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Viernes, 19 de enero de 2007

CINE › “EL ARCO”, DEL CINEASTA COREANO KIM KI-DUK

Rituales en un mundo cerrado

 Por Horacio Bernades

La idea de una construcción flotando sobre el agua parece fascinar al cineasta coreano Kim Ki-duk. Es así que El arco representa la tercera ocasión en que ese dispositivo se convierte en núcleo mismo de la puesta en escena. En La isla (2000) se trataba de un conjunto de pequeños dormitorios flotantes, visitados por una prostituta. En Primavera, verano, otoño, invierno... y otra vez primavera era el templo, en medio de un lago, donde el monje formaba a su discípulo. Y ahora, en El arco, penúltima película de su producción (la más reciente, Time, se estrenó hace unos meses) se trata de un barco pesquero, que desde al comienzo al fin de la película permanece inmóvil. Lo que se mueve y lo que no: otras dos obsesiones de un realizador que las tiene en abundancia.

El zen en el arte del tiro con arco es el título de un difundido texto de divulgación budista. Daría la impresión de que Kim Ki-duk, que alguna vez estudió para monje, lo ha tenido muy en mente a la hora de imaginar su film número 12. Exhibida en competencia oficial en la edición 2006 del Festival de Mar del Plata y presentada ahora en un acotado estreno en DVD, dos son los blancos de madera sobre los cuales se dispara aquí. Uno de ellos muestra la clásica imagen del yin y el yang; el otro, lisa y llanamente la de Buda. En el terreno de lo concreto, hay en El arco un mundo cerrado, el del barco pesquero y la más pequeña barcaza, que el dueño usa para llevar y traer clientes que vienen a pescar a alta mar. En ese fuera del mundo viven sólo un viejo, cuyo nombre jamás se sabrá (Jeon Sung-hwan) y una muchacha de 16 años, bella e innominada (Han Yeo-reum).

Aunque los visitantes lo tomen por su abuelo, el hombre piensa desposar a la chica en un mes más. Si bien ninguno de los dos pronuncia una sola palabra a lo largo de la película, cuentan los clientes que el anciano la llevó a vivir con él cuando la niña tenía seis años, y desde entonces no la devolvió al mundo. El anciano se las arregla para espantar a flechazo limpio a los que le tiran el anzuelo a la chica. Pero llegará un día un joven estudiante que, con perdón por el abuso de símiles, la flechará. Además de ahuyentar molestos, el arco se utiliza para una práctica adivinatoria semejante al lanzamiento de cuchillos, con la chica bamboleándose sobre una hamaca y las flechas pasándole por el costado. Una pequeña adaptación y el arma se convierten en instrumento de cuerda, dando lugar a una melodía tan repetida como incómoda.

El juego de intercambios alcanza a films anteriores, como cuando la chica se mete dos anzuelos en la boca. Todo está tan ritualizado como es costumbre en el cine del autor. La ritualización se vuelve literal en el momento de la ceremonia matrimonial, que incluye espectaculares vestidos y la suelta de unos metafóricos gallo y gallina. Tal vez sean la reiteración y el encierro, quizás el aire artificioso que las películas de Kim suelen tener o el débil compromiso emocional que generan. En una de esas la culpa la tiene esa monomelodía en la que tanto el viejo como el realizador se empeñan. Por todos esos motivos y sin dejar de suscitar genuina curiosidad, hay algo en El arco que la vuelve ligeramente irritante. Como si todo se redujera a una serie de jueguitos estéticos y narrativos. Curiosos y originales, sugerentes tal vez, pero de bastante menor alcance que algunas de las flechas que los personajes disparan.

6-EL ARCO

(Hwal) Corea del Sur/Japón, 2005.

Dirección y guión: Kim Ki-duk.

Fotografía: Jang Seung-baek.

Intérpretes: Jeon Sung-hwan, Han Yeo-reum y Seo Ji-seok.

Se exhibe únicamente en proyección DVD, en los cines Arteplex Centro y Arteplex Belgrano.

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