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Miércoles, 13 de febrero de 2008

CINE › LA CINEASTA ALBERTINA CARRI HABLA DE “LA RABIA”, SU NUEVA PELICULA

“La familia no tiene escapatoria”

La directora de Los rubios cuenta detalles del film que presentará hoy, con alfombra roja y todo, en la Berlinale. Lo que verán los alemanes son postales poco turísticas de las pampas argentinas, un relato de emociones viscerales que desencadenan una escalada de violencia.

 Por Diego Brodersen

Albertina Carri está con poco tiempo y recibe a Página/12 en su casa del barrio de Saavedra. Acaba de llegar de sus vacaciones sin electricidad ni agua corriente, de un lugar quizá más agreste y salvaje que el ámbito en el cual transcurre su último opus, La rabia, film que se presenta hoy en la 58ª edición del Festival de Berlín. No ha terminado de desalojar sus valijas de ropa veraniega y ya las está llenando previsoramente de vestimentas apropiadas para combatir el frío del invierno berlinés. Carri está “contenta pero un poco asustada. Es una megafunción con alfombra roja, tratándose del estreno mundial de la película es simplemente genial”. La rabia llevará a Europa imágenes poco turísticas de las pampas argentinas, un relato de emociones viscerales en el cual un triángulo amoroso termina desencadenando una escalada de violencia con visos de tragedia. Analía Couceyro, rostro recurrente en el cine de la directora de Los rubios y Géminis, encabeza el reparto de este drama campestre atento a la creación de climas poco frecuentes en el cine argentino y donde la mirada infantil, nada cándida, cobra vida a partir de una serie de secuencias animadas.

–La rabia viene a completar una suerte de díptico con Géminis, donde esta última podría definirse como un melodrama de clase alta y la primera como uno de clase baja. Además, está presente el tema de la familia, eje central en su filmografía.

–Hay algo que te voy a decir que puede sonar feo, casi demasiado católico: la familia es la base de todo..., particularmente de todos los problemas. Al margen de ese chiste, en general los disparadores de mis películas son siempre las estructuras familiares. Es como una condena la familia; no hay opción, por mucho que te alejes, por más vínculos nuevos que puedas formar, para mí no hay escapatoria. Pensemos también en la condena en buenos términos, no siempre tiene que ser un peso espantoso. Respecto del melodrama, bueno..., el campo está lleno de melodrama.

–Pero si en Los rubios se formaba una familia putativa a partir de la inexistencia de una sanguínea, en Géminis y en La rabia existen familias, llamémoslas tradicionales, que comienzan a desintegrarse por diversas razones.

–El tiempo lo destruye todo, como dicen en el film de Gaspar Noé, Irreversible (risas). Ambas películas hablan de vínculos de opresión, de situaciones carcelarias. Esa puerta de chapa en Géminis era el símbolo del encierro, el umbral de una especie de fortaleza infranqueable. En La rabia la propuesta es la inversa, aunque los espacios abiertos terminan siendo tan opresivos como el más cerrado de los espacios. En La rabia también está el tema de la predación, algo que noté cuando la película estaba casi terminada. Recién ahí me di cuenta de que los personajes se comían unos a otros. Suele decirse que la naturaleza es violenta, como si nosotros, los seres humanos, no formáramos parte de ella. La película empieza con imágenes de bellos paisajes, pero la belleza se va transformando en algo ominoso.

–El campo está presente en todos sus films, excepto en No quiero volver a casa, película extremadamente urbana.

–La próxima va a transcurrir debajo de la tierra (risas). En Los rubios lo digo claramente: viví mucho tiempo en el campo, es para mí un lugar muy importante, además de resultar más misterioso que las ciudades. Sin embargo, es algo absurdo, ¿no? Porque en La rabia el campo dista de ser un lugar bucólico. Pienso mucho las películas en cuanto a las locaciones, Algunos directores parten, a la hora de generar una historia, de uno o más personajes. Yo escribo mucho a partir de los lugares, de una locación o un decorado, de determinado espacio. Además creo que los lugares determinan mucho a las personas.

–Hay un tono ciertamente inquietante, una carga de violencia que de a poco comienza a estallar. La escena en la cual se sacrifica y carnea un cerdo, extensa y detallada, también funciona como metáfora. Muchos espectadores van a verla como una escena diseñada simplemente para shockear.

–Seguramente sea una escena que divida aguas, como el grito en el final de Géminis; si es necesario o no, si se debe mostrar o no. Pero la violencia está presente todo el tiempo en la película. Además comemos carne, al menos la gran mayoría de los argentinos somos carnívoros. Ese chancho iba a ser sacrificado de todas formas, aunque no hubiera puesto una cámara delante. Hay un límite muy delicado entre la ficción y el documental en esa escena. Quizá toda la película tenga un tono documental, una puesta en escena muy diferente a la de Géminis.

–Géminis era mucho más ampulosa, La rabia es más seca e inmediata... Sin embargo, la estructura del relato es muy clásica.

–Además de la cuestión melodramática trabajé mucho el tema de la mirada infantil, cierta impronta de cuento para chicos. Creo que eso no está presente en mis películas anteriores. Así llegamos a las secuencias de animación que atraviesan la película, una de las grandes discusiones que tuve conmigo misma: tratar por todos los medios de que esas animaciones no se transformaran en reservorio de la ingenuidad sino en la zona donde se ve reflejado todo lo ominoso de ese mundo del cual la nena es testigo. Después, investigando un poco, descubrí que hay características comunes en los dibujos de los niños abusados, se descubre mucho a partir de ellos. Suelen ser dibujos violentos y sexualmente gráficos.

–¿La animación estuvo presente desde un principio? Allí existe una relación directa con Los rubios, donde también hay varias escenas animadas.

–Existieron desde un principio, por eso fue tan difícil convencer a los productores. No fue nada fácil encontrar una animación que funcionara en nuestro esquema de producción y que además tuviera su propia narratividad. Era un punto delicado y podría haber salido mal. Pero creo que, finalmente, esos segmentos están bien desarrollados e insertos en el resto de la película. Encarnan una zona casi fantasmal. Fueron realizados por un equipo de chicos muy jóvenes de la Universidad del Cine. Fui bastante específica en cuanto a qué resultados necesitaba, pero como no soy realizadora de animación me resultó difícil decir exactamente qué quería, aunque sí sabía qué tipo de dibujos y qué paleta de colores quería (los colores ya estaban instalados en la película desde el trabajo con la diseñadora de arte y la directora de fotografía).

–El otro tema esencial en la historia es el sexo. Suele decirse que las escenas eróticas del cine argentino nunca terminan de funcionar. En el caso de La rabia no sólo funcionan, sino que se evidencia el costado más físico, si se quiere animal, del acto sexual. ¿Cómo fue el trabajo con los actores?

–Trabajo con Analía Couceyro desde hace muchos años y por lo tanto ella leyó el guión desde su primera versión. El sexo era uno de los grandes problemas y miedos antes y durante el rodaje. Las escenas de sexo son muy delicadas de filmar, difíciles tanto para los actores como para los directores: cuando tenés a dos actores en pelotas delante tuyo te querés sacar esos planos de encima lo antes posible. Además hacía un frío espantoso en esa casa de campo con los vidrios rotos, problemas típicos del cine. Hablé mucho con Analía –son escenas que reescribí bastante– pero finalmente creo que hallamos esa cosa salvaje, donde se termina de instalar la animalidad. Además encontramos algo genial, una receta que quiero recomendar: filmamos las escenas de sexo desechando luego el sonido original y doblando el audio en estudio. En posproducción trabajamos un sonido, si se quiere, más “caliente”. Creo que eso le dio mucho más cuerpo a esos momentos.

–¿Fue fácil escribir los diálogos? ¿Cómo se evitó caer en ciertos estereotipos campestres?

–Es una película con escasos diálogos, como en el campo, donde se habla poco. Fue un trabajo largo, viajamos y grabamos conversaciones para estudiar las formas del habla. El acento es muy peligroso y cuando el porteño se empieza a comer las eses para imitar el acento del campo queda realmente muy mal. Si bien las líneas de diálogo estaban escritas de antemano, trabajamos mucho con los actores y si era necesario cambiar alguna línea lo hacíamos sin problema. Fueron reducidas a la mínima expresión. Hay una anécdota genial ocurrida en el rodaje de la escena del chancho: el hombre que realmente dirigió la situación, el matarife, les estaba enseñando a los actores cómo pelar el chancho, sin hablar demasiado, y en determinado momento les dice “así, con rabia”. El tipo ni sabía cómo se llamaba la película, para él era “la película con Dalma Maradona”. Fue increíble.

–A propósito, ¿cómo surgió el casting de Dalma Maradona en el reparto? Es un papel pequeño, sin diálogos, pero importante.

–Ese personaje siempre existió, en papel se llamaba “la adolescente”. En la oficina de la productora apareció su nombre y alguien preguntó “¿alguien tiene un papel para Dalma Maradona?”. Y respondí “Sí, yo”. Si bien nunca hubiera pensado en ella en un principio, finalmente me parece que está muy bien en el papel.

La despedida luego de la entrevista incluye un caluroso meneo de cola de Favorita, una de las perras de Albertina Carri, quien según su dueña es una “verdadera estrella. Favorita tiene un papel importante en La rabia y también aparece en Los rubios. Claro que entonces tenía las cuatro patas; tuvieron que amputarle una de ellas hace poco, cuando un caballo se la pisó por accidente”. El campo puede ser un lugar salvaje y peligroso.

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“La belleza de los paisajes se va transformando en algo ominoso”, adelanta Carri sobre su film.
Imagen: Nora Rosenberg
 
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