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Jueves, 24 de enero de 2008

CINE › “HITMAN - AGENTE 47”, DIRIGIDA POR XAVIER GENS

Esa manía de los fichines

 Por D. B.

Las adaptaciones cinematográficas de videojuegos ya son toda una institución. Más allá de los resquemores que tal origen suele generar en los cinéfilos, particularmente en aquellos que no han caído en las garras de la adicción a los juegos electrónicos, no hay nada que impida, a priori, el encuentro con un film de ciertas cualidades. A fin de cuentas, existen películas basadas en las ideas, conceptos y objetos más extraños y disparatados. Desafortunadamente, la realidad parece contradecir esta aseveración y Hitman - Agente 47 no forma parte del grupo de las excepciones (porque que las hay, las hay). En principio, la idea de un grupo de killers pelados y tatuados con un código de barras en la cabeza puede funcionar sin problemas en el mundo de los videogames, pero su traslación al universo del cine suena, como mínimo, un tanto ridícula. En fin, ningún asesino profesional practica el alto perfil y eso de andar deschavándose en cada trabajo, por más cool que se sienta uno con su propia imagen, es como trabajar de pirata del asfalto con un único medio de transporte y la patente bien a la vista.

El sostén dramático de Hitman, la película, es por demás enjuto e incluye la traición del antihéroe por la entidad que lo crió y educó en las artes del asesinato, una organización gubernamental secreta –aparentemente de origen norteamericano– llamada “La Agencia”. Allí, desde muy jóvenes, el selecto grupo de futuros mercenarios es transformado en máquinas de la muerte: sin nombre –apenas un número que los identifica–, sin familia, sin historia, sin emociones humanas, los pelados salen a masacrar a quien La Agencia mande. Pero bueno, a 47 lo tiran a los lobos luego del fracasado intento de asesinato del presidente ruso. A partir de allí la trama va complicándose con la aparición del hermano del mandatario, dos agentes de Interpol que andan tras los pasos del asesino, unos corruptos policías rusos y una joven prostituida a su pesar que, previsiblemente, se transformará en la protegida de 47. El resto son piñas, tiros, líos y cosha golda.

Allí radica el problema fundamental de Hitman, que no es tanto el pelado y su tatuaje –Timothy Olyphant, el villano de Duro de Matar 4.0– sino la impericia absoluta con la cual el material ha sido moldeado. Hay pocas cosas tan frustrantes como un film de acción que no sabe qué hacer con las escenas de lucha. Aquí el modelo a seguir es el cine de artes marciales moderno que, como se sabe –particularmente en su acepción hongkonesa de los años ’80 y ’90, con Jackie Chan a la cabeza– requiere “suspender la credibilidad” del espectador en base a un preciso, milimétrico uso de la coreografía, el encuadre y el montaje, en ese orden (no hay nada más parecido al musical que el cine de artes marciales). Luc Besson, en su calidad de productor, viene imitando ese patrón desde hace más de una década, aunque parece no haber aprendido la esencia de su éxito. Hitman es pura mampostería rústica, a la cual le faltan varias capas de cemento y pintura. Y ni hablar de los detalles de terminación. Game Over.

4-HITMAN - AGENTE 47

(Hitman), Estados Unidos/Francia, 2007

Dirección: Xavier Gens.

Guión: Skip Woods.

Fotografía: Laurent Bares.

Música: Geoff Zanelli.

Intérpretes: Timothy Olyphant, Dougray Scott, Olga Kurylenko, Robert Knepper, Ulrich Thomsen.

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