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Sábado, 8 de marzo de 2008

CINE › ANTE LA RENUNCIA DE JORGE ALVAREZ, EL PRESIDENTE DEL ORGANISMO

Las aguas bajan turbias en el Incaa

Alega “agotamiento”, pero en los últimos meses se habían sucedido cuestionamientos de la asociación de directores y una denuncia penal anónima en el juzgado de Claudio Bonadío.

 Por Oscar Ranzani

De manera sorpresiva, Jorge Alvarez presentó su renuncia a la presidencia del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), luego de una semana en la que se había mostrado exultante en público por los anuncios del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, que pasó su fecha de realización para diciembre, anuncio que le valió nuevas críticas de algunos sectores del cine. Pero de la celebración pasó a la renuncia, por razones de “agotamiento”, según le dijo a Página/12. “Fui la autoridad que más duró al frente del Instituto de Cine. Hace seis años que me encargo de todo esto (N. de la R: cuatro como vicepresidente y dos como presidente). Llegué a un punto de agotamiento. Soy consciente de que he logrado muchas de las cosas que me propuse y también soy consciente de que faltan muchas cosas por hacer. Pero entre las cosas que me propuse creo que he logrado una muy buena parte”, agregó. Como el Incaa es un ente autárquico, la decisión final quedará en manos del jefe de Gabinete, Alberto Fernández.

En el medio cinematográfico, trascendió que el miércoles se había producido un allanamiento en las oficinas del Incaa buscando documentación. A través de altas fuentes del juzgado del doctor Claudio Bonadío, Página/12 pudo averiguar que hay radicada una denuncia penal anónima “sobre una serie de subsidios a un productor”, según precisó la fuente, que aclaró que “no hubo un allanamiento a las oficinas del Incaa, sino una orden de presentación”, a través de la cual se le pidió al Instituto que entregara dos expedientes a la comisión policial que fue a buscarlos. La denuncia anónima, indicó la fuente, se presentó a fines del año pasado y la orden de presentación se le solicitó al Instituto la semana pasada.

Desde hace meses, el titular del Incaa era cuestionado por su modo de gestión y sus políticas de subsidios, entre otras razones que esgrimió la asociación Directores Argentinos Cinematográficos (DAC), a través de diversas comunicaciones públicas: “Pesa en su haber un Consejo Asesor inactivo, único organismo de contralor de la industria, pese a que ya no hay ningún impedimento legal para su pleno funcionamiento”, señala el último comunicado de la DAC, que continúa sus cuestionamientos a través de diversos item: “Un sistema de fomento burocráticamente enmarañado, con absoluta ignorancia de la incidencia permanente que las nuevas tecnologías originan en la actividad. Concreta falta de aplicación de las cuotas de pantalla en cine y televisión, que en otras cinematografías del mundo permiten sustentar el desarrollo de la industria. Nulidad de una política de ventas y adecuada promoción del cine argentino en el exterior, a pesar de los constantes viajes en primera clase de grandes comitivas a Europa, China y el resto del Mundo”.

Pero el punto más crítico de la información brindada por la DAC focaliza en los “Terceros J”, como se los conoce en el medio. “El tercero J es un mecanismo que permite la ley, que le da al presidente del Instituto la posibilidad de dar subsidios directos para hacer cine a entidades públicas o privadas que tiendan al desarrollo de la cultura y la comunidad”, explicó Carlos Galettini, presidente de la DAC, a este diario. Precisamente, el comunicado emitido semanas atrás por la DAC señala: “Entre los años 2006 y 2007 fueron adjudicados mediante este régimen más de 19 millones de pesos. Se trata del equivalente a más de la mitad de los recursos destinados a la producción normal durante estos dos años” y cuestiona “una discrecional erogación por parte del Incaa”.

“Honestamente, todo suma”, dijo Alvarez cuando se le consultó si influyeron los cuestionamientos de un sector de la industria. “Pero dejemos en claro cada cosa: en la industria del cine, además de tener un sindicato de extras, un sindicato único de la industria del cine que es SICA, un sindicato de actores que es la Asociación Argentina de Actores, hay siete asociaciones de productores, cinco asociaciones de documentalistas y cuatro asociaciones de directores. Una de esa cuatro asociaciones, si bien es la más numerosa y la más antigua, no pensaba igual que yo. Porque vivimos en democracia, creo que es lógico, natural y absolutamente aceptable que no pensemos todos igual. Pero guarda cuando decimos un sector importante de la industria, porque es sólo una de las dieciocho asociaciones”, agregó Alvarez.

“No tenía la capacidad para atender las necesidades que la industria necesitaba. Debido a la velocidad con que se desarrolla el audiovisual, hay que estar constantemente trabajando. Acá notábamos una inercia”, sostuvo Galettini sobre Alvarez. El presidente de la DAC espera que “el que venga tenga la suficiente capacidad” y que van a estar “como estuvimos con esta gestión. En todos estos años la apoyamos, tirando ideas. Nosotros peleamos por el desarrollo del cine argentino”, aseguró Galettini.

“Creo que renunció centralmente porque no pudo darle respuesta a los problemas del Instituto, porque no era un hombre del cine. Nunca entendió el funcionamiento de la industria ni el oficio de cineasta. Básicamente, por eso”, señaló el cineasta David Blaustein, que unos días atrás había escrito una columna de opinión en este diario cuestionando el traslado de la fecha de realización del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Blaustein le quitó peso a que esa decisión de Alvarez haya influido en los motivos de su alejamiento: “Pudo haber sido la gota que rebalsó el vaso, pero no creo que haya sido lo central. Los desaciertos de Alvarez fueron las alianzas con los sectores de la industria con los cuales decidió armar su proyecto y el no entender que pertenecía a un gobierno que sí decidió dar ciertas batallas políticas. Este gobierno dio batallas políticas contra ciertos sectores de poder. Alvarez no se animó a darlas. Intentó una conciliación muy tonta con el sector de la exhibición y no se animó a cambiar radicalmente la cuota de pantalla y no buscó una política de obligar a la televisión a invertir en el cine argentino”. Por otro lado, “todos los mecanismos de transparencia que se le plantearon también fallaron”, concluyó Blaustein.

Por el momento, el Incaa permanece acéfalo, porque la vicepresidencia del organismo también está vacante, desde que a fines del año pasado María Lenz renunció a ese cargo para ocupar una banca como diputada nacional. La danza de nombres para ocupar la presidencia del Incaa no se hizo esperar y ayer ya circulaban como rumores no menos de media docena de postulantes, entre ellos Tristán Bauer, Pablo Wisznia, Liliana Mazure y Javier Grossman.

Pero según Blaustein, “hay que buscar que se haga cargo del Instituto alguien ajeno a todos los sectores. Me parece que de los nombres que escucho todos representan a un sector. Y creo que el momento que está pasando el continente, nuestro país y la industria obligaría a Cristina a usar la imaginación para buscar a una persona que yo creo que debería ser un economista o alguien vinculado al mundo de las ideas, que esté por afuera de la industria y que, de alguna manera, pueda darle oxígeno”

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“Fui la autoridad que más duró”, sostiene Alvarez.
Imagen: Ana D’Angelo
 
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