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Miércoles, 13 de septiembre de 2006

DISCOS › ELVIS COSTELLO-TOUSSAINT

El coleccionismo devenido estética

Un trabajo excelente del sobreviviente de la new wave y un prócer de Nueva Orleáns.

 Por Diego Fischerman

En el principio hay un coleccionista. Alguien bastante parecido al Terence Stamp de aquella vieja película de William Wyler o al recientemente suicidado Wolfgang Priklopil, el alemán que se adueñó de Natasha Kampusch durante 8 años. Se empieza por desear eso que está allí afuera –o allí adentro, en la disquería– y se termina por necesitar poseerlo. Una manera, de la que bien dio cuenta Nick Hornsby en Alta fidelidad, es hacer listas. La otra, un género nuevo inventado a su propia imagen y semejanza, es la de Elvis Costello. Alguien, al fin y al cabo, que ya había empezado a coleccionar –y a poseer lo amado– desde el nombre.

Declan McManus se apropió, primero, de Elvis, con un nombre que no necesita explicaciones (el nuevo apellido, incidentalmente, es el de la madre). El punk, la canción pop, el jazz –en el homenaje a Mingus de Hal Wilner o en sus álbumes con Bill Frisell–, la canción de cámara –-en su disco con la mezzosoprano Anne Sofie von Otter o en sus Cartas a Julieta junto al cuarteto de cuerdas Brodsky–, el rhythm & blues, el neocabaret –con Ute Lemper–, el folklore de los Apalaches, el Sur profundo –en su The Delivery Man–, la música orquestal –en el ballet Il sogno, compuesto para el coreógrafo Mauro Bigonzetti– fueron recorridos, meticulosamente, por la pasión entomológica de Costello. Y, con ellos, nombres como los de Burt Bacharach o Paul McCartney, que pasaron de ser objeto de su admiración a compañeros de aventuras y víctimas complacientes de su vampirismo. Costello es un enciclopedista, un clasificador. Como el personaje de Alta fidelidad hace interminables listas. Pero, para hacerlo, escribe música. Produce y graba discos. Se apropia de los estilos coleccionados y de los músicos que los tocan. En esa serie, siempre resuelta con rigor de musicólogo y amor de fan, acaba de inscribir a uno de los popes del rhythm & blues de Nueva Orleáns, el tecladista y compositor Allen Toussaint, con quien grabó el excelente The River in Reverse, recién publicado localmente por Verve (Universal).

Sobreviviente de lo que alguna vez se identificó como new wave, Costello ha logrado convertir sus variaciones estéticas en una estética. El nuevo encuentro con Toussaint, que ya había tocado en el memorable Spike, cuando coincidieron en Nueva York, hace un año, en un concierto a beneficio de los damnificados de Nueva Orleáns por el huracán Katrina, derivó fácilmente en que el coleccionista llevara al venerable Toussaint –y sus arreglos para vientos, además de sus canciones y sus músicos de confianza: el guitarrista Anthony Brown y los Crescent City Horns– a un estudio de Los Angeles y otro de Nueva Orleáns para juntarlo con sus Imposters. Entre lo mucho muy bueno, “Tears, Tears, and More Tears”, “Who’s Gonna Help Brother Get Further” –cantado por Toussaint–, “Broken Promise Land”, “The River in Reverse” y “The Sharpest Thorn” brillan con luz propia.

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The River in Reverse: un nuevo encuentro fructífero.
 
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