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Domingo, 11 de septiembre de 2005

CINE › UN WESTERN ALTERNATIVO DEL DIRECTOR ANG LEE GANO EL LEON DE ORO EN VENECIA

Un premio para los vaqueros gay

Brokeback Mountain se alzó con el Oro y Les amants réguliers con la Plata. Abel Ferrara recibió el premio especial del jurado por su Mary. León especial para Isabelle Huppert.

Por Luciano Monteagudo
Desde Venecia

¿Qué tienen en común la espectacular saga de artes marciales orientales El tigre y el dragón, la versión del comic estadounidense Hulk, la puntillosa adaptación de Sensatez y sentimientos sobre la novela previctoriana de Jane Austen o el western revisionista Cabalgando con el diablo? En apariencia, absolutamente nada. Y, sin embargo, todas fueron realizadas por el mismo director, el taiwanés Ang Lee, que ayer ganó el León de Oro de la 62ª edición de la Mostra de Venecia con su nueva película, Brokeback Mountain, dramática historia de amor entre dos cowboys de Texas, ambientada en el mundo del rodeo y del arreo de ganado de los años ’60, donde la palabra gay ni siquiera era conocida.
Lee no es un recién llegado a los grandes premios. Ya en 1993 había ganado el Oso de Oro de la Berlinale por su segundo largo, Banquete de bodas, una comedia agridulce que también ponía en escena las dificultades de integración de una pareja gay, uno de cuyos miembros se veía forzado a casarse por la presión de sus padres, que viajaban desde Taipei hasta Manhattan especialmente para la boda. “Para hacer una gran historia romántica, se necesitan grandes obstáculos”, describió Ang Lee aquí en Venecia.
Basada en un relato de Annie Proulx, publicado en 1997 en la revista The New Yorker, Brokeback Mountain dividió aguas entre la crítica. Mientras unos elogiaron la sensibilidad y la emoción del film, otros cuestionaron la linealidad y el convencionalismo de la puesta en escena y el desigual desempeño de sus actores, Jake Gillenhall y Heath Ledger, protagonista de otras dos películas de la sección oficial de esta edición de Venecia, Los hermanos Grimm, de Terry Gillian, y el Casanova de Lasse Hallström.
En todo caso, podría decirse que el jurado presidido por el escenógrafo italiano Dante Ferreti (que fue colaborador frecuente de Fellini y Pasolini y en febrero ganó el Oscar en su rubro por El aviador, de Martin Scorsese) tuvo la coherencia de premiar a un director ecléctico en una competencia que lo fue aún más. En la selección del director de la Mostra, Marco Müller, no se pudo advertir este año una lectura de las tendencias del mejor cine actual, sino más bien algunos fulgores esporádicos –como la excelente Les amants réguliers, que le valió al director francés Philippe Garrel, en buena ley, el León de Plata al mejor director– contaminados por evidentes compromisos, como fue el de la participación italiana, que tuvo tres films en concurso sin que nada lo justificara, más allá de su condición de locales.
Los premios al mejor actor (David Straithorn) y al mejor guión para Good Night, and Good Luck fueron dignos reconocimientos al segundo largometraje como director del actor George Clooney, que volvió su mirada sobre los tiempos oscuros del macartismo para hablar de la situación política en los Estados Unidos de Bush. “La historia del periodista Ed Murrow me enseñó que no se puede permitir a aquellos que detentan el poder ejercerlo de manera ilimitada”, declaró Clooney en el escenario del Palazzo del Cinema. Y el premio especial del jurado para Mary también parece razonable teniendo en cuenta que la nueva película del iconoclasta Abel Ferrara es una obra –más allá de las muchas objeciones que se le puedan hacer– poderosa y provocativa, en la que el director de El maldito policía vuelve a exponer de un modo confesional su caótica concepción del cristianismo.
Fuera de la competencia, Venecia dio cita a buena parte de Hollywood –lo que redundó en desproporcionadas medidas de seguridad, molesto leit motiv de toda la Mostra– y se dio el lujo de tener en estreno mundial El cadáver de la novia, la nueva maravilla de Tim Burton (en Argentina se verá a partir del 13 de octubre), que aquí vuelve a la técnica de animación de muñecos cuadro por cuadro, como ya lo había hecho años atrás en El extraño mundo de Jack.

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Jake Gillenhall y Heath Ledger, la pareja gay vaquera de los años sesenta.
 
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