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Martes, 10 de octubre de 2006

PLASTICA › UN LIBRO CELEBRA LA PRIMERA DECADA DE LA FOTOGALERIA DEL C. C. ROJAS

Los límites de la convención

Desde su inauguración en 1995, el espacio dedicado a las fotos en el Centro Rojas ha sabido con gesto pionero generar una nueva mirada en la fotografía local, gracias a su curador, Alberto Goldenstein. Acaba de publicarse el libro de la Fotogalería, que será presentado en noviembre.

 Por Alberto Goldenstein *

Como fotógrafo siempre me atrajo indagar los límites de la convención, del canon.

También surgió en mí con naturalidad ejercer una tarea docente, aunque nunca la había imaginado bajo la forma de curaduría de una fotogalería. Tampoco fui un adherente a la idea de abrir un nuevo espacio dedicado a la especificidad de la fotografía cuando era tiempo de que ésta dejara de estar segregada de las artes plásticas. En aquel momento, y salvo muy esporádicas excepciones, las obras fotográficas aún ocupaban un lugar bastante marginal en el circuito de las galerías de arte –consecuentemente, en el mercado– y también en la crítica de arte. Antes de 1991 casi no existía la crítica o la reseña de fotografía en los suplementos culturales de los medios gráficos.

De modo que, cuando para 1994 el Rojas entra en una reforma edilicia y la Dirección me propone la creación de una fotogalería, se me presenta la duda: fotografía en fotogalería, ¿sí o no?

Reconocí, entonces, un importante vacío informativo en torno de este medio y de su historia por parte de críticos, artistas plásticos y curadores. A medida que desde el arte internacional llegaba una mayor presencia de la fotografía, la necesidad de información también crecía. Escuché a un curador señalar una dificultad al evaluar una fotografía: si ésta es medianamente legible, entonces siempre parece funcionar. Y alguna razón tenía, ya que una superficie pintada no es necesariamente una pintura, pero una foto siempre es una foto.

Por otra parte, los espacios específicos de la fotografía exhibían muestras de fotógrafos que en general producían ligados a los parámetros tradicionales de la práctica fotográfica, y desvinculados de los movimientos en el arte contemporáneo. Lo autoral prevalecía sobre lo artístico. Y el blanco y negro sobre el color.

Esta doble perspectiva constituyó la base de sustentación para abordar la apertura de un espacio físicamente pequeño en comparación con los existentes hasta el momento, que funcionara como campo para el desarrollo de discursos no extensos –por las limitaciones del espacio– y tampoco necesariamente sociales o sociológicos –que era un tema central y reiterado en las producciones autorales–, así como para la exploración formal tanto en la obra como en las ideas sobre montaje y objetualización de la fotografía.

A partir de estas premisas, consideradas en un plano más bien abstracto o ideal, la construcción fue delineándose en una programación que combinó muestras de jóvenes fotógrafos exhibiendo trabajos que se despegaban de la convención, con la de fotógrafos más reconocidos que presentaban obras y proyectos nuevos, o bien exploraciones alternativas a sus trabajos centrales.

Me interesó incluir fotógrafos e ideas de todas las tendencias –evitando el cliché– y también potenciar la vecindad y comunión con la galería de arte del Rojas dirigida por Gumier Maier primero y más tarde por Alfredo Londaibere.

Esta coincidencia, que se corporizaba en las inauguraciones simultáneas en ambas galerías, fue también el disparador para que fotógrafos y plásticos se encontraran viendo plástica y fotografía, mezclados pero también diferenciados. Esto constituyó un fenómeno prácticamente inédito hasta ese momento en Buenos Aires, al igual que el diálogo y las diversas sintonías que se generaban entre las muestras y espacios.

Durante los primeros años fueron invitados a exponer fotógrafos de casi todas las tendencias: artistas fotógrafos, artistas plásticos con obra fotográfica, documentalistas, fotógrafos de moda y fotoclubistas. A partir de allí, la fotogalería se fue nutriendo cada vez más de las convocatorias anuales de proyectos que han venido creciendo año a año, en volumen y calidad. La condición aglutinante de todas estas producciones es la cualidad visual de las obras, la exploración de las potencialidades del lenguaje, y el acto fotográfico como hecho artístico.

Hoy la fotografía está completamente insertada en el campo del arte contemporáneo y muchos de los fotógrafos que presentaron su primera muestra en la fotogalería del Rojas desarrollan una carrera artística relevante.

Contrariamente a mis creencias, la fotografía parece conservar aún una multiplicidad de planos de significación que la sostienen en un universo propio, por lo cual es posible que las galerías especializadas sigan teniendo razón de ser. La fotografía es un arte sin lugar a dudas, pero lo más apasionante es que también puede no serlo y aun así ser valiosa o conmovedora. Y esto la convierte en única.

* Fotógrafo y docente; curador de la Fotogalería del Rojas. Prólogo del volumen recién editado por Libros del Rojas.

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“Capilla en el santuario de la Difunta Correa”, 1999; foto de Estela Izuel.
 
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