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Martes, 26 de abril de 2016

PLASTICA › ARTE EN ESCENA, EN LA FUNDACIóN PROA

Arte visual y teatral

En estos días puede verse una selección de obras breve
y potente, que forma parte del MAXXI, el primer museo
nacional italiano –en Roma– dedicado al arte contemporáneo.

 Por Anna Mattirolo *

Desde que fue concebido hasta su apertura en el año 2010, el Museo Nacional de las Artes del Siglo XXI (MAXXI) se constituyó como una fuente extraordinaria de oportunidades.

El compromiso público de dedicarle a la contemporaneidad un proyecto arquitectónico de tan amplia relevancia internacional garantiza que la comunidad cuente con una estructura capaz de albergar un laboratorio de actividades que, con vistas al futuro, les abre sus puertas a todos los aspectos de la contemporaneidad global, pero bien enraizado en un contexto cultural único en el mundo: el italiano.

El desafío que plantea el propio edificio es sólo el primero de muchos: funcionar en un contexto arquitectónico innovador, un unicum que supera todo texto museológico y museográfico precedente, unido al desafío de investigar nuevas perspectivas y estrategias válidas para brindar una oferta cultural que responda a las exigencias que impone el nuevo milenio.

La tarea más estimulante es justamente la de hacer dialogar, en el sinuoso recorrido diseñado por Zaha Hadid, la multiplicidad de escenarios y lenguajes de la cultura contemporánea, imaginando un gran laboratorio para la producción de ideas, donde arte y arquitectura cobren formas diversas.

El espacio del arte –ese tema que constituye uno los puntos cardinales de la práctica artística, de la argumentación crítica y del debate curatorial y museístico– es por lo tanto el nodo crucial que signó el lanzamiento del MAXXI.

De hecho, la colección es el punto fijo de enganche para este flujo ininterrumpido de transformaciones culturales y sociales, así como de líneas arquitectónicas, y la obra de arte es el canon, la unidad de medida sobre la cual se esboza la totalidad del proyecto.

Sobre la sólida base de obras de artistas ya historizados, individualizados entre aquellos cuya línea de investigación fue fundante para la generación de artistas siguiente, la colección va creciendo con la adquisición de obras de artistas que a partir de la década de 1990, interpretaron la poética y las tensiones de un modelo social en proceso de cambio. Después llegaron las generaciones más jóvenes, que siguen marcando el ritmo de la contemporaneidad más acuciante.

La colección se acrecienta al compás de la actividad expositiva, de la producción de obras site specific, y de importantes donaciones destinadas a profundizar algunas líneas de investigación ancladas en la vocación de origen del MAXXI: la de preservar y valorizar su pertenencia a un contexto cultural y geográfico, el italiano, que une a Europa con el Mediterráneo, y que puede ser considerado único por la historia de la que es parte y por la influencia que ejerce.

En este sentido, y gracias también a la excelencia y la originalidad de los espacios expositivos, la colección se caracteriza por su conservación y por su cualidad de poder ser vista una y otra vez desde nuevos puntos de vista, nuevas experimentaciones y nuevas propuestas.

De allí surge la presentación de Art on stage: un proyecto que, para esta ocasión, articula la colección configurándola como un espacio escénico, casi teatral. Las obras con íconos, símbolos de imágenes de una representación del deseo individual y colectivo que, en su conjunto, representa a su vez una sensibilidad abarcadora y una idea de la escena italiana en tanto “imaginario” político, ético, social y existencial en el que los artistas italianos e internacionales más de una vez se cruzan para reflexionar y generar sugerentes propuestas.

Por otra parte, ese imaginario muchas veces implica un territorio en el que la vida ofrece una multitud de cruces y donde los impulsos emocionales corren por los espacios más recónditos del alma humana.

Tragedia y comedia se combinan y transportan ese imaginario a una dimensión a veces onírica, otras sagrada, o lo convierten incluso en un proscenio sobre el que pone en escena la vida, y donde a través de un giro humorístico y desacralizador, el artista encuentra nuevas capacidades creativas que llevan a un sofisticado formalismo y a nuevas posibilidades expresivas. Es precisamente en esa relación entre realidad, representación e interpretación –que más que en ningún otro lugar, emerge con fuerza en Italia cuando el artista se aboca a representar un fragmento de la naturaleza, como en el caso de la Aurora de Mario Airò, o cuando apunta al imaginario popular, como en Le Ore, de Ontani– donde mitos y leyendas resurgen de lo profundo de nuestra cultura iconográfica para enfrentar con ironía y de manera poco convencional el tema identitario presente en nuestra historia.

La extraordinaria capacidad de reelaborar la realidad con ironía es más que evidente en Statua (figura distesa), de Gino De Dominicis, con su búsqueda elaborada, y a veces “oculta”, en torno al tema del paso del tiempo, la conquista de la inmortalidad, la invisibilidad y la consecución de objetivos imposibles, así como lo es en Maurizio Cattelan el modo de observar la vida a través de las distorsiones de la realidad, enviando un mensaje potente sobre el mundo contemporáneo, que desafía la relación umbilical con el pasado y con la historia, convertida de esa manera en una parodia grotesca y a veces caricaturesca.

Es también a través de una sarcástica ironía que mira el mundo Francesco Vezzoli, una ironía que juega entre lo sacro y lo profano, entre la antigüedad y el presente, entro lo áulico y el pop: The Kiss presenta una inversión irónica de roles, un juego de yuxtaposiciones y referencias cruzadas entre cine clásico y atmósfera del pop.

En un recorrido híbrido entre puesta en escena, performance y memoria, se mueven por su parte los personajes de los hermanos De Serio, una identidad arrancada de su región de origen que, a través de los instrumentos de su propia cultura oral y poética, reelabora su experiencia de erradicación.

Pero por su naturaleza, la puesta en escena se propone como un espaciotiempo separado de la cotidianidad. Son los Teatri de Grazia Toderi, a veces abandonados o degradados, pero siempre parte fundamental de nuestra memoria transmitida y vivida por la comunidad que los habitó, por más que las reglas que demarcan esas interacciones sociales hoy sean puestas en discusión, trastocando los límites entre lo natural y lo artificial. Son esos los paisajes contemporáneos fotografiados por Armin Linke, donde la tierra aparece como una obra en construcción en curso, donde se modifican sensiblemente la fisonomía de los paisajes y los contextos urbanos.

Este Art on Stage es, por lo tanto, una verdadera declaración de intenciones que se propone rastrear en la colección del MAXXI aquella línea de representación escénica que encuentra finalmente en los retratos la posibilidad de reconducir una realidad no visible –la psiquis humana–, a esquemas más conocidos y reconocibles. Gilbert & George, como esculturas vivientes, se han entregado al arte con todas las dudas típicas de quien piensa lo que hace.

Yan PeiMing, por el contrario, se arriesga a pintar al hombre si hacerle un retrato, aprovechando a su ícono pop para crear algo largerthanlife, una imagen comunicativa que vale en cualquier lugar del mundo y en cualquier tiempo, una búsqueda de mediación entre la libertad imaginativa y la estructura psicológica, y las imágenes que nos impone la televisión, el cine y la publicidad.

La irresolución, en cambio, es el trazo dominante de toda personalidad, que deliberadamente Kentridge deja deslizar hacia la comedia, cuando basándose en La conciencia de Zeno, de Italo Svevo, un brillante discurso sobre la inercia del hombre burgués del siglo XX, ha decidido contar esa incapacidad de vivir que condiciona el trabajo, el matrimonio, pero también la enfermedad y la muerte, describiendo con sutil ironía los sacrificios, los temores y pávidos deseos de la burguesía europea en los albores de la Primera Guerra Mundial.

Echar luz sobre los problemas más acuciantes, con ese desapego que permite analizar la realidad a través de una óptica sutil y una capacidad de síntesis fulminante: como en la ópera bufa, estos artistas redescubren y realimentan la misma capacidad de crear obras de altísimo nivel imaginativo y psicológico, pero sin abandonar el contexto de una puesta en escena de la invención irónica, a veces histriónica, y al borde de lo surreal. (En Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929, hasta el 5 de junio).

* Curadora de la muestra. Ha sido directora del Departamento de Arte en el PARC desde 2003 y directora de Arte del MAXXI hasta 2015. Actualmente está a cargo de la investigación, documentación y educación en el museo.

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¿Dónde es nuestro lugar?, 2003, de I. y E. Kabakov.
 
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