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Martes, 10 de junio de 2014

PLASTICA › UNA EXPOSICIóN EN HOMENAJE A ALFREDO BIGATTI (1898-1964)

Tradición y modernidad

Al cumplirse cincuenta años de la muerte del gran escultor, el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori organiza una exhibición antológica con obras y documentos de la Fundación Forner-Bigatti.

 Por Silvia Marrube *

Comprender la verdadera dimensión de la obra de Alfredo Bigatti implica situarse en las coordenadas de tiempo y espacio en las cuales se desarrolló. Arte y vida estuvieron profundamente imbricados en su historia. Su producción tuvo lugar en un período de quiebre para el arte argentino, de cuestionamientos, que se manifestaban especialmente en la necesidad de cambios profundos. Más allá de una obra significativa, fue su concepto de la escultura lo que significó un cambio radical en la disciplina. Es por ello que su estética se desarrolló entre la tradición y la ruptura.

[...] Se puede ubicar una etapa inicial en su formación, entre los años 1909 y 1914, donde asistió a sus primeros cursos en Unione e Benevolenza, en la Academia de Bellas Artes Salvatore Rosa y en los talleres de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes [...]

Una segunda etapa en sus estudios tuvo lugar entre 1915 y 1918, al concurrir a la Academia Nacional de Bellas Artes. Esto no sólo le posibilitó la obtención de su título de profesor de dibujo, sino que fue fundamentalmente un momento en el cual forjó verdaderos compañeros, como Aquiles Badi, Horacio Butler, Lino E. Spilimbergo y Héctor Basaldúa, con quienes compartió las expectativas por el avance de un “arte nuevo” en el país, como lo demuestra la serie epistolar que mantuvieron entre todos ellos. Pero fue el encuentro con la obra de Antoine Bourdelle, El Centauro, la que le reveló una nueva forma de hacer escultura [...] Ya en los primeros meses de 1923 se encontraba en París, asistiendo al taller de Bourdelle. Las ideas del maestro, acerca de una escultura que restablecía su relación con la arquitectura, su carácter monumental, que destacaba la función urbana y cívica del monumento, despertaron en Bigatti un interés desconocido hasta entonces en la escultura permitiéndole abrirse hacia las nuevas concepciones vigentes en ese campo disciplinar. En su deambular parisino pudo apreciar también las producciones de Aristide Maillol y Charles Despiau, que unidas a las de Auguste Rodin y del mismo Bourdelle, sentaron la plataforma para un lenguaje escultórico perdurable. [...]

A su regreso a Buenos Aires, en 1924, el medio local se mostraba adverso a las nuevas concepciones estéticas que Bigatti traía. En el ambiente plástico del momento se podía observar un estilo ecléctico donde convivían diferentes tendencias, en especial aquellas ligadas a un cierto academicismo y a las versiones vernáculas del impresionismo [...]

Bigatti junto otros escultores, como Pablo Curatella Manes, Antonio Sibellino, Sesostris Vitullo, Luis Falcini y José Fiorvanti, constituyeron un punto de inflexión, de quiebre entre la tradición y la vanguardia. [...] Esta renovación implicó un tipo de imagen donde se combinaban elementos provenientes de las vanguardias artísticas, en especial del cubismo y del expresionismo, junto con el “retorno al orden”, que recuperaba la figuración filtrada por esos movimientos de vanguardia, dando origen a una nueva clase de realismo.

[...] Más allá de influencias o de figuras orientadoras, Bigatti fue el creador de un estilo propio que lo define y que lo destaca dentro del panorama escultórico del arte argentino. Sus realizaciones marcan un recorrido donde las formas van adquiriendo una contundencia que se manifiesta a través de un tratamiento geometrizado.

Podrían establecerse entonces tres períodos bien diferenciados en su producción, exceptuando la escultura monumental: el primero más rodiniano, un segundo de tono arcaizanteabstracto y finalmente otro fluido, el de las pequeñas obras y monocopias. Sus primeras composiciones muestran esa influencia rodianiana en cuanto al tratamiento ondulante y suave de las superficies, junto con la sutil incidencia de las luces sobre las mismas. Estas características se hacen visibles en la obra Pureza (1926), con la que obtiene el Primer Premio del Salón Nacional.

Su trayectoria va marcando un camino de madurez y solidez que se refleja en una etapa donde prima la contundencia de las formas, el sometimiento de las figuras a un trabajo de sintetismo y de rigor, en el cual se pone de relieve un concepto geométrico y arcaizante de las figuras. Cabeza de mujer (1935), talla directa en piedra, que obtuvo el Gran Premio Internacional de París (1937), es un claro ejemplo de un segundo período donde Bigatti rescató visiones ancestrales alejándose de planteos miméticos. Del mismo año es un relieve, Cocina criolla, en el cual el artista explora un lenguaje de tipo cubista, algo absolutamente original dentro de sus realizaciones. [...] Finalmente y luego de su gran obra como fue el Monumento a la Bandera (1942-1952), Bigatti reorientó su estilo hacia esculturas de pequeño tamaño, monocopias y dibujos.

En el Museo Sívori, Paseo de la Infanta 555, frente al puente del Rosedal, hasta el 29 de junio. Hoy a las 16, el maestro Antonio Pujía –que fue alumno de Bigatti– dará en el museo una clase abierta sobre la técnica de pasado a punto, en el marco de la muestra.

* Magister en Arte. Area Investigación y Archivo de Arte Argentino del Museo Sívori. Fragmentos editados del texto escrito para la exposición.

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Raquel Forner según Bigatti; bronce de 1927.
 
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