcisa Hirsch nació en Berlín en 1928, pero se radicó en la Argentina desde muy joven.
 
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