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Jueves, 10 de noviembre de 2011

DISCOS › EL DEBUT DE NOEL GALLAGHER’S HIGH FLYING BIRDS

Noel, con los patitos en fila

Como para continuar la leyenda de los hermanitos, el nuevo proyecto de Noel llega poco después del de Beady Eye. Más cerca de los Kinks que de The Beatles, el guitarrista y cantante mantiene el olfato necesario para modelar buenas canciones.

 Por Eduardo Fabregat

La historia tenía que continuar así. Después de los ríos de tinta consumidos por las tormentas filiales de los Gallagher, el panorama post disolución de Oasis debía incluir la coincidencia en las bateas de los nuevos proyectos encarados por Liam y Noel. Como en tantas otras cosas, hay diferencias a veces sutiles y a veces brutales, pero sobre todo de concepto y de consecuencia. Porque si Beady Eye resulta grandilocuente por pretencioso, lo de Noel Gallagher’s High Flying Birds lo es por ambicioso. Y no es precisamente lo mismo.

El single con el que se presentaron en sociedad Noel (a cargo de varios instrumentos), Jeremy Stacey (batería), Mikey Rowe (teclados) y varios vientistas y músicos ocasionales, ya producía las mejores impresiones: bastó ponerle el oído a “The death of you and me” para comprobar que el verdadero cerebro de Oasis tiene los patos en fila y sabe hacerlos desfilar. Para cuando el guitarrista y cantante cierra el asunto con “Stop the clocks” con esa extraña, casi metafísica pregunta de “¿Y si ya estuviera muerto, cómo me daría cuenta?”, el debut de los pajaritos que vuelan alto (nombre que procede de una canción de Jefferson Airplane) ya proporcionó más placer que los últimos experimentos de aquella banda célebre.

¿Y qué es lo que distingue a Noel, lo que hace interesante y atractivo este regreso a la actividad? Pues aquello que lo distinguió siempre: las canciones. Más cerca de los Kinks que de Beatles, con arreglos recargados pero que no llegan al peso excesivo, el Gallagher mayor tiene el olfato para meter ganchos inmediatos como “Dream on” y “Soldier boys and Jesus freaks”, la épica-con-cuerdas de “(I wanna live in a dream in my) record machine”, el brote enérgico de “AKA... what a life!” o la oscura melodía pop de “(Stranded on) the wrong beach”. Es que hay algo en el ADN de ese hombre que va más allá de la mera copia: librado a sus instintos y liberado del molesto rol de contrapesar las bravuconadas de Liam, Noel puede ensayar otros caminos, intentar otros trucos. No es que Gallagher, uno de los protagonistas de la música británica de los últimos veinte años, se haya vuelto modesto y minimalista: sus marcas de identidad siguen ahí. Pero, quedó dicho, no es lo mismo pretensión que ambición. Y en eso se juega el destino de un paquete de canciones.

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“¿Y si ya estuviera muerto, cómo me daría cuenta?”
 
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