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Miércoles, 8 de julio de 2009

DISCOS › SECRET, PROFANE & SUGARCANE, LO NUEVO DE ELVIS COSTELLO

Una nueva pirueta estilística

El músico británico abandonó la electricidad que lo había acompañado en Momofuku y grabó un delicioso álbum de country y bluegrass, producido por T Bone Burnett. El banjo y la mandolina reemplazan a los riffs de guitarra, pero las buenas melodías permanecen.

 Por Fernando D´addario

Elvis Costello, acaso el más exquisito de los relativistas rockeros –aquellos que han renunciado a las certezas impuestas desde el mercado– vuelve a desafiar en su último CD, Secret, Profane & Sugarcane, toda esperanza evolutiva vinculada con la música pop. El nerd que en los ’70 apostó al futuro (la new wave) rescatando imágenes del pasado (Buddy Holly) insiste en desajustar el reloj de la modernidad, refugiándose en la caverna: la música folklórica estadounidense. Desde esa caverna, a diferencia del mito platónico, proyecta sombras que van iluminando a todos los Costellos posibles en treinta años de trayectoria, sin encontrar nunca al Original. Quizás, en esa ausencia de Ideal, en ese juego permanente de disfraces e imposturas, se esconda el verdadero encanto de este Elvis camaleónico e imprevisible.

Costello venía de ensayar otro revival en Momofuku, un disco que había entusiasmado a los viejos nuevaoleros con su urgencia eléctrica. Era su enésimo “regreso a las fuentes”. Aquí hay también un retorno a los orígenes, que no son precisamente los propios, si es que los términos “propios” y “ajenos” son atribuibles a un compositor marcado por la voracidad y el tráfico impune de influencias. No es la primera vez –debe decirse– que Costello se da un baño de folklore profundo. King of America es el ejemplo más pertinente, no sólo porque allí también el músico londinense escarbó en las entrañas de la música popular estadounidense, sino porque aquel álbum de los ‘80 comparte con Secret, Profane & Sugarcane la convocatoria a un nombre clave: T Bone Burnett, notable guitarrista y delicado productor, que mejora todo lo que toca. Y no tuvo mucho tiempo para hacerlo, pero sí eligió bien el lugar: tres días en Nashville, la Meca del country. T Bone reclutó a un seleccionado de bluegrass y country tradicional: Terry Douglas (dobro), Stuart Duncan (violín), Mike Compton (mandolina), Jeff Taylor (acordeón) y Dennis Crouch (contrabajo). Llamó a Emmylou Harris para que se cantara algo y la dama sumó su voz de bronce a la bellísima y ligera “The crooked line”. Otro apellido que cotiza en el género, Loretta Lynn, le puso la firma, en coautoría, a “I felt the chill”. Y ya que estaba, Costello incluyó “Hidden shame”, una chispeante canción de far west que había escrito originalmente para Johnny Cash.

Más allá de los nombres y los géneros, hay en Secret...un espíritu de nobleza casera que se expone con orgullo y amabilidad. Se nota que el disco, apenas alterado por una pizca de electricidad –aportada por la guitarra Burnett–, no fue hecho con la expectativa de ser recibido como una obra maestra. Tampoco apuesta a seducir oídos sofisticados. Y justamente por eso, tal vez resulten más entrañables la cadencia sureña de “Down among the wines and spirits”, la sencilla melancolía de “My all time doll” (¿futuro clásico?), la alegría de vieja taberna de pueblo que se desprende de “Sulphur to sugarcane”. Hay un par de baladas empalagosas marca Costello. Pero no molestan. Como corresponde, Elvis habla allí de amores truncos y antiguas amantes. Haga lo que haga (country&western, música de cámara, post punk) a Costello se le filtra el romántico que sobrevive a todas sus piruetas estilísticas.

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Costello grabó su CD en la Meca del country: Nashville.
 
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