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Domingo, 21 de junio de 2009

TELEVISION › CRONICA DEL RODAJE DE SAN MARTIN, CRUCE DE LOS ANDES

Otro Santo de la Espada se viene para el bicentenario

Superproducción entre Canal 7 y Encuentro, con el apoyo del Incaa, la Televisión Española (TVE) y la provincia de San Juan, el rodaje de la película sobre uno de los grandes hitos de la historia argentina avanza con calma pero sin pausa en plena cordillera.

 Por Emanuel Respighi

Desde San Juan

El paisaje es imponente. Bajo un cielo celeste infinito, en medio de un valle envuelto por montañas cordilleranas que destilan colores varios de la gama del rojizo y el ocre, alrededor de 200 soldados de a pie y a caballo y mula aguardan, estoicos, la arenga que supuestamente ofreció San Martín previa al cruce de la cordillera de los Andes, en 1817. El silencio es profundo, la atención es alta. “¡Seamos libres, que lo demás no importa nada! ¡Viva la patria!”, clama el general desde su caballo, esperando el grito de guerra de sus soldados. “¡Viva la patria!”, vuelve a arengar, sable en mano. Un tibio “Viva la patria” recibe como respuesta. “Muchachos –cambia el tono de su voz–, con este ejército no ganamos nada, carajo”, bromea Rodrigo de la Serna, en la piel del general, provocando que la tensión del rodaje de esa escena clave del film San Martín, cruce de los Andes se desarme en una carcajada generalizada.

Coproducción entre Canal 7 y Canal Encuentro, con el apoyo del Incaa, la Televisión Española (TVE) y la provincia de San Juan, el rodaje de la película sobre uno de los grandes hitos de la historia argentina avanza con calma, pero sin pausa en plena cordillera. Compuesta por más de cien personas, entre técnicos, actores, camarógrafos, vestuaristas y maquilladores contratados para el film, la superproducción incluye un campamento en medio de la precordillera con carpas gigantes, motorhomes, baños químicos, grupos electrógenos y decenas de caballos y mulas. En total, para la película se contrataron 1476 extras y 15 actores para los roles secundarios, la mayoría de los cuales son actores locales. “No podíamos hacer una película sobre el cruce de los Andes a medias tintas”, comenta en un alto de la filmación alguien de la producción. “La figura del Padre de la Patria –agrega, con la seriedad y admiración que envuelve a todo fanático– no lo permitiría.” La historia revisitada en el año del bicentenario, tampoco.

Continuidad a la saga que comenzó con la producción de Encuentro del especial San Martín. Combate de San Lorenzo, el cruce de la cordillera es, probablemente, una de las mayores apuestas estatales para el bicentenario del Primer Gobierno Patrio. Por eso la idea de que el telefilm se estrene por Canal 7 y Encuentro quedó, a medida que avanzaba la producción, relegada para ir por una apuesta más ambiciosa: lograr que la película finalmente se estrene en el cine, en pantalla grande, el año próximo. “Todavía lo estamos evaluando, pero el estreno en cine sería acorde con el nivel de producción que tiene el proyecto, con la hazaña lograda por San Martín y con el despliegue visual que tendrá la cinta”, le explica a Página/12 Tristán Bauer, presidente del Directorio del Sistema Nacional de Medios Públicos y alma mater del proyecto audiovisual sanmartiniano desde sus años al frente de Encuentro.

“Hacer de San Martín no es un papel más en mi carrera: es una responsabilidad enorme por lo que significa su figura para la historia argentina y latinoamericana”, le explica a Página/12 De la Serna. “Desde chico uno siempre se interesó por la historia nuestra y mucho más por alguien como San Martín. De alguna manera, uno se preparó toda su vida para hacer un papel así. ¿Quién no soñó ser San Martín en algún acto de la escuela? San Martín era un genial guerrero, un gran estratega, un político brillante, que comprendió la identidad de espíritu que se estaba forjando en estas tierras en aquella época. Tuvo una visión espiritual de avanzada: lograr alcanzar una tierra libre y unida, sin importar etnias ni linajes”, analiza el actor.

El rodaje en exteriores de San Martín, cruce de los Andes cuenta con un espectador de lujo: el Aconcagua. Omnipresente en cada uno de los escenarios naturales que signan la película, la cima nevada de la montaña más alta de América es la vigía de la mejor escenografía posible. Bajo su atenta y bella mirada se filman las tres semanas en exteriores en la provincia de San Juan, en los alrededores de la localidad de Tamberías, departamento de Calingasta, a unos 243 kilómetros de la capital provincial. La próxima semana, el equipo regresará a Buenos Aires, donde durante un mes rodará en el edificio de la ex ESMA las escenas de interiores. Pero ésa será otra historia.

“Muchachos: ésta es una escena clave. Es la arenga del general previa a la batalla, necesitamos la concentración de todos”, exige un asistente, megáfono mediante. El murmullo se hace silencio; apenas algún vestigio del Zonda –que parece haber tomado un descanso para disfrutar del rodaje– se escucha a lo lejos. “Silencio todo el mundo, nadie hable, ¡acción!”, grita Leandro Ipiña, el director de la película, que fuera asistente de dirección de Bauer en Iluminados por el fuego y director de San Martín. Combate de San Lorenzo. La pantalla de diez pulgadas del video asist se colma de cabezas expectantes, con Ipiña, Bauer y Martín Bonavetti, director de programación del 7, como principales espectadores de la escena.

San Martín, en la piel de De la Serna, recorre con su mirada y sobre su caballo hacia un lado y hacia otro de las formaciones de los cientos de extras que forman parte de los Granaderos a Caballo, los Cazadores de los Andes y los regimientos 8 y 11, algunas de las compañías que entre el 19 de enero y el 8 de febrero consiguieron franquear con éxito las montañas de la cordillera para independizar, tiempo después, Chile y Perú. “¡Soldados! Todos y cada uno de ustedes sabe por el esfuerzo y las dificultades que hemos pasado. Llegar hasta aquí es demasiado, pero nunca suficiente. El enemigo espera, y espera bien armado. Son la esperanza de América. Cada uno de ustedes lleva consigo lo más importante: la libertad”, dice el general. El paisaje y el silencio magnifican su oratoria. Aun sabiendo que se trata de una película, de ficción, es imposible que en ese escenario la piel de los presentes no se erice.

Ante la dificultad y relevancia de esta escena (la número 55) en la película, se filma una y otra vez, desde diferentes planos. Pasan las horas, las tomas y nadie se mueve. Es increíble lo que pueden hacer los más de mil kilómetros que separan este paraje de Figueroa Alcorta y Tagle entre los técnicos de Canal 7: sobra el entusiasmo, no se escucha queja alguna. Sólo el repiqueteo de algún que otro caballo –que incluye corridas ante la caída al piso de un extra– modifican la concentración del equipo. “300 años de barbarie y opresión tiñen de sangre nuestro suelo. Nadie puede decirnos ya que nos merecemos algún yugo, o que somos inferiores a nada. Somos conscientes de nuestra libertad. Y es esa fuerza la que guiará nuestros latones, nuestras tercerolas y nuestros cuchillos”, prosigue con su discurso San Martín, una y otra vez. Sus palabras, por repetición, se graban en la mente de todos los presentes. El sentimiento patrio alcanza a los tres centenares de personas que se encuentran en el set natural.

Cinco horas después de haber comenzado la jornada, la última toma de la escena está a punto de realizarse y, con ella, todo el equipo caminará hasta la carpa comedor entre los miles de retomos que como erizos gigantes crecen de la tierra cada dos metros. “Celulares apagados, nadie saca fotos, nadie se mueve; pueden respirar si quieren”, dispara un productor. Risas. Silencio. ¡Acción!

“¡Soldados! Se me llena el corazón al ver tantos guerreros dispuestos. Nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos recordarán este momento con orgullo. Porque les dejaremos un suelo en el cual vivir, libre de toda cadena, donde puedan sembrar, crecer y prosperar. Donde cada hombre pueda decidir su destino, sin importar su color, linaje o procedencia. Porque todos, todos somos iguales ante el Supremo, como somos iguales ante la muerte. Porque cualquier hijo de mujer merece ser libre, de una vez y para siempre. ¡Viva la patria! ¡Viva la patria! ¡Viva la patria!”, arenga De la Serna en la piel de San Martín. Y, fiel a su estilo, finaliza con un “¡Viva Peróoooon!!!” que vuelve a descomprimir el clima. Todos coinciden en que el buen humor es clave para mantener el entusiasmo en una producción de jornadas de rodaje maratónicas y condiciones climáticas extremas: frío helado en la noche y calor fulminante durante el día. Y De la Serna, en su rol de protagonista, lleva esa idea con gracia y naturalidad.

“La gran pregunta que persiguió a esta película y aún hoy lo hace es cómo retratar a este gran hombre sin caer en lugares comunes, o en el San Martín del Billiken o de los manuales escolares. Poder trascender al bronce fue una meta que nos trazamos. Es una película muy compleja de hacer en ese sentido, pero sin dudas que la batalla de Chacabuco es en términos de realización la más compleja debido a la cantidad de planos que se necesitan para darle realismo y dramatismo al enfrentamiento”, confiesa Ipiña, que escribió el libro junto a Andrés Maino. Para tener una idea de la envergadura de la producción del film, basta decir que mientras para recrear la batalla de Chacabuco –que comenzará a rodarse al día siguiente– el director contará con 320 personas en escena, para el combate de San Lorenzo Ipiña se había conformado con 25 actores.

San Martín, cruce de los Andes estará contada a través de la mirada de un ex soldado que acompañó al Libertador durante los momentos previos al cruce. “Pero no es una mirada distante porque este soldado fue su amanuense, su secretario, que cuando cruzó la cordillera tenía 15 años y que en el film, ya de viejo, recuerda cómo fue aquella travesía. Quedaron muchas cosas afuera, pero ojalá sirva para desterrar la nefasta tergiversación de la Revolución que hizo la generación del ’80 y que los jóvenes se acerquen a la verdadera historia”, desea el director.

Con la satisfacción de estar llevando adelante algo que nunca se ha hecho (el único antecedente es El santo de la espada, la adaptación de Leopoldo Torre Nilsson en 1970 del libro de Ricardo Rojas, protagonizada por Alfredo Alcón), y el cansancio a cuestas de filmar durante horas arriba de un caballo que lejos está de ser blanco y esbelto, De la Serna dice creerse San Martín desde hace unas semanas. Arriba del caballo, con postura de prócer y desenvainando el sable a contraluz del sol del mediodía, la máquina del tiempo parece haberse hecho realidad: el pasado se hace presente. “Estudié mucho en este tiempo –cuenta el actor– sobre San Martín, pero creo que a la hora de la composición me ayuda mucho el vestuario. Cuando uno se pone la chaqueta militar automáticamente es como si el cuerpo se irguiera. Y también hacen que el cuerpo tome esa postura los valores e ideales a los que se aferró San Martín para hacer realidad la hazaña.”

“La película –concluye Ipiña– funciona como una metáfora de todas las revoluciones, en el sentido de que remarca que la revolución de la independencia fue colectiva y que sólo cristalizó en la figura del general San Martín, el hombre que tuvo la inteligencia y la fuerza para llevarla adelante.”

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Rodrigo de la Serna en la piel del Libertador, con el fondo de la cordillera de los Andes.
 
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