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Miércoles, 1 de julio de 2009

DISCOS › ESA SONRISA ES UN SANTO REMEDIO, LO NUEVO DE ADRIáN IAIES

El arte de saber inquietar

Después del triple Unodostres. Solo y bien acompañado, el músico vuelve a sorprender con un trabajo pleno de riesgo e imaginación. Incluye excelentes versiones de “Cuando ya me empiece a quedar solo” y “Alfonsina y el mar”, esta última junto a Raúl Barboza.

 Por Diego Fischerman

Raymond Carver decía que un cuento debe ser inquietante. Y es posible que la definición le quepa a toda el arte. Al fin y al cabo, pocas cosas han resultado tan persuasivas, a lo largo de la historia, como una sonrisa misteriosa. Si la Mona Lisa hubiera reído con franqueza, tal vez ya habría sido olvidada, Y otra sonrisa, la que titula un tema y el último y notable disco de Adrián Iaies –Esa sonrisa es un santo remedio–, pone esa inquietud en música, de manera inmejorable. Se trata de un vals lento; hay, en su forma exterior, algo festivo. Y sin embargo es uno de los temas más cargados de melancolía que puedan imaginarse. Con la iluminadora versión de “Cuando ya me empiece a quedar solo” pasa lo mismo. Yin y yang. Lo suave y lo áspero. Y, como si se tratara de la cinta de Moebius, los opuestos se encuentran en una misma cara y nunca se sabe exactamente cuándo se sale de uno para entrar en el otro.

Iaies es, además, un músico al que la inquietud le sienta bien en más de un aspecto. Estudia, renueva su enciclopedia, se entusiasma con músicos que antes no escuchaba. Descubre a John Lewis como había descubierto antes a Bill Evans y como luego lo haría con Dave Brubeck. Prueba diferentes conformaciones instrumentales y distintas relaciones con materiales de procedencias disímiles. Y sobre todo, piensa cada nuevo disco como un objeto único, autosuficiente, y no se conforma con lo obtenido hasta ese momento. Volverá al jazz más puro cuando empiece a ser previsible que improvise sobre tangos; volverá al tango –o a Charly García– cuando se espere de él el ejercicio hacia adentro del género, como en la fantástica suite alrededor de John Lewis que incluyó en su álbum anterior, el triple Unodostres. Solo y bien acompañado.

En el disco nuevo, donde tanto la presentación como la calidad de la grabación vuelven a ser datos relevantes, Iaies toca, en casi todos los casos, en trío. El en piano, el contrabajista Ezequiel Dutil –seguro en la marcación y excepcionalmente lírico en los solos y comentarios– y, en batería, un impecable Pepi Taveira, funcionan como grupo mucho más que como solista y acompañantes. El riff y los cortes de “TMI” o la lectura del clásico “Just the Way You Are”, de Billy Joel, dan buena cuenta de ello. Y en “Alfonsina y el mar” al trío se suma el excepcional acordeonista Raúl Barboza. No es una mera cuestión tímbrica ni, mucho menos, de pintoresquismo. Barboza se integra a la concepción de Iaies y, lejos de limitarse a tocar la melodía tal cual para que los demás hagan después sus solos, entra y sale con soltura del papel de acompañante, se despega de los bajos o se integra como segunda voz del piano, improvisa con libertad y, al mismo tiempo, mantiene –descubre– la esencia del tema. El encuentro, en todo caso, va mucho más allá de la mera suma de grandes nombres. Se trata de un contacto real, que tiene lugar ni más ni menos que donde debe: en el terreno de la música.

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Lo suave y lo áspero, el yin y el yang, se encuentran en la música de Iaies.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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