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Jueves, 23 de agosto de 2007

CINE › “LA PASION DE BEETHOVEN”, DE AGNIESZKA HOLLAND, CON ED HARRIS Y DIANE KRUGER

Un oído bello para un monstruo sordo

 Por Horacio Bernades

Genio con mal genio, y encima romántico y tormentoso, es una combinación irresistible para un personaje cinematográfico. Si encima el genio es uno de esos cuyo nombre y composiciones integran desde hace un par de siglos la banda de sonido del oído humano, la pregunta es cómo puede ser que sea ésta sólo la segunda ocasión en que el cine masivo intenta exprimir la figura de Ludwig Van Beethoven, luego de aquella Amada inmortal donde Gary Oldman sacudía la peluca hasta hacer temer por su desprendimiento. El que se la pone es ahora Ed Harris, hablando en inglés pero con fraseo cortante, casi hitleriano, y luciendo algunos kilos de más y nariz aumentada, para evocar mejor esa figura del busto que todos vimos alguna vez, generalmente subido a un piano.

La pasión de Beethoven toma al músico meses antes del estreno de la Novena Sinfonía, componiendo contra reloj y con necesidad urgente de alguien que le transcriba las partituras, si quiere llegar a tiempo a la Opera de Viena. Su representante, Wenzel Schlemmer, se agarra la cabeza al ver que la maratónica sinfonía (primera que compone, en una década, el autor de “Para Elisa”) contiene un coral, y Ludwig Van (Malcolm McDowell dixit en La naranja mecánica) se la agarra al ver que la copista que le consiguieron es una copista y no un copista. Se trata de Anna Holtz (la alemana Diane Kruger, que había sido Helena en Troya), que además de ser mujer tiene el atrevimiento de ser linda y jovencísima. Pero cuenta con un arma para convencer al Monstruo Sordo de no echarla a patadas de su estudio-cuchitril: los años de conservatorio le permiten detectar al vuelo si la nota que corresponde es un bemol o un sostenido.

Estructurada alrededor de esa relación múltiplemente asimétrica (la bella y la bestia, el maestro y su discípula, la académica y el romántico, el sordo y la dueña de oído absoluto) y con el estreno de la Novena Sinfonía en el centro mismo del relato, es posible que La pasión de Beethoven se prestara al ridículo, pero evita caer en él. Eso, gracias a que se toma a la celebridad con la suficiente ligereza y sentido del humor, como para que cuando aquél asuma finalmente el rol de oráculo musical, pontificándole a la copista y al espectador dos o tres lecciones sobre la relación entre notas y silencio y entre academia y deseo, se haga más fácil digerirlo.

Sobre guión escrito por Stephen Rivele y Christopher Wilkinson (a quienes sus trabajos en Nixon, Alí y ahora ésta convierten en especialistas en celebridades), debe agradecérsele a la polaca Agnieszka Holland (la de Amarga cosecha, Europa Europa y Olivier, Olivier) que haya optado por un relato popular y no académico-tilingo, restándole protagonismo a reconstrucciones de época, pelucas y vestuario y otorgándoselo a historia y personajes, con el suficiente color como para que el protagonista exclame: “Dios susurra al oído de ciertos hombres, pero a mí me grita. Por eso quedé sordo.”

6-LA PASION DE BEETHOVEN

(Copying Beethoven) EE.UU./Alemania/Hungría, 2006

Dirección: Agnieszka Holland.

Guión: Stephen Rivele y Christopher Wilkinson.

Música: a cargo de The Royal Concertgebouw Orchestra, con la dirección de Bernard Haitink.

Intérpretes: Ed Harris, Diane Kruger, Ralph Riach, Bill Stewart, Angus Barnett, Matthew Goode y Phyllida Law.

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Ed Harris como Ludwig Van.
 
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