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Sábado, 25 de noviembre de 2006

PLASTICA › MUSEO DE ARTE TIGRE

Los cruces de la naturaleza y el arte

Una colección de arte figurativo argentino le da nueva vida al edificio histórico donde funcionó el célebre Tigre Club.

A fines de octubre se inauguró el Museo de Arte Tigre (MAT), que alberga obras de arte figurativo argentino de fines del siglo XIX y principios del XX. El edificio que ocupa el MAT es el del restaurado Tigre Club, con lo cual el lugar que antiguamente recibía a ilustres visitantes en su sede social para realizar deportes acuna hoy un importante acervo plástico que puede ser visitado libremente. La importancia de esta apertura no está dada sólo por la colección expuesta: el edificio que ocupa el 952 del Paseo Victorica es un monumento histórico en sí mismo que vale la pena recorrer.

Los cimientos del antiguo club se comenzaron a colocar en 1910. El proyecto fue encargado a la firma francesa Dubois y Pater. El edificio, construido con el fin de fomentar juegos y deportes como golf, tenis y regatas, fue habilitado en 1927 como un casino. Fue erigido al lado del Tigre Hotel, que en 1941 sería demolido por el Banco Hipotecario luego de un intento fallido de remate judicial. Muchos años pasaron entre aquel objetivo lúdico del lugar hasta que el fallecido intendente Ricardo Ubieto forjó el proyecto de restauración para albergar una colección artística patrimonio del partido de Tigre.

El edificio de dos plantas, rodeado por un jardín francés diseñado especialmente para la reapertura, abunda en columnas dóricas, arquerías y motivos ornamentales como guirnaldas de flores, hojas de laurel y de encina. En el piso superior grandes ventanales de vidrios repartidos comunican con una terraza de baldosines hexagonales; la denominada Passerelle se construyó posteriormente siguiendo las líneas centrales.

El portón de hierro a la derecha del frente permite acceder al museo. Hay dos grandes atracciones en el interior: la escalera de mármol de Carrara y una escultura de bronce burilado de la fundición francesa Fonderies Du Val, de gran prestigio en el siglo XIX. En la planta baja el gran salón abovedado, actual Sala Puerto, está coronado por una araña de bronce con caireles de cristal de roca, importada especialmente de Francia. Cuentan los memoriosos que una semejante a ésta se encontraba por aquellos años en el Museo del Louvre. Circundando la alta bóveda, resalta una pintura sobre seda natural del pintor español Julio Vila-Prades. En ella puede observarse un conjunto de musas interpretando melodías en diferentes instrumentos en un fondo cubierto de nubes y flores. El domo fue restaurado durante la recuperación actual del edificio por el arquitecto Marcelo Magadan, con la técnica del marouflage: pintando sobre seda las figuras para después imprimirlas en la mampostería.

La colección del MAT está exhibida en siete salas que revisan la historia visual de nuestro país en una estructura temática que abarca desde los primeros artistas extranjeros que pasaron brevemente por el país o se instalaron en él inaugurando su tradición pictórica, hasta el paisaje, la figura humana o la naturaleza muerta como grandes tópicos de la historia visual. El puerto, símbolo de trabajo y transformaciones sociales, es también destacado, y Tigre, por su parte, tiene un capítulo dedicado exclusivamente a su valor como referente estético.

La sala histórica está conformada por las primeras pinturas de los llamados precursores, artistas de la generación del 80 que marcan el inicio institucional de la historia plástica del país como Sívori, Della Valle y Mendilaarzu (este último con su Fabricante de plumeros). La Sala Puerto, por su parte, traslada al espectador al barrio porteño de La Boca, lugar de llegadas y partidas. Lazzari y Quinquela Martín son algunos de los artistas que están representados por su especial mirada sobre las costas del Riachuelo. La Sala Paisaje está integrada por obras que muestran fragmentos de la naturaleza del país: Fader en Córdoba, Gramajo Gutiérrez en Tucumán son ejemplos de ese gusto por captar el paisaje nacional. El paisaje arquitectónico tiene también su espacio propio donde Léonie Matthis plasma sus terrazas de San Telmo y Pío Collivadino las inconfundibles calles de La Boca. A través de estas salas los paisajes y lugares recorridos dejan constancia de la diversidad cultural nacional.

La Sala Naturaleza Muerta, como género independiente de la Holanda renancentista, muestra las formas, colores y luces tan característicos del género que trascendieron el tiempo y se instalaron como estudio obligado en la enseñanza artística con la paleta de colores de Chiama y Fara. El tema obligado de estudio para todo aprendiz de artista es la figura humana y en el MAT tiene lugar propio. El estudio pormenorizado de la figura humana y el detalle del retrato nos remiten a los estudios de medicina, recordando a maestros como Alonso y Roux. En la Sala Tigre, por último, se puede disfrutar de la flora captada por Aquino y la particular visión del embarcadero de Butler, con el objetivo de mostrar la naturaleza en las obras en el mismo lugar geográfico donde está instalado el museo de arte.

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El Museo de Arte Tigre, en el Paseo Victorica.
 
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