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Miércoles, 30 de abril de 2008

CINE › NéSTOR FRENKEL Y EL DOCUMENTAL CONSTRUCCIóN DE UNA CIUDAD

Memoria reconstruida

El director retrata presente y pasado de Federación, una ciudad que fue demolida en 1979, a instancias de la dictadura, para hacer la represa hidroeléctrica Salto Grande. La idea, que fracasó, era erigir allí una megalópolis.

 Por Ana Bianco

El documental Construcción de una ciudad, de Néstor Frenkel, presenta a la ciudad de Federación, Entre Ríos, renacida por el aprovechamiento de las aguas termales. Mujeres que caminan en bata por la ciudad y una torta de cumpleaños gigantesca hecha por los federenses, son algunas de las postales que utiliza el director para retratar el presente de la ciudad y a sus habitantes. La demolición de Federación en 1979, propiciada por la Junta Militar para la construcción de la represa hidroeléctrica de Salto Grande y la creación de la nueva ciudad, aparecen a través de los relatos de los antiguos habitantes y sus recuerdos, sin análisis político alguno de parte de ellos. Con un formato visual y estética cuidada, poco habitual en el género documental, el director no abandona un tono absurdo y de a ratos festivo, y sólo al comienzo, brevemente, alude al rol jugado por la Iglesia y la Junta Militar en ese delirio de construir una megalópolis. La película producida por Sofía Mora y exhibida en el último Bafici, se estrena mañana y se dará también el viernes en el Complejo Tita Merello todos los sábados y domingos de mayo a las 18.30 en el Malba (Figueroa Alcorta 3415).

En una entrevista con Página/12, Frenkel sostiene que la película “tiene un tono de comedia que sobrevuela, y en algunos momentos se acentúa, pero también toca otras cuerdas. No quería ser redundante ni obvio, tampoco melancólico o excesivamente dramático. La historia de Federación a fines de los ’70 de por sí fue catastrófica. El intento de fundar una nueva ciudad, como una megalópolis, y con una represa fue una pretensión absurda. Y con las vueltas de la vida –como bien expresan los federenses– “lo que el agua nos quitó, el agua nos devolvió”. Agua mala y buena, progreso malo y bueno, son paralelismos e imágenes que parecen de ficción. El absurdo empezó a surgir como una de las formas de abordaje. En Federación la vida es apacible y tranquila, personas con bata caminan por las calles y el turismo crece. El desarraigo causó daño en los pobladores y eso está contado en la película, pero también existe un presente de ciudad soleada, florida y con visitantes.

–El documental de Ofelia y Jorge Mario sobre la antigua Federación, fotos de época y filmaciones caseras son un aporte...

–Como prólogo usé imágenes de ese documental. Mario filmó la vieja ciudad en pie y así eligió retratarla, no rodó la destrucción. No pretendo revivir el pasado con mi película, sino ver qué les sucede a las personas con sus recuerdos o con esos pedacitos de objetos personales que atesoran en sus casas. El general Jorge Rafael Videla aparece en institucionales p’blicitando la gran obra, la represa hidroeléctrica, y también en filmaciones caseras con motivo del acto fundacional de la ciudad. A los vecinos se los ve emocionados ante la presencia del único presidente que los visitó. La película de Mario está en el museo de la ciudad y la primera proyección fue muy emotiva. Federación acababa de ser demolida y estaban recién mudados. Con mi película la gente me confesó que iba preparada para llorar y terminó riéndose.

–El recuerdo de la vieja Federación está presente...

–Federación es una ciudad museo, uno va encontrando huellas, recuerdos y una gigantografía que evoca a la vieja ciudad en una plaza, es sólo un ejemplo. Me sorprendente que la historia sea poco conocida, a pesar de la abundante información sobre hechos políticos de los ’70. La propaganda oficial propiciaba el progreso, la “vendían” como la ciudad más moderna del mundo. Un vecino trasplantó cientos de árboles y dice a cámara que hay una especie que no se adapta. Habla de un árbol y pareciera que hablara de sí mismo y dice: “él no se adapta y tiene que hacer un esfuerzo para vivir acá”. En un intento por recuperar algo perdido, un señor construye una glorieta y quiere que sea igual a la de su antigua casa y con la misma enredadera...

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“No quise ser melancólico o excesivamente dramático”, dice Frenkel.
Imagen: Pablo Piovano
 
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