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Viernes, 21 de septiembre de 2007

CINE › DAVID CRONENBERG EN LA APERTURA DEL FESTIVAL DE SAN SEBASTIAN

Promesas de suma violencia

Con Eastern Promises, el gran director canadiense, acompañado por su protagonista, Viggo Mortensen, dio por inaugurado el festival donostiarra, que tiene una fuerte presencia argentina.

Desde San Sebastián

El cine argentino se despliega en la 55ª Edición de San Sebastián, con cuatro películas llegando a las salas del festival en su mismo comienzo. Todas son parte de la Selección Horizontes, sección competitiva dedicada a las películas latinoamericanas, compuesta en total por dieciocho títulos y con un premio de 35.000 euros para el ganador. De esas cuatro, dos se estrenaron ya en Argentina: Una novia errante, de Ana Katz, y La antena, de Esteban Sapir. Por su parte, El asaltante, ópera prima de Pablo Fendrik, había participado de la competencia oficial del último Bafici, mientras que Por sus propios ojos, debut de la cordobesa Liliana Paolinelli que se proyecta a partir de hoy, hace aquí su presentación internacional. El lunes le tocará el turno a Encarnación, de Anahí Berneri, única película de nuestro país que forma parte de la competencia oficial.

“El día está lindo y hay mucha gente”, dijo Viggo Mortensen, poniéndole freno a todo énfasis emocional, cuando en la conferencia de prensa posterior a la proyección matutina de Eastern Promises le preguntaron cómo se sentía, por ser parte del film al cual le cupo el honor de abrir el festival. Ganadora del Premio del Público en el Festival de Toronto y primera película que se presenta en competencia oficial en San Sebastián, Eastern Promises es el nuevo opus de David Cronenberg. En Argentina llevará el título literal de Promesas del este, con estreno anunciado para noviembre. Reunión del dúo Cronenberg & Mortensen luego de Una historia violenta, podría considerársela la segunda parte de un posible díptico sobre las relaciones entre normalidad y violencia. En este caso, a partir de un guión escrito por el británico Steven Knight, el mismo de Dirty Pretty Things (película de Stephen Frears que en Argentina se estrenó como Negocios entrañables).

Puede apostarse que en otras manos, la historia de lealtades y traiciones mafiosas de Eastern Promises hubiera dado lugar a un thriller perfectamente convencional. Pero un autor es un autor y Cronenberg, que se hizo presente junto a Mortensen en la conferencia de prensa celebrada aquí en el Kursaal, no podía convertirla en otra cosa que... una de Cronenberg. No hay otro modo de definir el modo en que el relato, y con él el espectador, va siendo absorbido por un mundo sombrío, perverso y enrarecido, que parecería constituir una dimensión paralela de la realidad. Hasta la propia Londres que la película muestra (o construye) se parece más a la de Spider –un Cronenberg inédito en Argentina, inmediatamente anterior a Una historia violenta– que a la de Match Point, por poner un ejemplo reciente. Esto es: una suerte de pecera turbia y azulada, con cadáveres a la deriva flotando en el Támesis.

La línea dramática de Promesas del este es la clásica de los films de gangsters, aplicada a miembros de la colectividad rusa. Hablando con un acento que, según contó en la conferencia del prensa, adquirió tras dos semanas de escuchar televisión en Moscú, Mortensen hace de chofer y matón al servicio de una versión eslava de Don Corleone (el alemán Armin Mueller-Stahl) y su hijo, verdadero mono con navaja encarnado por el francés Vincent Cassel. Con ellos y con sus fiestas tradicionales, canciones folklóricas y salvajes ajustes de cuentas se cruza la partera que encarna Naomi Watts, que viene siguiendo el hilo de una esclava sexual de 14 años, a la que aquéllos explotaban. Ella funciona como alter ego del espectador, la chica “normal” que, como James Woods en Videodrome o Peter Weller en Festín desnudo, va siendo devorada por el mal. Por suerte Cronenberg logra hacer lo contrario y, en lugar de terminar deglutido por las convenciones genéricas, las cronenberiza.

“Quería que, a diferencia de las películas de Hollywood, el espectador sintiera la violencia físicamente”, dijo en la conferencia de prensa el realizador de La mosca, refiriéndose a dos o tres escenas en las que los cuerpos sufren tanto como en Parásitos mortales o Crash. Una de ellas termina con un cuchillo ensartado en un ojo, en un baño turco, y será recordada por mucho tiempo. Como es característico en su cine, la violencia no está allí porque sí, y es así como en los tramos finales asoman en Promesas del este muestras inesperadas de piedad y de tristeza. Para no hablar de las comparaciones con príncipes y reyes, que la ponen abruptamente bajo la luz de la tragedia clásica. “Ninguno de los personajes de David es de una sola pieza, y éste tampoco”, acotó sobre el final de la conferencia de prensa Viggo Mortensen, en un castellano inconfundiblemente porteño. Hasta el punto de que no pronunció Deivid, como correspondería en inglés, sino Davíd, acentuando la i como si en lugar de Cronenberg hablara de Bisbal.

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Cronenberg & Mortensen, la misma, notable sociedad de Una historia violenta.
Imagen: EFE
 
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