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Martes, 1 de septiembre de 2009

PLASTICA › LA ANTOLOGíA RETROSPECTIVA DE YENTE EN EL MALBA

Una sombra con luz propia

Fue una pionera de la no figuración con una mirada independiente y antidogmática. La muestra resulta reivindicatoria.

 Por Fabián Lebenglik

La muestra se abre con una avanzada masculina: Emilio Pettoruti, Xul Solar y Juan del Prete, los pioneros de la no figuración argentina. Detrás de ese breve y exquisito prólogo (con un conjunto de dibujos, óleos, acuarelas, tallas y objetos abstractos, fechados entre 1914 y 1933), cuya función es introducir al visitante en el clima precursor de la muestra, se abren las retrospectivas de dos grandes artistas mujeres, Yente y Lidy Prati (de quien esta página ya se ocupó el martes pasado), la vanguardia femenina de la no figuración local.

Yente (sobrenombre idisch de Eugenia Crenovich) fue desde mediados de la década del treinta la mujer de Juan del Prete, y Lidy Prati lo fue de Tomás Maldonado durante un tiempo cronológicamente corto pero artísticamente central en el surgimiento y la dinámica de las vanguardias argentinas.

A pesar de la modernidad del grupo artístico que constituyó la avanzada estética de los años treinta, cuarenta y cincuenta, las convenciones solapadas del machismo de la época colocaron a estas artistas en un segundo plano para cumplir el papel de sombras amables, algo así como las actrices secundarias del reparto. No se trató de un desplazamiento forzado, sino del lento aunque implacable efecto social y familiar, que incluso transformó en voluntario ese lugar de acompañamiento, notoriamente injusto.

A pesar de inclusión de obra de Yente en muestras aquí y allá durante las últimas décadas, esta exposición organizada por el Malba, con curaduría de Adriana Lauria, resulta completamente reivindicatoria.

Yente nació en Buenos Aires en 1905, egresó de la carrera de Filosofía de la UBA en 1932 y estudió pintura en el taller de Vicente Puig. Ilustró revistas universitarias y la cercanía de la sede la Facultad con las galerías y salas de arte de la calle Florida le permitió, entre otros factores, estar atenta a las mejores exposiciones de aquellos años.

Su formación artística continuó en Santiago de Chile, donde vivía su hermana, en los talleres de la Escuela de Bellas Artes en los que también se formó Roberto Matta, que partiría a Europa el año de la llegada de Yente a Santiago. Durante los primeros años treinta, Yente ganó varios primeros premios en salones chilenos.

En 1935 Yente conoció a Del Prete, encuentro que resultó revelador, según cuenta la artista varias décadas después en un manuscrito inédito, citado en el catálogo: “Mi encuentro con la obra de Del Prete y su posición frente al arte fue para mí como emprender un viaje. A través suyo conocí los nuevos y consolidados valores europeos y la revelación del arte no figurativo. Poco después, sin presión alguna de su parte, pues siempre respetó mi libertad artística, hacía mis primeras tentativas abstractas, sin esfuerzo alguno ni para llevarme por la novedad. Por aquel entonces, año ’37, era un camino poco o nada transitado en Buenos Aires y mal acogido en general. Pero ya estaba junto a un artista que conocía las luchas hacía años y cuya fuerza me daba coraje y una libertad que no había conocido hasta entonces”.

En 1937 comienza lo mejor de la obra de Yente: dibujos, pinturas, relieves, objetos, collages, tapices. Su camino está lejos del desarrollo lineal, se trata de varios caminos simultáneos, que ella cruza sin conflicto (interno). Atraviesa los dogmatismos con una independencia que le trajo problemas con los ultraconcretos. Yente, como Del Prete, no sólo cruzaba según sus necesidades expresivas, formales y técnicas de una tendencia a la otra, sino que iba y volvía de la figuración a la no figuración. Por otra parte, la “respiración” de su obra, que muchas veces exhibe las vacilaciones del pulso entre otras huellas del contacto manual, revela una presencia del cuerpo que desde la perspectiva de cierto rigorismo dogmático era considerado una malversación o tal vez un desvío sentimental.

Luego de una etapa de productiva relación con el grupo de artistas concretos (una suerte de entusiasmo crítico, valga la paradoja) la dupla Yente-Del Prete, tan libre en sus elecciones estéticas, se vio obligada a distanciarse de aquellas rigideces.

“Las discusiones entre los distintos grupos –escribió Yente– puso fin a estas muestras conjuntas. La vinculación con nosotros tampoco fue de larga duración. Encerrados en una no figuración rigurosa, su exclusivismo no admitía a un Del Prete abierto a otras manifestaciones. Después de la muestra de Cavalotti, Del Prete comenzó una serie de ciclos retrospectivos en Galería Antú. Uno de los componentes del grupo, al divisar desde la entrada obras figurativas, volvióse a sus compañeros con un dramático ‘nos traicionó’.”

Durante los años cincuenta la artista realiza una serie de tapices donde felizmente también hay señales de su heterodoxia: lanas e hilos bordados y también pintura. Y de allí también pasó a una versión personal del informalismo que se imponía, bordando manchas y chorreaduras. Si el informalismo propugnaba el aquí y ahora de una gestualidad expresiva y desbordante, Yente hacía mediar ese postulado con la lenta trama de la costura. “En un juego de simulaciones y con colores vivos sobre fondos blancos –escribe la curadora en el catálogo– trabajados con pinceladas evidentes, rompió con toda la carga dramática y existencial de la ortodoxia informal, para brindar esta versión gozosa y declaradamente subversiva de la pintura gestual, que para colmo de males ejecutaba con una técnica muy vinculada a las labores domésticas.”

En 1957, Yente fue elegida como representante de la Argentina en la IV Bienal de San Pablo. Y al año siguiente representó al país en la muestra de arte argentino que formaba parte de la Exposición Universal de Bruselas. “En mis experiencias abstractas abarco diversas modalidades –escribió Yente en un manuscrito inédito citado por Lauria–, a veces me ajusto a una composición geométrica un tanto rigurosa, otras a una composición en que las formas y el color juegan más libremente... Para mí la pintura es una búsqueda constante, no trazo límites a mis experiencias tanto abstractas como figurativas, alerta siempre a lo desconocido, y sé que por eso desconcierto a muchos.”

* En el Malba, Avenida Figueroa Alcorta 3415, hasta el 5 de octubre.

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Témpera sin título de Yente, de 1946; 24 x 18 cm.
 
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