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Viernes, 18 de mayo de 2007

CINE › “LA MEJOR JUVENTUD”

De la televisión a la pantalla grande

A pesar de su origen catódico, la película de Marco Tullio Giordana construye un efectivo repaso de hechos históricos de Italia, a partir de las historias particulares de una familia.

 Por Diego Brodersen

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LA MEJOR JUVENTUD
La meglio gioventù, Italia, 2003

Dirección: Marco Tullio Giordana.
Guión: Sandro Petraglia y Stefano Rulli.
Fotografía: Roberto Forza.
Montaje: Roberto Missiroli.
Intérpretes: Luigi Lo Cascio, Alessio Boni, Adriana Asti, Sonia Bergamasco, Fabrizio Gifuni.

Aunque existan algunos antecedentes ilustres –sin ir más lejos Berlin Alexanderplatz, la obra magna del alemán Rainer Werner Fassbinder–, no es común que un trabajo realizado para la televisión tenga una presentación estelar en un festival de cine de primer nivel. Mucho menos que, tras su fugaz paso por la pantalla grande, se termine llevando a casa algún premio de relevancia. Pero ése es precisamente el caso de La mejor juventud, una miniserie de seis horas dividida originalmente en cuatro capítulos que, luego de su estreno en la TV italiana, fue exhibida en su versión completa en la sección “Un Certain Regard” del Festival de Cannes, donde obtuvo un premio su realizador. Con este significativo lauro y tras una circulación internacional inusitada para este tipo de material, se estrena esta semana en Buenos Aires una primera parte del film, para ser exactos los dos primeros capítulos de la saga, que totalizan unos 180 minutos de proyección. Los distribuidores afirman que el metraje restante se presentará dentro de tres meses, completando así esta extensa historia centrada en la familia Carati y su devenir en la siempre cambiante vida política, económica y social de la Italia de los últimos cuarenta años.

La secuencia de apertura avanza velozmente mientras en la banda de sonido comienzan a sonar los primeros acordes de “House of the Rising Sun”, el hit de 1964 de The Animals. Buen contexto sonoro para introducir a los hermanos Nicola y Matteo Carati, estudiantes de medicina y literatura respectivamente, quienes se disponen a iniciar un viaje por los Pirineos junto a algunos compañeros y amigos. La primera vuelta del destino (el film tendrá preparadas varias, bajo los más diversos disfraces) aparecerá en la forma de Giorgia, joven interna de un instituto mental que será rescatada por los hermanos de su penosa condición –claro símbolo del estado lamentable de la salud mental italiana en aquellos años– y que hará finalmente que Matteo haga una especialización en psiquiatría y se interese por la inserción en sociedad de los pacientes complejos. Mientras tanto, su hermano iniciará una carrera profesional en la policía, preparando el terreno para futuras confrontaciones entre los miembros de la familia, que se completa con los padres de los muchachos y una hermana menor que adquirirá relevancia dramática en etapas posteriores de la historia.

Siguiendo las casi centenarias enseñanzas de D. W. Griffith en films como El nacimiento de una nación o de su coterráneo Bernardo Bertolucci en otro film de aliento épico, Novecento, Tullio Giordana entrelaza la historia particular de los personajes de ficción con los vaivenes de la historia, acercándose a eventos como las inundaciones de Florencia de 1966, la convulsión política en los años ’70, momento en el cual Matteo conoce a su futura mujer, los despidos masivos de la empresa FIAT o –en los últimos tramos, que se verán recién dentro de unos meses– los sonados casos de corrupción política durante el gobierno de Berlusconi. Esta primera entrega de La mejor juventud deja en suspenso varias líneas narrativas, como la separación de la mujer de Matteo de su familia por razones políticas: ella forma parte de las Brigadas Rojas y le resulta imposible equilibrar su vida personal con la entrega que le demanda su compromiso ideológico. En ese sentido, no parece casual que el mejor amigo de Nicola dentro del cuerpo policial muera a manos de un grupo de activistas durante un enfrentamiento en las calles, situación que ilustra a la perfección el gran valor didáctico y, al mismo tiempo, las limitaciones de este tipo de acercamiento –lo personal como síntoma y metáfora de lo general– a los hechos históricos y a su comprensión profunda.

El crítico y teórico André Bazin refirió alguna vez a aquellos films que se acercaban a la “pequeña historia” –películas que simplifican la enorme complejidad de los procesos históricos en pos de un “eficaz” tratamiento cinematográfico– como contrapunto de aquellos otros, mucho menos fáciles de hallar, que remiten a la gran historia pero “a escala humana”, obras que logran pintar una época y su sociedad a partir de un reducido grupo de personajes. Ni lo uno ni lo otro, La mejor juventud, anclada en un naturalismo televisivo a veces excesivo, posee como mayor virtud la capacidad de generar la impresión de la existencia real de sus criaturas, al menos durante el tiempo que dura la proyección, aunque por momentos el encadenamiento de hechos familiares parezca sospechosamente atado a las contingencias de la historia. De todas formas, esta miniserie ofrece más placeres y posibles puntos de reflexión que la gran mayoría de sus hermanos mayores contemporáneos, los films históricos de gran presupuesto.

Esta reseña continuará...

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Para su pasaje al cine, la miniserie fue dividida en dos películas de 180 minutos.
 
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