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Miércoles, 25 de noviembre de 2009

DISCOS › SIMETRíA DE MOEBIUS, NUEVO áLBUM DE CATUPECU MACHU

El delicado sonido del trueno

Como la cinta de Moebius a la que hace referencia su título, el sexto disco de estudio de la banda de Villa Luro cierra por todos lados. En once canciones notables, va mucho más allá de la explosión energética que suele esperarse de ellos.

 Por Eduardo Fabregat

A la hora de considerar a Catupecu Machu surge un inevitable lugar común, fundado desde los lejanos tiempos del incendiario Dale!, la difusión masiva que significó Cuentos decapitados y, claro, su demoledora expresión en vivo: de la banda que encabeza Fernando Ruiz Díaz se espera una explosión de energía, caballos desbocados que conducen hacia una feliz catarsis. Pero desde Cuadros dentro de cuadros y también gracias al notable Laberintos entre aristas y dialectos, está claro que hay más que eso en el universo de CM. Para la banda de Villa Luro, saber cultivar nuevas formas más allá de lo energético ha supuesto una forma de sabiduría.

Catupecu es, también, una banda resistente, tanto como para sobrellevar la partida del histórico Abril Sosa y sobre todo la tragedia de Gabriel Ruiz Díaz, víctima de un grave accidente en marzo de 2006 y aún en recuperación. Esa cualidad también interviene en su capacidad de reinvención, quizás el detalle más relevante de Simetría de Moebius, su nuevo disco. Ruiz Díaz, el tecladista Macabre, el guitarrista Sebastián Cáceres y el baterista Herrlein consiguen en su sexto disco de estudio un efecto magnético, gracias a la decisión de permitirse el desborde sólo de vez en cuando, un paquete de canciones bien inspiradas y una lírica que crece disco a disco. Dicho de manera más sencilla: da ganas de escucharlo una y otra vez.

Aquello de la dosificación de energía encuentra rápidamente un buen ejemplo en la apertura de “Confusión”, cuya introducción hace suponer que vendrá una inevitable tormenta. Pero no: el tema no explota sino que implosiona, con una batería deliberadamente contenida, en un giro doblemente efectivo. Algo similar sucede con “Piano y RD”, donde sólo el final permitirá que el asunto se desmadre con ese grito de “Fuera de mí, cambié la piel”. Ese par de canciones alcanzan para fijar una certeza, no tan fácil de hallar en muchas bandas limitadas a la repetición de gestos propios o ajenos: Catupecu Machu posee una identidad que le permite jugar con sus propios parámetros sin desvirtuarse. Y, sobre todo, persigue ideas bien definidas, no sólo por los conceptos gráficos con los que gusta juguetear. Curiosa paradoja, el grupo que pedía pisar sin el suelo tiene los pies bien plantados en la tierra.

Sobre todo, lo que más se agradece, es la capacidad de Catupecu para construir canciones delicadas y sólidas como una roca a la vez, paisajes sonoros de tanta belleza como “Cosas de goces” o “Abstracto”, de oscuridad tan sugerente como “Nuevo libro”, “Víbora vientre” o “Juego sagrado” –uno de los puntos más altos– o de urgente electricidad como “Anacrusa” y “Alter ego... Grito alud”. En apenas once canciones, la banda hace honor a la cinta de Moebius: su disco cierra por todos lados. Con el sonido trabajado hasta la obsesión, exudando una envidiable cohesión grupal, tan capaces de apelar a la guitarra hiriente como a la cuerda de nylon y con Ruiz Díaz explotando al máximo su personalidad vocal, Catupecu Machu, aquellos que alguna vez se dedicaron exclusivamente a reventar amperímetros, entrega uno de los grandes discos argentinos de 2009. A morir.

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El grupo que pedía pisar sin el suelo tiene hoy los pies bien plantados en la tierra.
Imagen: DyN
 
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